El asesinato de los Aosawa

En el calor sofocante de la ciudad japonesa de K, la mansión de los Aosawa fue escenario de una fiesta de cumpleaños que prometía ser inolvidable. Entre los festejados se destacaba el patriarca familiar, un médico reconocido y dueño de una clínica de renombre. La celebración discurrió con normalidad hasta que un cambio inesperado interrumpió la velada: los asistentes comenzaron a sufrir mareos y convulsiones que, en cuestión de minutos, dejaron diecisiete cadáveres esparcidos en el suelo, incluidos seis niños. Se sospechó que todos fueron envenenados con cianuro presente en las bebidas. La única sobreviviente del trágico evento fue Hisako, la hija menor, y lo único que dejó como pista fue un papel que contenía un poema que se creía podría haber sido escrito por el asesino.

Hisako, quien perdió la vista tras un accidente, se encontraba entre los escasos testigos de la masacre, aunque su capacidad para recordar los detalles del trágico suceso era limitada. Durante un confuso interrogatorio, la niña mencionó una habitación azul, de pequeñas dimensiones y con escasa luz, así como la presencia de flores blancas. Con el transcurso de los meses, surgió un nuevo giro en la historia cuando el joven que había entregado el sake a los Aosawa fue encontrado muerto. Su muerte venía acompañada de una nota en la que asumía la responsabilidad del crimen masivo. Este hallazgo provocó que la investigación se cerrara de manera abrupta, aunque muchos continuaban convencidos de que el crimen contaba con otros involucrados.

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