Después del FMI, otra vez a solas con nosotros mismos

Adrián Simioni

Todo muy lindo. Las mayores potencias del mundo movieron sus hilos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) vino al rescate de la Argentina para darle una segunda chance al gobierno de Cambiemos: eludir el ajuste por las malas que fuerzan los mercados cuando ya no creen en alguien a cambio de ejecutar un ajuste progresivo pero más rápido que el gradualismo.

Pero la cumbre del G7 terminó, las fotos ya se sacaron y acá estamos otra vez con nosotros mismos. El partido vuelve a estar en tres canchas principales: la del gasto público, en la que Mauricio Macri tiene que jugar con los gobernadores y el Congreso; la del salario argentino en dólares demasiado alto para la pobre productividad argentina, que se juega en el terreno de la CGT y los gremios; y la de la transformación del Banco Central en el nuevo tótem inmóvil del país, que deberá inspirar la confianza privada y limitar las garras estatales, tal vez el punto más importante de todos en la agenda planteada por el gobierno y el FMI.

La independencia real del Banco Central no sólo será algo inédito en nuestra historia democrática: si se consiguiera, implicaría que todo lo demás quedaría resuelto. Macri y los gobernadores, por ejemplo, ya no podrían eludir el control del gasto. Y el salario medido en dólares no tendría otra alternativa que acomodarse a lo que las pobres empresas argentinas de verdad pueden pagar para sobrevivir en competencia con el resto del mundo.

El primer episodio fue la reunión de Macri con Juan Schiaretti ayer lunes por la tarde. Hasta anoche, poco había trascendido. Apenas una fuente del gabinete nacional sostuvo que Schiaretti salió de la Rosada con un gesto más ceñudo que el usual.

Mientras los jefes hablan, los ministros no callan. A la misma hora, en Córdoba, en los actos por el aniversario de la Reforma Universitaria, los ministros de Educación de Córdoba, Walter Grahovac, y de la Nación, Alejandro Finocchiaro, hablaron también del tema, pero en un aparte y bajado a sus áreas, luego de que las minorías intensas de siempre intentaran interrumpir desde las gradas el discurso de Finocchiaro.

¿Cómo podría traducirse el acuerdo con el Fondo a los presupuestos educativos? No hay palabras definitorias aún. Más que nada, hay ansiedad. A la Provincia le interesa saber, por ejemplo, si habrá presión para trasladar a los gobiernos subnacionales el Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid). En el caso de Córdoba, por ejemplo, son 1.600 millones de pesos al mes que van a los bolsillos docentes.

¿Moyano sin paro general?

En la cancha de la CGT las cosas parecen, al menos en la superficie, más claras. La válvula de escape de dos rápidas homologaciones de aumentos del 2,5 por ciento en julio y agosto parecían haber rendido efecto para diluir la amenaza de un paro general. Hasta que se supo que, además, se negocian entre 4.000 y 6.000 millones de pesos que el gobierno agilizaría para las obras sociales sindicales.

Una amplia mayoría de gremios buscaba alguna razón para evitar caer en la huelga general que sólo querían orquestar Hugo Moyano, grupos piqueteros, la exaltación kirchnerista y algunos partidos de izquierda. Qué diferencia con los legisladores del peronismo de los gobernadores, que terminaron jugando de peones de la estrategia K en el Congreso.

La definición de un paro general pasó así de este jueves a la segunda semana de junio. Pleno Mundial de fútbol.

La contención de los salarios es vital para prolongar o incluso consolidar un logro de los últimos seis meses: que el dólar se haya encarecido más de 55 por ciento en los últimos 12 meses mientras la inflación acumulada en el mismo período es la mitad. Es por ahí: no hay mejor protección del empleo frente a las importaciones, ni mayoir promoción del empleo en los sectores exportadores, ni forma más efectiva de lograr que Argentina deje de gastar cada año 30 mil millones de dólares que los que es capaz de conseguir.

Un inesperado triunfo de los privados

A diferencia de lo que sucede en el Mundial, el partido más importante podría ser el inaugural. Según varias versiones, la reforma del Banco Central podría ir al Congreso la semana entrante o incluso esta misma.

El proyecto no sólo revierte la última reforma inspirada por Mercedes Marcó del Pont, que soñaba “promover el crédito productivo” de papel pintado por enésima vez en la Argentina de 70 años de inflación. Además, prohibirá que el BCRA siga alimentando con emisión de pesos al Gobierno a cambio de pagadioses que el Central no le puede luego vender a nadie. Además, limitará que el Gobierno le cambie al Central los dólares que pide prestados afuera, lo que constituyó hasta ahora otra forma de emisión, aunque con respaldo (de ahora en más el gobierno deberá cambiarlos en el mercado, absorbiendo pesos en ese movimiento). Además, obligará al Estado a algo sin precedentes: que el gobierno le devuelva al Central el equivalente en pesos a 25 mil millones de dólares que el Estado fue tomando “prestado” del Central, casi todo durante las dos gestiones de Cristina Fernández. Además, el proyecto propone darles a las autoridades del Central el poder, la autonomía y las indemnidades legales que nunca tuvieron para que los presidentes del BCRA puedan al fin ignorar a los presidentes de la Nación.

Si sucede, será por fin un triunfo de la sociedad pagadora neta de impuestos frente a quienes viven de un Estado al que ninguna recaudación jamás le alcanza.