Enviado Especial
¿La firma de Dios?
05/05/2025 | 13:58Redacción Cadena 3
Jason Perash no vino a Roma por el Cónclave. Vino por un autógrafo.
Este señor de Colorado —de gorra, anteojos finos y ese entusiasmo americano que hace que todo parezca un deporte— colecciona pelotas. De béisbol. Firmadas. Tiene vaya uno a saber cuántas, firmadas por medio planeta: desde Nixon hasta Trump, pasando por astronautas, Juan Pablo II y Paul McCartney. Algunos coleccionan estampillas, otros traumas; Jason, pelotas.
Pero esta vez la cosa se le fue un poco de las manos. Se apareció en el Vaticano en plena sede vacante con una caja llena de pelotas vírgenes y un plan más digno del Antiguo Testamento que de un aficionado al deporte: hacerlas firmar por todos los cardenales que entran al Cónclave. ¿Por qué? Porque uno de ellos —¡uno solo!— va a salir de allí convertido en Papa, y Jason quiere tener su firma ‘de antes’. Como quien junta figuritas sin saber cuál va a ser la difícil.
/Inicio Código Embebido/
/Fin Código Embebido/
“¿Y si le acierta?”, pregunta uno.
“¿Y si no?”, pregunta otro.
“¿Y si ya la tiene firmada?”, se pregunta él, acariciando su tarjeta personal que muestra con orgullo como si fuera una credencial papal: su nombre, su teléfono y, claro, tres pelotas gloriosas garabateadas por Benedicto XVI, Juan Pablo II y, por qué no, McCartney.
Jason es católico. También es paciente, y parece buena gente. Dice que si alguien lo ayuda a conseguir la firma del nuevo pontífice, hará una donación a la diócesis de ese benefactor (y deja constancia de su promesa en la tarjeta).
Me pregunta con inocente desconcierto por qué creo que a los periodistas nos interesa su historia, que no entendía el revuelo; me mira desconcertado de nuevo cuando le respondo que, en una semana de cardenales mudos, fumatas posibles y teorías santas, encontrar a un tipo que junta pelotas firmadas por papas y astronautas era lo más sensato que habíamos visto en días.
Y ahí sigue, en la Plaza de San Pedro, pelotas en mano, mirando a los cardenales como quien mira al futuro: con fe, con esperanza… y con una lapicera indeleble.




