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Miguel Cané, sobre la adicción al celular: “Preguntémonos quién usa a quién”

El autor del libro “Tecnologinitis” dijo a Cadena 3 que estamos frente al teléfono entre 5 y 9 horas diarias. Citó un estudio que revela que disminuye la esperanza de vida a mayor tiempo de exposición.   

13/10/2025 | 21:16Redacción Cadena 3

“El tiempo desplegándose”, la obra de Thomas J. Price, en la Piazza della Signoria.

FOTO: “El tiempo desplegándose”, la obra de Thomas J. Price, en la Piazza della Signoria.

  1. Audio. Miguel Cané, sobre la adicción al celular: “Preguntémonos quién usa a quién”

    La Argentina Hoy

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Tengo hace varios días tu libro que se llama "Tecnologinitis, el síndrome de los zombies digitales". ¿Así somos? ¿Así nos hemos convertido en zombies? ¿Somos zombies los que usamos el teléfono muchas horas?

Lo podés comprobar caminando por la peatonal de Córdoba un ratito y ver cómo las personas están mirando la pantalla encorvados, con un ángulo en el cuello de 60 grados, que para nuestro organismo implica tener 27 kilos en la cabeza, mirando una pantalla sin mirar la calle, sin mirar por donde se camina, totalmente alejados del mundo real, inmersos en un mundo virtual. Estos dos mundos conviven, donde a través de la pantalla del celular pasamos de un mundo al otro y vemos el cuerpo en este mundo real y la atención y la mente en el otro. Lo podemos ver en las calles con la gente caminando concentrados, hipnotizados, en una suerte de trance, donde lo que está en este lado lo que vemos es el cuerpo nomás, caminando tal vez, chocándose con alguna columna o con otra persona, o cruzando la calle sin mirar.

¿Sos ingeniero? 

Soy ingeniero en telecomunicaciones. Vivo con la tecnología. Además, soy coach ontológico, soy gerente general de la Posada del Qenti. Y a partir de ese enfoque de bienestar es donde me doy cuenta que hay un problema gravísimo con respecto al uso que se le está dando hoy a la tecnología. No hablo solo de los adolescentes porque muchas veces los adultos tendemos a decir que los chicos son los que están con ese aparatito. Está pasando a todas las edades. Obviamente en los adolescentes se concentra más y hay una problemática mayor porque la responsabilidad no es de ellos. Pero también le pasa a los adultos y a gente mayor también.

Me parece que ya hace 5 o 10 años a esta parte se ha extendido transversalmente. No es una cuestión de edad. Le pasa a todos. El problema que hay es que, por ejemplo, hay efectos como puede ser síndrome de ojos secos, síndrome del túnel carpiano, tendinitis, dolores en el cuerpo, incluso estrés, ansiedad, insomnio. ¿Qué le pasa a la gente mayor que está mucho tiempo con el celular, a la gente que trabaja o por entretenimiento que pasa mucho tiempo conectado?

Diabetes, obesidad, hipertensión. Ahora le está pasando a chicos de 12, 13 años que no tienen nada que ver. No son responsables de eso porque alguien en algún momento de su vida le regaló un dispositivo, le pagó una conexión a internet y lo dejó sin cuidado y sin control. Y ahí es donde quizás uno conecta más con esa problemática porque son 100% víctimas de una situación que no eligieron. En el caso de los adultos es más grave todavía el grado de auto daño, porque siendo conscientes y todo, hay adicción tecnológica en los adultos y en la tercera edad también. Cuando hablamos de adicción nos referimos a algo que uno no puede soltar. Literalmente uno no puede soltar el teléfono.

Todo se produce en nuestro cerebro, todo nace de acá, nuestras órdenes, nuestros movimientos, nuestras conductas, nuestra evolución como seres humanos nace del cerebro colectivo de toda la humanidad. Las redes sociales desde que apareció hace 20 años el smartphone que hoy invadió casi un 80% de la población mundial. El 80% de la población mundial tiene un smartphone. Hay más personas con un teléfono inteligente que con cepillo de dientes en el mundo. Ahora todo tiene una razón, todo tiene un por qué, un para qué. Lo que está sucediendo hoy es que los contenidos que uno accede a través de la pantalla, puede ser desde la notebook o desde el celular, produce cosas en nuestro cerebro. Más hoy con los algoritmos y la inteligencia artificial donde se define perfectamente que es lo que a cada uno le gusta. Entonces el contenido que cada uno accede, porque cuando vos estás con tu teléfono tenés cuentas, estás referenciado. El que agarra tu teléfono va a tener una foto de tu personalidad.

