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Esta Selección sí que nos representa

 

10/12/2022 | 12:32Redacción Cadena 3

Esta Selección sí que nos representa (Foto: Télam)

FOTO: Esta Selección sí que nos representa (Foto: Télam)

No se puede sufrir más. ¡No se puede!

Quienes tuvimos o tenemos hijos o nietos en plena adolescencia pasamos por experiencias que son muy difíciles de explicar.

Mientras por momentos nos sorprendemos de las capacidades, maravillas, creatividad, arrojo y hasta una valiente temeridad de la que son capaces, en otros se nos revela el cerebro para tratar de entender las incoherencias, reacciones, capacidad para generar y generarse problemas de la nada o crear situaciones tan delicadas como absurdas, sin la más mínima necesidad ni previsión.

No será este el espacio donde nos hundiremos en el concepto y definición del término “adolescencia” o “adolescente”, porque, quienes más, quienes menos, todos sabemos bien de qué se trata. Alguna vez lo fuimos.

Ese talento que parece confirmar que mejoraron evolutivamente nuestra generación, se choca indefectiblemente con las ganas de ajusticiarlos sin piedad y que pone en duda nuestra propia capacidad de desafiar la lógica.

Claro, siempre con un profundo amor y una escasa paciencia.

Con esta Selección nacional de fútbol ocurre algo parecido. En algunos momentos de los partidos no salimos del estado de sorpresa, de placer, de un místico gozo interior, diría, de ver cómo juegan, cómo se entienden, cómo se puede llegar a un estado de calidad futbolística que llena los ojos de lágrimas.

Pero en otros momentos esos mismos geniecillos del ejercicio del mejor deporte de todos –aunque siempre sostendré que la palabra “deporte” no llega a definir su magia- caen en unos pozos inentendibles, en un anodino estado de “y ahora qué hacemos”, y hasta en la desesperación de querer correr cada uno para su lado como si se hubiese desatado un incendio de la nada, tener la certeza que hay que alejarse pero demorarse en pensar si salvamos al hermanito o a la Play Station.

En esos momentos es cuando aparece Messi y el par de experimentados, que tratan de encarrilar un tren que tiene la vocación de descarrilarse a sí mismo y por puro hobby.

¡¡¡Y nosotros gozamos con ellos, y nos volvemos locos con ellos!!!

Y hasta es posible imaginar la consecuencia: Si todo termina bien, nos elevamos hasta más allá de los cielos del Dante proclamando nuestra calidad y superioridad ultrauniversales.

Pero si no nos va tan bien, nos convertimos en profetas del derrotismo absoluto, buscando siempre algún culpable que impidió maliciosamente que los mejores de los mejores lleguemos a lo más alto y admirable de este mundo … y algún otro …

La Selección nos representa: juega y reacciona tal y como somos los argentinos.

Exitistas y derrotistas, pensadores y defensores incoherentes de la teoría de que somos los mejores de los mejores, inteligentes y tan incoherentes como para defender que el sentido común es sólo el que nos beneficia.

Capaces de argumentar la objetividad condenando, criticando y sepultando a los demás, sólo porque “yo tengo la verdad y a quien no coincida hay que odiarlo y destruirlo”.

En la política, en los medios, en la familia más de una vez; en el trabajo, en la desocupación, en las empresas, en las changas diarias, en los de Boca, en los de River, en el turno robado de la verdulería, en comprar en negro, en pagar en negro, en evadir impuestos y en un montón de cosas más somos como esta magnífica Selección. Por las genialidades de las que somos capaces y por esas explosiones misilísticas de eternos adolescentes de las que, si piedad alguna, somos capaces y sin ponernos colorados.

En el fútbol es parte de la pasión. En la vida, de la mediocridad que representa el tener que actuar como adultos cuando ya pasamos la edad de la adolescencia, la que justificamos a los gritos, que a la vez justificamos en nombre de esa misma pasión.

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