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Marcos Acuña, talento del interior con un sueño albiceleste

Brilló en la B Nacional con Ferro y con Racing no tardó en dar la vuelta olímpica en Avellaneda, pero su máxima alegría llegó cuando se convirtió en el primer neuquino convocado a la Selección.

20/09/2020 | 14:29Redacción Cadena 3

Marcos Acuña puede decir sin titubear que él es un verdadero "hijo del viento". No por su velocidad, como en el caso de Caniggia, sino por su origen: nació y creció en el departamento de Zapala, provincia de Neuquén, donde las ráfagas pueden superar los 100 kilómetros por hora. El viento era un jugador más en los picados del barrio, cuando las piedritas de la calle sin asfaltar se levantaban de la tierra y le pegaban en la cara. Marcos se divertía igual, en tiempos en los que repartía sus días entre su casa, la escuela y los potreros de la zona.

Hijo de padres separados, su mamá Sara fue la que lo llevó a todos lados con tal de acompañarlo en su aventura futbolística. Era un chico tímido pero inquieto, y ella estaba cansada de que se golpeara cada vez que salía a jugar, porque siempre volvía a casa con una sonrisa y un nuevo moretón. La escena se hizo tan frecuente que el apodo “Huevo” surgió en honor a los chichones que le salían en la cabeza. Aún así, en aquellos días era el “Huevito” Acuña, por ser el más petiso en su grupo de amigos y en el plantel de la categoría ‘91 del Club Don Bosco de Zapala, al que se sumó cuando tenía 7 años.

Su talento y sacrificio dentro de la cancha lo convirtieron en la promesa de un pueblo que no estaba acostumbrado a la aparición de cracks, pero Marcos ilusionaba. Los vecinos de la zona aún recuerdan cuando un árbitro frenó un partido en su etapa de inferiores para anotar su nombre y felicitarlo por su nivel. Sin embargo, los grandes clubes parecían no estar de acuerdo, y Acuña ya se sabía el cuento de memoria: viajaba 1300 kilómetros hasta Buenos Aires para probarse en algún equipo, lo hacían jugar un puñado de minutos y se volvía con las manos vacías. Cansado de las frustraciones y decidido a abandonar su sueño, fue su mamá quien lo alentó para intentarlo una vez más, decisión que le cambió la vida.

Ferro fue el club que le dio el sí tan esperado. El “Huevo” se despidió de su familia con 17 años y se mudó a una piecita que alquilaba en Floresta, porque ya no había lugar en la pensión. Aunque dentro de la cancha se sentía mejor que nunca, vivió solo los primeros siete meses tras su llegada y le costó mucho adaptarse a la vida en la gran ciudad. Se levantaba a las cinco de la mañana para tomarse un tren y un colectivo antes de los entrenamientos, y le robaron tres veces en el camino del departamento a la estación. Cuando llamó a su casa para decir que quería volverse a Neuquén, sus seres queridos lo convencieron de quedarse, porque estaba cada vez más cerca de cumplir su objetivo.

Debutó en Ferro en el 2009 y poco a poco se ganó un lugar en el “Verdolaga” gracias a sus corajeadas por la banda izquierda, jugando de lateral o de volante. Acuña se destacaba por su resistencia física y la capacidad para asistir a sus compañeros de cara al gol. Cuando empezó a crecer en importancia y se animó a poner en duda su continuidad si no le mejoraban el contrato, su mamá lo llamó por teléfono y le dijo que no fuera desagradecido con quienes le habían dado su primera oportunidad. Finalmente, el “Huevo” se quedó en Caballito por cuatro temporadas y se convirtió en un jugador destacado de la B Nacional, lo que le valió el salto a la élite del fútbol argentino.

Por un pedido especial de Diego Cocca, se sumó a Racing a mediados de 2014, cuando tenía 22 años. Tuvo una presentación ideal en la “Academia”, marcando el gol de la victoria en un duelo por Copa Argentina ante San Martín de San Juan. A pesar de su promisorio debut, a lo largo de la temporada le tocó ser el sustituto de un joven “Ricky” Centurión, que atravesaba un momento espectacular. Con Diego Milito como abanderado, el equipo de Cocca alcanzó un gran nivel y se quedó con el torneo de Primera División, cortando una sequía de 13 años sin festejos. Acuña, que terminó siendo una pieza importante del plantel, cerró el año con la conquista de su primer título profesional y dando la vuelta olímpica en el Cilindro de Avellaneda.

Cuando Centurión se fue de la “Academia”, el “Huevo” desplegó su máximo potencial. Atacaba y defendía con la misma precisión, y artilleros como Diego Milito, Lisandro López y Lautaro Martínez aprovecharon sus centros desde la banda para encontrarse con la red. El volante se ganó el cariño de la hinchada y su rendimiento tuvo premio a mediados de 2016, cuando Edgardo Bauza le dio la oportunidad de representar a la Argentina. Luego de que el “Patón” diera a conocer la lista de convocados, Marcos llamó a su mamá para contarle la noticia y le respondieron con lágrimas de alegría. Había motivos para emocionarse: era la primera vez en la historia que un futbolista nacido en Neuquén llegaba a la Selección Mayor.

Después de su convocatoria y tras varias idas y vueltas con la dirigencia de Racing, dio el salto a Europa con 26 años, en una etapa ideal de madurez personal y futbolística. Con la camiseta del Sporting de Lisboa ganó tres campeonatos en Portugal y se consagró como el argentino con más presencias en la historia del club. Sin embargo, su mayor logro en ese período fue consolidarse en la Selección de Jorge Sampaoli y viajar a Rusia en 2018 para defender los colores de su país en la cita mundialista. Aunque apenas disputó los 90 minutos de la derrota contra Croacia en fase de grupos, su sola presencia marcó otro hito en el deporte neuquino y llenó de orgullo a toda la Patagonia.

Sin ser titular indiscutido, el “Huevo” tuvo más minutos en la Copa América de Brasil en 2019 y se convirtió en un nombre recurrente en las listas de la Selección. Su versatilidad dentro del campo de juego convenció a Lionel Scaloni de hacerlo parte de su proyecto al frente del combinado nacional. El entrenador de Argentina reconoció que es difícil que ocupe un puesto entre los once titulares, pero valora su aporte al grupo cada vez que ingresa desde el banco de suplentes.

Esta semana, Marcos Acuña concretó su traspaso al Sevilla de España, último campeón de la Europa League. Dar la talla en la liga española será uno de los desafíos más grandes de su trayectoria, y una excelente posibilidad para mostrarse en Europa y cuidar su lugar en la Selección. El próximo objetivo de su carrera es meterse entre los convocados para la copa del mundo en Qatar, pero el “Huevo” maneja esa ilusión con la calma y humildad que lo caracterizan. Después de todo, aunque hoy se codee con las máximas estrellas del planeta, no se olvida de todos los sacrificios que tuvo que realizar desde sus humildes inicios en Zapala, Neuquén, para poder alcanzar su gran presente en Europa y la Selección.

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