¿Quién construye ese mundo? ¿Lo construimos nosotros o te lo construyen?

Nosotros damos los datos, pero claramente lo construyen. Por eso la mayoría de las aplicaciones de las redes sociales son gratuitas. Nosotros lo que hacemos es decir lo que nos gusta, elegir lo que nos gusta. Al elegir estamos dando una información muy importante a las plataformas, la información de qué es lo que nos gusta. Entonces nos dan más de eso, nos tienen amarrados a lo que nos gusta. Lo cual para nosotros está bueno, porque lo que ves te gusta. Te gusta tanto que en su cerebro cada vez que ves un reel, cada vez que ves algún contenido, genera pequeñas dosis de dopamina. Llega un momento, pasa lo mismo con el tabaco por ejemplo, fumo un cigarrillo, me va a dar dopamina un placer. Ahora no me puedo fumar 100 cigarrillos seguidos, porque la dopamina va a estar contaminada por el algoritmo, me voy a sentir mal. Ahora con los reels y con el contenido digital eso no pasa, no hay límite. Es una adicción que no tiene límite. Entonces vos podés estar dándole dopamina a tu cerebro, que llega un momento que el cerebro necesita más, porque se acostumbra a esa dosis. Necesita más, más y más, y ahí aparece la adicción.

Miguel, entonces el problema no es conectarte, sino cómo desconectarte.

Y es ahí cuando empezamos a tener problemas, cuando no logramos desconectarnos. Cuando no logramos desconectarnos, la mayoría de las veces porque no queremos y porque no somos conscientes de esto que estamos hablando ahora. 

Para que tengas una idea, el promedio de uso que una persona tradicional le da al teléfono está alrededor de las 5 horas por día. Hasta las 9 horas por día, entre 5 y 9 horas, es un montón. Si vos consideras el tiempo que estás despierto, activo, en la vida cotidiana, 5 a 9 horas por día estando con el teléfono. Que no es que uno está todo el tiempo, en algunos casos sí, pero si no es chequeándolo, viendo qué hay. En promedio de 357 veces chequeamos el teléfono por día. Estás casi todo el tiempo chequeando el teléfono. Y ahí es cuando se produce esta adicción, como en todas las adicciones, donde en este caso el dispositivo, que es una herramienta, empieza una puja de poder y la herramienta pasamos a ser nosotros. 

Hay un dilema a ver quién gobierna a quién. Cuando el teléfono me está pidiendo "mírame, actualízame, tengo información ahora, atendeme, cambiame la funda", ya somos nosotros esclavos del dispositivo. Cuando en realidad debería ser una herramienta. Ser conscientes de eso, entenderlo realmente y las consecuencias de no hacer nada al respecto, es por dónde viene la cosa para poder salirse de esa esclavitud.

¿Cuándo te das cuenta de que tenés un problema serio? ¿Cuáles son los datos, las circunstancias, los momentos en que uno se da cuenta de que tiene un problema serio?

Hay una idea que puede llegar a funcionar muy bien y que la podemos hacer todos, que es simplemente cuando estás con el teléfono, hacer un llamadito a tu conciencia. Hacerte una sola pregunta. ¿Quién está usando a quién? ¿El teléfono a la tecnología o yo a la tecnología? ¿Estoy mirando el teléfono porque estoy revisando un mail o porque estoy buscando una información? ¿O no sé para qué? ¿O estoy viendo algo que no me está sumando absolutamente nada, porque estoy viendo un reel de la vida de alguien en Miami en un descapotable que me está sumando? ¿Suma a mi conocimiento? ¿Sirve? Si no, y si no lo tengo claro, claramente ahí estoy en un problema. 

