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Wilma Giglio: "Cuando bailo siento libertad, felicidad y curiosidad"

La cordobesa ascendida a primera bailarina del prestigioso Real Ballet de Dinamarca, compartió su inspiradora trayectoria desde los escenarios de barrio en Córdoba hasta los teatros más importantes del mundo.

01/08/2025 | 20:49Redacción Cadena 3

FOTO: Wilma Giglio: "Cuando bailo siento libertad, felicidad y curiosidad".

  1. Audio. Wilma Giglio: "Cuando bailo siento libertad, felicidad y curiosidad"

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En un diálogo exclusivo con Sergio Suppo para Cadena 3, Wilma Giglio, la talentosa bailarina cordobesa recientemente ascendida a primera bailarina del prestigioso Real Ballet de Dinamarca, compartió su inspiradora trayectoria desde los escenarios de barrio en Córdoba hasta los teatros más importantes del mundo. 

A sus 31 años, Giglio se prepara para debutar en el Teatro Colón el 7 de agosto, un hito que marca el regreso triunfal de una artista que, con esfuerzo y pasión, ha llevado el nombre de Argentina a lo más alto de la danza clásica.

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¿Cómo comenzaste tu relación con la danza y qué te llevó a elegir esta carrera?

Desde muy pequeña, según mi mamá, mostraba interés por actuar y contar historias. A los tres o cuatro años, vi a unas nenas bailando con tutús en una academia de barrio Parque Latino, en Córdoba, y le dije a mi mamá que quería hacer eso. Nunca me despegué de esa ventana. Empecé en esa academia y, a los ocho años, ingresé al Seminario de Danzas del Teatro Libertador tras una audición. Siempre supe que quería bailar, aunque en mi familia no había antecedentes artísticos.

¿Cómo pasaste de una academia de barrio al Teatro Libertador y luego a una carrera internacional?

A los siete años, mi mamá me presentó la posibilidad de audicionar para el Seminario de Danzas del Teatro Libertador, un programa exigente de ocho años. Me encantó y nunca dudé de que era mi camino. A los 15, gané una preselección en Carlos Paz que me llevó al Prix de Lausanne en Suiza, un concurso prestigioso. Allí, directores de varias escuelas me ofrecieron becas, y elegí la National Ballet School de Toronto, donde completé mis estudios secundarios y mi formación como bailarina.

¿Cómo fue dejar Córdoba a los 15 años y adaptarte a Canadá sin hablar inglés?

Fue muy difícil. Me fui sola, sin mis padres, a un país con otro idioma y cultura. Lloraba mucho al principio, extrañaba a mi familia. Vivía en una residencia supervisada, lo que ayudó, y tenía contacto constante con mis padres. Aprendí inglés por necesidad, en las clases y en la vida cotidiana. Cada año se hacía más fácil, y mi base técnica de Córdoba me permitió adaptarme a nuevos estilos de danza clásica.

¿Qué sacrificios implicó dedicarte a la danza desde tan joven?

Fue una vida doble: iba a la escuela de 7 a 14, comía rápido y tomaba un colectivo al Teatro Libertador para clases de 16 a 22. Sacrificaba cumpleaños, salidas con amigas y tiempo con mi familia. A los 12, tomé conciencia de que la danza era algo serio, no un hobby, y requería un compromiso total, similar al de un deportista de élite.

¿Cómo descubrieron tus condiciones para ser una bailarina de élite?

Mis maestras en la academia de barrio y en el Seminario de Danzas vieron mi facilidad para el ballet clásico desde los cuatro años. Me lo comunicaban a mi mamá, que no sabía de danza, y eso fue clave. En las audiciones, como la del Teatro Libertador o el Prix de Lausanne, los evaluadores confirmaron que tenía las condiciones necesarias para una carrera profesional.

¿Cómo llegaste al Real Ballet de Dinamarca y qué significa ser primera bailarina?

A los 19, tras graduarme en Toronto, audicioné para el Real Ballet de Dinamarca, una compañía que siempre admiré. De unas 300 candidatas, fui una de las ocho seleccionadas para el cuerpo de baile. Ascendí a solista y, recientemente, a primera bailarina. Como primera bailarina, interpreto los roles protagónicos, como Julieta en Romeo y Julieta o el cisne principal en El lago de los cisnes, contando la historia central de la obra.

¿Qué sentís cuando bailás en el escenario?

Siento libertad, felicidad y curiosidad. Bailar es un proceso constante de mejora, donde descubro algo nuevo cada día. Puedo usar mis emociones, como tristeza o alegría, para contar historias de manera poética. La música me guía, y desde pequeña desarrollé un oído sensible a ella, aunque a veces noto errores que el público no percibe.

¿Cómo es la exigencia física y mental de ser primera bailarina?

Es comparable a la de un atleta de élite. Bailamos de 7 a 10 horas diarias, con 120 funciones al año, cada una de tres horas. El nivel físico y mental es altísimo. Ensayamos dos meses por espectáculo, y en el escenario debemos olvidarnos del esfuerzo para enfocarnos en narrar la historia.

¿Qué significa para vos bailar en el Teatro Colón el 7 de agosto?

Será mi primera vez en el Colón, un sueño que parecía lejano. Bailaré La Sylphide, una obra emblemática del estilo danés, creada por August Bournonville. Trabajé con Julio Bocca hace tres años en Dinamarca, y él me invitó a esta gala. Es una mezcla de felicidad y emoción, casi irreal, volver a Argentina y actuar en uno de los teatros más importantes del mundo.

¿Por qué recomendarías a alguien ir a ver ballet?

El ballet combina música clásica, danza y narrativa, ofreciendo una experiencia única que permite olvidar los problemas por unas horas. Recibí un mensaje de una madre cuya hija, con una enfermedad grave, vio mi Romeo y Julieta y por tres horas se olvidaron de su dolor. Eso es lo que me motiva a bailar.

¿Qué libro recomendarías a los oyentes?

Los pilares de la tierra, de Ken Follett. Es una novela histórica británica, ficticia pero hermosa, sobre la construcción de catedrales y la persecución de sueños.

Entrevista de Sergio Suppo.

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