Desmitifiquemos: el discurso violento no le gusta a nadie
11/08/2025 | 17:56Redacción Cadena 3
Poco tiempo atrás planteamos en esta columna que el uso de parte del presidente Javier Milei de un lenguaje de confrontación solo lograba dividir a la sociedad y que, en general, a la mayoría no gustaba.
Muchos dijeron que eso no importaba, que lo que valía de Milei era la capacidad para resolver los problemas.
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Sin embargo, hay pruebas fácticas que demuestran que no estábamos tan errados.
Ahora, aparece un escena un nuevo concepto para definir a esos discursos: incivilidad.
¿Qué son los discursos de incivilidad? Aquellos que excluyen ciudadanía y derechos, niegan al otro, lo humillan o lo estigmatizan.
Estos discursos exhiben características como la exageración, la ausencia de verdad, la reproducción oficial de ecosistemas alternativos no oficiales, la violencia explícita, la asimetría mediática y la hostilidad digital.
Dos especialistas, Patricia Nigro y Mario Riorda, llevaron a cabo una investigación sobre tres presidentes de América Latina que han llegado al poder con discursos antisistema o de ultraderecha/derecha libertaria.
Pusieron bajo la lupa a Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador) y Rodrigo Chaves Robles (Costa Rica).
Las conclusiones las presenta Mario Riorda. Pongamos atención a la referencia que hace específicamente sobre el impacto del discursos de Milei.
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Habla Riorda.
Este es un estudio que hemos realizado en tres países de América Latina: Argentina, El Salvador y Costa Rica, porque los presidentes de estos tres países tienen o se aproximan, por lo menos hipotéticamente, a lo que en la academia se denominan discursos de incivilidad, que son una especie, yo diría, de modo más agravado de lo que serían los discursos de odio.
Porque la incivilidad básicamente está sostenida en la idea de exclusión, en donde, desde la autoridad, se niega la condición de identidad del otro, del adversario, y se lo excluye literalmente de su condición ciudadana; esto es lo que genera un acto de incivilidad.
Se lo excluye por pensar distinto, por tener determinadas características o determinada procedencia.
Esto que presentamos, junto con la profesora Patricia Nigro, con quien realizamos la investigación, es el adelanto del capítulo de Argentina, y hay algunos datos interesantes, ¿no?
Lo primero es que efectivamente podríamos decir que estos discursos de incivilidad, de agresividad, de hostilidad, calan hondo y sí tienen impacto, ¿no?
Hay una serie de datos en los que prácticamente toda persona en Argentina que es opositora al gobierno de Javier Milei no tiene indulgencia.
Lo digo irónicamente para decir que no le acepta nada ni entiende nada, salvo excepcionalmente, que justifique o de alguna manera le habilite al presidente usar este estilo.
Pero lo más interesante viene del lado de sus propios simpatizantes.
Lo primero es que cerca del 40 % de los propios simpatizantes del presidente rechaza ese estilo discursivo.
Y no solo eso, incluso dentro de ese espectro o segmento de quienes valoran positivamente al presidente, entienden, casi el 45 %, es decir, muy cercano a la mitad de sus propios votantes simpatizantes, que sería más correcto decir, entienden que ello puede reforzar la idea de autoritarismo, ¿no?
Y, además, mayoritariamente, la opción más elegida para ubicar la discursividad del presidente es situarla ahí, en el espectro de la ultraderecha.
Y es interesante porque, aunque no presentamos los resultados de los otros países, aparecen algunos datos: en Argentina hay algo así como serios límites para normalizar lo excepcional discursivamente hablando; no hay acostumbramiento a la hostilidad.
No cae bien el ataque a opositores o el ataque a la prensa, incluso en los propios votantes del presidente, ¿no?
Y, además, el estudio, más allá de lo que piense la ciudadanía, analizó discursos oficiales.
Y esto es sumamente interesante porque las dos principales categorías que definen el discurso oficial expresado por el presidente son:
Primero, la deslegitimación del adversario, vale decir, una categoría que ubica literalmente en tono denigratorio al opositor.
Y segundo, lo que se llamaría concentración del poder, que tiene que ver con distintos argumentos que implican básicamente un ejercicio decisionista, voluntarista, en la figura presidencial que puede llegar a desconocer, por ejemplo, la división de poderes o todo aquello que compite con lo que podríamos ubicar en la línea del discurso republicano.
¿Puede expandirse la violencia a otros ámbitos fuera del discursivo?
Lo sigue explicando Mario Riorda.
También es interesante porque, desde esta perspectiva, podrían abrirse especulaciones sobre si este tipo discursivo habilita un ejercicio igual de violento en otros ámbitos por fuera de la política.
Y, evidentemente, el grueso de la mayoría así lo considera, y una porción muy significativa también de sus propios votantes.
En síntesis, estos discursos de incivilidad, de fuerte hostilidad en el ambiente democrático, erosionan la cohesión social, erosionan la democracia y caen absolutamente mal dentro del espectro opositor, pero también en una porción muy, pero muy, muy atendible dentro de los propios simpatizantes del presidente. El trabajo utiliza un análisis de contenido de discursos oficiales y entrevistas a medios, junto con estudios de opinión pública, para comparar las características comunicativas de estos mandatarios y la percepción de sus discursos.
Conclusiones por nuestra cuenta
En definitiva, hay gente a la que el estilo de Milei podría llevarla a pensar en cambiar su voto.
Y, quizá más preocupante aún, existe la creencia de que estos discursos pueden activar o justificar la violencia en otros ámbitos de la sociedad.