Después tenés evidencias físicas. Por ejemplo, lo más común y lo primero que surge son los dolores en las articulaciones de las manos. Cuando no sentís que la mano duele o te molesta, tenés alguna pequeña tendinitis, y tratemos de no llegar al síndrome del túnel carpeano, ahí es porque estuviste usando mucho tiempo el celular, moviendo los pulgares. El ojo seco también es uno de los primeros efectos que trae el exceso de pantallas. Y con pantallas no es solo el celular, puede ser la tablet. Llegás a tu casa, después de estar cinco o seis horas con el celular, prendés Netflix, clavas otras dos horas. El tema es las pantallas en general, obviamente el celular por el contenido que uno ve.

Cuando una persona se olvida el celular y siente que eso es un problema gravísimo, ¿qué síntomas significa eso?

Genera una ansiedad a no tener el teléfono, a no estar conectado, que produce una exacerbación, un miedo totalmente que pueda generar una conducta tan exagerada, como por ejemplo, volverse de media hora de viaje para poder buscar el teléfono, porque sin el teléfono esa persona no tiene, le falta algo. Hemos delegado tanto en el dispositivo funciones cerebrales nuestras del ser humano, con las cuales hemos evolucionado, las hemos delegado a medida que el teléfono se fue haciendo más inteligente, los seres humanos fuimos haciéndonos más tontos. Cálculo, tenemos calculadora. Memoria, podés sacar foto al cartel que vos quieras. Conocimiento, ahora que lo busco en Google, actualizado al día de hoy lo que se me ocurra. Orientación, tengo el GPS

El problema es que hemos delegado también funciones emocionales, conectar con otras personas, estamos amándonos, enamorándonos, rompiendo parejas, haciendo amigos, deshaciendo amistades, con emoticones, con mensajes de texto. A distancia. Y cuando vemos a esa persona con la que tenemos una relación, estamos igualmente distantes porque estamos perdiendo el teléfono. Sucede el famoso phubbing, donde esa falta de respeto que se produce cuando uno está dialogando, te vas a tomar un café con un amigo y está la otra persona con el teléfono que le suena todo el tiempo. Muy común entre padres con hijos adolescentes. 

Lo más grave es que nos comunicamos tanto a través del teléfono por WhatsApp, donde mandamos más de 200 mensajes por día en promedio, mientras que nos comunicamos cara a cara quizás con dos o tres personas en el día. Es decir que nos estamos comunicando mucho más por mensajes de texto y emoticones que cara a cara. Entonces, eso le produce algo a nuestro cerebro. Nuestro cerebro hace lo que nosotros le decimos. Se va a moldar a las necesidades y a los desafíos que le planteemos. En este desafío, el cerebro dice "bueno, a ver, listo". Vamos a hacerla fácil. Vamos a reconocer emociones a través de emoticones. Vamos a transferir lo que nos pasa a través de mensajes de textos. Por eso cada vez hay más emoticones, para poder identificar mejor las emociones. Y toda esta parte del cerebro que tenemos preparada y ya programada para reconocer emociones en rostros humanos, ya no hace falta. No sirve, usémosla para otra cosa. Entonces se empieza a reducir esa capacidad de poder conectar genuinamente con una persona. Y no solo conectar, sino emocionarse, detectar una mirada, saber si está triste, si está contento. Saber si está diciendo la verdad, si miente, si le pasa algo. Entonces, está pasando que las personas que están tanto tiempo conectadas, cuando se juntan cara a cara, ven una foto. 

Hace poco estuve en Florencia, en la Piazza della Signoria, que es uno de los lugares emblemáticos de esa ciudad italiana, donde estuvo durante siglos "El David", quizá la mayor escultura de todos los tiempos, la más celebrada. Y ahora hay una réplica. Dándole la espalda a ese David, hay otra escultura hoy en medio de la plaza. ¿Sabés cómo es esa escultura? Es una joven mujer mirando su celular. Está de espaldas a esa maravilla arquitectónica que es el Palacio de la Señoría y el David, y otro conjunto de esculturas y de edificios que es extraordinario, maravilloso, como la Galería del Uffizi, etcétera. Son obras de arte del Renacimiento italiano. Me llamó mucho la atención que esa síntesis tan cruel se haya instalado en ese lugar. 

