Corralito: la oculta responsabilidad del Estado
Por Adrián Simioni
03/12/2021 | 14:20Redacción Cadena 3
Hoy hace 20 que entraba en vigencia el corralito. El aniversario da lugar a un reguero de reseñas.
Algo muy común en esas reseñas es el simplismo. A veces todo se quiere explicar en la “culpa” de la ley de Convertibilidad y en bancos malignos que no devolvieron los dólares y fueron luego “salvados” por el Estado. No es tan simplón.
Es cierto que la ley de convertibilidad le imponía a la Argentina ser cada vez más eficiente. De otro modo, con altos costos en dólares y encima en un mundo de dólares caros, no iba a poder competir. Por eso el padre de esa criatura, Domingo Cavallo, impulsó desde el primer momento reformas estructurales que quedaron truncas cuando él se fue del gobierno en 1995. La Argentina, en lugar de ganar eficiencia, la empezó a perder. Y el principal responsable de eso fue el Estado, tanto nacional como, sobre todo, las provincias. Sin reformas para ser más eficiente, el Estado era cada vez más caro. Sostenerlo demandaba imponerle al sector privado altos impuestos en pesos-dólares.
Y como aún así el Estado tenía déficit, comenzó a crecer su deuda. Eso, más un panorama internacional muy desfavorable, desató el temor a un default.
Entre las primeras víctimas de un default del Estado iban a estar los bancos, dado que precisamente el Estado había tomado prestados casi todos los dólares que habían depositado los ahorristas en los bancos.
Cuando la desconfianza fue total, los ahorristas corrieron a los bancos a retirar sus dólares. Y los bancos nunca tienen para devolver todos los depósitos a todos sus depositantes todos a la vez. Menos si el Estado que te pidió prestados los dólares no te los devuelve.
Fue lo que pasó a las pocas semanas con la declaración de default, el corralón y la pesificación asimétrica. El Estado no pagó, los bancos definitivamente no tenían ya qué devolver y el gobierno benefició a los deudores de los bancos (empezando por el propio Estado) permitiéndoles que devolvieran dólares con pesos como si un peso siguiera valiendo un dólar. Y para no lastimar tanto a los ahorristas, les ordenó a los bancos devolverles a los ahorristas 1,40 pesos por cada dólar. Los 40 centavos de diferencia se emitieron, por lo tanto, no tanto para salvar a los bancos, sino para salvar a los deudores de los bancos, principalmente al Estado.
La convertibilidad implicaba numerosos problemas, es innegable. Y los bancos no eran angelitos. Pero las explicaciones no deberían ser tan superficiales.
Si no, no podríamos entender por qué hoy en Argentina, por ejemplo, vuelven a escasear dólares, aunque no haya convertibilidad. En cambio, lo que sí es común entre este hoy y aquel ayer es un gasto público imposible de financiar para la exhausta economía privada del país.




