El mundo no es color Barbie

Flavia Irós

Barbie pone los pies sobre la tierra, sus piecitos curvilíneos y en punta bajan a la realidad y por primera vez hasta nos animamos a imaginar que puede tener olor a “pata”.

La película es una oda a la diversidad y un abrazo a amigarnos con tanta exigencia obsoleta y con nosotros mismos. Después de décadas vendiendonos la realidad de la casa perfecta, sin paredes, ollas y mascotas color rosa podemos ver gracias a su guionista Greta Gerwig una versión de la raquítica muñeca de Mattel real.

Tiene aliento, la leche se le venció en la heladera, le salen los waffles quemados y le teme a la muerte. Esta comedia fantástica pivotea entre el mundo real y Barbieland sacudiendo los cánones culturales adquiridos alrededor de prejuicios físicos, morales y de género.

El relato en la pantalla grande incomoda, emociona más de una vez y refuerza la importancia de visibilizar y educar en pos de un mundo en convivencia con lo diverso sin estereotipos dictatoriales. La acusan de fascista, de representar todo lo que está mal en nuestra cultura actual, alentando estándares de belleza poco realistas y la sentencian culpable de haber enfermado a muchas niñas con trastornos de alimentación y otros tantos, por querer pertenecer a este universo plagado de frivolidades.

Pensar que ahora Barbie solo busca humanizarse: aprende a llorar, invita a amigarnos con la celulitis, y festeja tener vagina.

Un momento sublime es cuando Gloria una empleada de Mattel en la ficción hace una reflexión de la Barbie que falta crear en la colección cuando acota: “Hay que crear la Barbie ordinaria que solo busque sentirse feliz cuando finalice el día”, apelando a corrernos de exitismos para sentirnos alguien y valorados.

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La cofundadora de Mattel, Ruth Handler, notó que su hija Bárbara prefería jugar con muñecas de papel que parecieran más adultas antes que muñecos que se asemejaban a niños, así fue como llega a imaginar a la Barbie. Nadie confiaba en una muñeca en esos tiempos con senos y contextura de adulta, pero más allá del boicot y las críticas se tuvo fe y Barbie debutó en la feria del juguete de Nueva York el 9 de marzo de 1959.

Tras un problema descubierto en Mattel en 1973 sobre fraude contable y falsificación de informes financieros en 1974 Ruth junto a su esposo con quien compartía la sociedad, fue expulsada de la empresa, tuvo que renunciar como presidenta, fue condenada a pagar una multa y a realizar servicios comunitarios. En 1980 vendió su participación en Mattel.

Murió en California debido a un cáncer de colon, el 27 de abril de 2002, a los 85 años. Su marido Elliot murió nueve años después a los 95.

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El trato igualitario para los Ken y todas las muñecas marginadas, esta Barbie que se encuentra con su propia crisis existencial, la reflexión hacia el patriarcado, y la burla hacia los clichés con los que hemos convivido subordinados tantos años, hacen de Barbie una película para cantar, reír, pensar y sobre todas las cosas desde la primera escena que gira en torno a la fiesta en su casa en Barbieland a respetar y valorar las diferencias y entender de una vez que la vida de “render rosa” no existe, que la industria si no se aggiorna y deconstruye puede hacer estragos y vaciarnos de valores.

La decisión está en cada uno de nosotros: nos metemos a la cajita feliz de la Barbie para la vidriera o tenemos la valentía de vivir sin moldes obsoletos como muñecos de cajas plásticas.