Y es algo que está sucediendo. Basta con ir a un recital, donde ves a las personas mirando a su cantante favorito a través de la pantalla, que están sacándole fotos, en vez de estar mirándolo y disfrutándolo en vivo.

Creo que esa escultura es una foto que representa la realidad que estamos viviendo hoy, donde están conviviendo estos dos mundos y donde claramente empiezan a surgir artistas y autores que queremos tratar de poner un poco de luz sobre esta problemática para que, entre todos, busquemos alguna solución y que no pasen 50 años y seamos todos zombis digitales y nos choquemos en la calle o terminemos todos. 

No sigamos chocando en la calle, porque eso ya ocurre hoy. Y ni hablar de los que manejan también con el celular. El 30% de los choques en Argentina son producidos por el uso del celular. 

Hay un estudio que no está en este libro, que lo hice después de haber publicado el libro. Se refiere a cómo, basándose en datos científicos, la cantidad de horas por día que uno está con el celular reduce tu expectativa de vida en función de todas las problemáticas que eso implica. Entre una y dos horas por día que uno usa en promedio el celular, no produce ninguna disminución en la expectativa de vida. Es más, hasta podría llegar a contribuir favorablemente en algunos casos de ansiedad o depresión producidos por otra cosa. De 3 a 5 horas por día, ya tenemos problemas un poco más acentuados y se reduce la expectativa de vida entre 1 a 3 años. De 5 horas para arriba de uso promedio de celular por día, ya estamos hablando de entre 5 a 7 años menos de vida. Y más, de 9 horas, entre 7 y 12 años de expectativa de vida reducida.

No quiero que se me vaya el tiempo sin que nos plantees, Miguel, cuáles son los pasos que uno tiene que tomar para tratar de alejarse de este problema. ¿Es posible uno mismo, individualmente, salir de esa adicción, llamémosle adicción, personas que están arriba de las 4 o 5 horas diarias?

Sí. La respuesta es sí y es algo que todos podemos hacer dándonos cuenta con esa pequeña pregunta de "¿Hace falta esto? ¿Me está sumando? ¿Estoy yo usando el celular? ¿Ahora me está usando a mí?". Esa es la base: darse cuenta, tomar conciencia. Sobre todo, si tenemos hijos, dar el ejemplo, empezar por uno. Y después hay técnicas y hay cosas, como por ejemplo conectarse con la naturaleza. Acá en Córdoba somos unos privilegiados. Vos en Córdoba manejás una hora y media y en algunos lugares no tenés señal y estás en un paisaje espectacular. Si estuvieras en grandes ciudades como puede ser Buenos Aires, ¿cuántas horas tenés que manejar para no tener señal? Lo cual es una paradoja, porque si uno fuera consciente y tuviera ganas, no tener señal implica ponerlo en modo avión. Tendría que llamarse modo saludable. Pero bueno, viajás una hora y media, estás en la sierra, tomás unos mates, mirás el paisaje, disfrutás de alguna actividad al aire libre. Esos son planteos que vienen a reemplazar esa dopamina que no va a estar generada por el teléfono. 

En las adicciones, si vos le sacás el teléfono a un adolescente, por ejemplo, que está emborrachado de dopamina, y se lo sacás de un momento para el otro, va a haber problemas, va a tener una conducta muy difícil, va a tener que estar en tratamiento con un psicólogo. Ahora, si uno va reemplazando esa dopamina por dopamina sana, por otros neurotransmisores que generen también placer, como puede ser la serotonina, juntarse con amigos, disfrutar de un asado, al aire libre, y decir, bueno, hoy lo hacemos con los celus en este rincón de la mesa, los apagamos o los ponemos en silencio, y vamos a dedicar estas 3, 4 horas que vamos a estar juntos en un momento sin el celu, y disfrutar de la amistad, de los abrazos, con cada uno, con su pareja, con sus hijos, con quien sea, esos momentos sin señal, pero con algo que dé placer también. 

Puede ser, por ejemplo, hacer algún deporte que libere endorfinas, también sumos a nuestro cerebro, necesita actividad para reemplazar la de los reels, la actividad más sedentaria que le estamos dando. Es volver a vivir. Hoy no estamos viviendo esas 5 horas que las personas, en promedio, de 5 a 9 horas que estamos conectados, muchos no están viviendo, están viviendo la vida de otros que están mirando, no están viviendo, están en otro mundo virtual que no tiene nada que ver con el planeta real, un mundo que no tiene reglas, que lo gobiernan otros, que puede desaparecer un día para el otro.

A eso hay que agregar que las redes sociales te están dando ya no la información que vos querés, sino la que vos creés y pensaste que vas a necesitar. Por ejemplo, vos pensás que necesitarías comprar tal objeto y de pronto ese objeto te aparece a la venta en tus redes sociales. Y vos no escribiste la palabra ni la dijiste en voz alta.

El algoritmo con inteligencia artificial que trabaja en nuestros perfiles, en nuestra carpeta que está en la nube, donde está perfectamente definida nuestra personalidad, incluso mucho mejor que nosotros, pueden proyectar qué es lo que vamos a querer, qué es lo que vamos a necesitar. Lo cual para nosotros es una novedad. Pero para quienes administran todo esto, esto viene hace años. Aparece la inteligencia artificial ahora y es la novedad de estos últimos años. La inteligencia artificial seguramente tuvo dominio privado hace 15, 20 años atrás. Hoy se instaló como un insumo. Y lo mismo pasa con esto que vos comentás, donde te aparecen publicidades de algo que vos estás necesitando. Y eso es porque estamos llenando tanto nuestra carpeta de información nuestra. ¿Este reel sí? ¿Este no? Miden a través de cuánto tiempo estamos mirando el reel. Entonces dicen, bueno, este lo miró 5 segundos, va por ese lado este perfil. Y así con todo el contenido que escribimos, que compartimos. Cuando compartimos algo, ah, mira, fue tan interesante que lo compartió. Y ahí te llenan de cosas similares a esas que vos compartiste. Nadie nos conoce mejor que nuestro teléfono. Ni nuestra madre, ni nuestra pareja. Y lo que pasa, todo tiene una razón. Claramente todo esto está direccionado por plataformas donde nosotros somos los usuarios. Y la pregunta es si no somos los usados. Porque estas plataformas, nosotros somos clientes potenciales de millones de marcas. Entonces a esas millones de marcas les pagan a las plataformas para que en función de los perfiles puedan llegar con su producto o servicio a los mejores interesados. Entonces para que eso sea más efectivo todavía, necesitan mejorar cada vez más nuestro perfil. Ya hoy estamos a un nivel de que pueden anticipar lo que nosotros vamos a desear. De acá 10 años, ¿en dónde vamos a estar parados si nosotros no ponemos un límite? Porque está todo bien que a vos te ofrezcan cosas que querés, pero a cambio de eso, si a cambio de eso tengo que estar 5 horas con el celular por día, con los ojos secos, las manos doliéndome, obeso, con hipertensión, diabético, no está bueno el cambio. No vale la pena. Más cuando nos alejamos de los vínculos, más cuando esas 5 horas por día que estamos conectados con el celular, no estamos conectados con nuestra pareja, o con nuestros amigos, o con nuestros hijos, o con nuestros compañeros de trabajo. Estamos solos. El celular desde que apareció hace 20 años abolió en el ser humano lo más preciado que podríamos haber tenido cuando llegamos a este planeta, que es la posibilidad de estar solos. Hoy la soledad no existe más. Salvo que uno la encuentre y la va a encontrar apagando el celular. Porque desde que existió el celu, no tenés la posibilidad de estar solo porque te aburriste un poquitito y ya tenés acceso al mundo virtual que está repleto de dopamina para que tu cerebro se satisfaga.

Estas entrevistas no terminan si yo no te hago un pedido. El pedido es que nos recomiendes un libro. Puede ser el tuyo, pero del tuyo hemos hablado todo el programa. Me gustaría que recomiendes un libro, o los que quieras.

Yo voy a recomendar un libro para toda la familia. Seguramente los más grandes quizás ya lo conocen. Un libro que habla de un mundo fantasía. Un libro que está basado en este planeta, pero propone situaciones raras y que me parece muy entretenido porque va a colaborar a que le demos un poco más de tiempo a la lectura de un libro real y no al celular que es "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez. Una obra extraordinaria. 

Entrevista de Sergio Suppo. 

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