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La Iglesia después de Francisco: no sólo quién, sino hacia dónde

  

21/04/2025 | 17:15Redacción Cadena 3

FOTO: Francisco, el Papa que cambió la Iglesia (Imagen IA)

  1. Audio. La Iglesia después de Francisco: no sólo quién, sino hacia dónde

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La muerte del papa Francisco el 21 de abril de 2025 marca un punto de inflexión para la Iglesia Católica y el mundo. Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano y jesuita, dejó un legado transformador definido por su énfasis en la misericordia, la justicia social y la apertura a las periferias.

Sin embargo, su partida abre un escenario de incertidumbre en el que la Iglesia enfrenta desafíos internos y externos, mientras el cónclave que elegirá a su sucesor tendrá profundas implicaciones geopolíticas. 

La pregunta no es solo quién será el próximo Papa, sino qué dirección tomará una institución que lidera a 1.300 millones de fieles en un mundo polarizado.

Desafíos post-Francisco

Francisco impulsó reformas que buscaban modernizar la Iglesia, pero su pontificado también generó tensiones. Internamente, la institución enfrenta una polarización entre progresistas, que defienden la continuidad de su agenda inclusiva, y conservadores, que abogan por un retorno a la ortodoxia doctrinal.

Su apertura a temas como la acogida a la comunidad LGBTQ+, la comunión para divorciados vueltos a casar y el rol de las mujeres —incluyendo su decisión de otorgar voto a laicas en el Sínodo sobre la Sinodalidad— han sido avances para unos y herejías para otros. La resistencia de sectores ultraconservadores, especialmente en Estados Unidos y Europa, ha sido feroz, con figuras como el cardenal Raymond Burke acusando a Francisco de diluir la doctrina.

La Iglesia también debe lidiar con desafíos estructurales. Los escándalos de abusos sexuales, aunque abordados por Francisco con medidas como la abolición del secreto pontificio en estos casos, siguen erosionando la credibilidad de la institución. 

La reforma de la Curia Romana, iniciada con la constitución Praedicate Evangelium, busca una gestión más transparente, pero su implementación está incompleta.

Además, la secularización en Europa y el declive de vocaciones sacerdotales contrastan con el crecimiento del catolicismo en África y Asia, lo que plantea la necesidad de una Iglesia más global y menos eurocéntrica.

Externamente, la Iglesia enfrenta un mundo marcado por conflictos, desigualdad y crisis climática. Francisco fue una voz profética en estos temas, desde su encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado del planeta hasta sus llamados por la paz en Ucrania y Gaza. 

Su sucesor deberá mantener esta relevancia moral sin alienar a sectores conservadores que critican el activismo social del Vaticano. 

La capacidad de la Iglesia para mediar en conflictos globales, como lo hizo Francisco con el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos en 2014, dependerá de la visión del próximo Papa.

Impacto geopolítico de la elección del sucesor

La elección del próximo Papa no es solo un asunto eclesial; es un evento con ramificaciones geopolíticas. El Vaticano, aunque pequeño, ejerce una influencia desproporcionada como actor moral y diplomático.

La nacionalidad y la orientación ideológica del nuevo pontífice podrían reconfigurar alianzas y tensiones globales. 

Por ejemplo, un Papa africano, como el ghanés Peter Turkson o el congoleño Fridolin Ambongo, podría fortalecer la voz del Sur Global, priorizando temas como la justicia económica y el cambio climático, pero enfrentaría resistencias en un Occidente cada vez más conservador.

Un Papa asiático, como el filipino Luis Antonio Tagle, reflejaría el creciente peso de Asia, donde el catolicismo está en expansión.

Su elección sería un mensaje de universalidad y podría reforzar la diplomacia vaticana en regiones como China, donde Francisco logró un acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos. 

Sin embargo, un pontífice asiático podría ser visto como una amenaza por gobiernos autoritarios que recelan de la influencia religiosa.

Por otro lado, un Papa europeo, como el italiano Pietro Parolin o Matteo Zuppi, podría buscar estabilizar la Iglesia en su bastión histórico frente a la secularización, pero arriesgaría perpetuar la percepción de eurocentrismo en un momento en que solo el 39.9% de los cardenales electores son europeos.

Un candidato latinoamericano, como el colombiano Luis José Rueda Aparicio, mantendría el impulso de Francisco, pero su probabilidad es baja dado el reciente pontificado de Bergoglio.

La elección también estará influenciada por dinámicas políticas externas. En Estados Unidos, sectores conservadores, alineados con figuras como Donald Trump, apoyan a cardenales como Burke, lo que podría intensificar las divisiones internas si un ultraconservador asciende. 

En contraste, un Papa progresista podría consolidar la influencia del Vaticano en foros globales como la ONU, pero enfrentaría críticas de gobiernos de derecha en Europa y América.

Candidatos al papado

Un mosaico de visiones

El cónclave, que comenzará entre el 6 y el 11 de mayo de 2025, reunirá a 138 cardenales electores, de los cuales el 80% fueron nombrados por Francisco, lo que inclina la balanza hacia un candidato reformista. 

Sin embargo, la diversidad de los cardenales —provenientes de 66 países— y la necesidad de una mayoría de dos tercios podrían llevar a un compromiso. Entre los papables destacan:

• Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): Progresista y carismático, exarzobispo de Manila y actual pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización. Su enfoque pastoral, centrado en la inclusión y la justicia social, lo alinea con el legado de Francisco. 

Su juventud garantiza un pontificado largo, pero algunos lo consideran demasiado emocional para liderar la Curia. Sería el primer Papa asiático, un hito histórico.

• Pietro Parolin (Italia, 70 años): Secretario de Estado del Vaticano, es un diplomático experimentado con un perfil moderado. Su rol en acuerdos como el de China lo convierte en un candidato de consenso, capaz de equilibrar tradición y modernidad. 

Sin embargo, su enfoque institucionalista podría ser un obstáculo para quienes buscan un líder más pastoral.

• Matteo Zuppi (Italia, 69 años): Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.

Su compromiso con la paz y los vulnerables lo alinea con Francisco, pero su bendición a parejas homosexuales genera resistencias entre conservadores.

• Peter Turkson (Ghana, 76 años): Ex-prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, es moderado y defensor de la justicia social y el medioambiente. 

Su elección sería un símbolo de la creciente influencia africana, pero su edad podría limitar su candidatura.

• Raymond Leo Burke (Estados Unidos, 76 años): Ultraconservador y crítico abierto de Francisco, defiende la liturgia tradicional y se opone a las reformas aperturistas. 

Su respaldo entre sectores tradicionalistas, especialmente en EE.UU., es fuerte, pero su postura divisiva lo hace improbable en un cónclave dominado por cardenales de Francisco.

• Pierbattista Pizzaballa (Italia, 60 años): Patriarca latino de Jerusalén, combina experiencia diplomática con un enfoque misionero. 

Su trabajo en Oriente Medio lo posiciona como una figura de equilibrio, pero su relativa juventud podría ser un factor en contra para algunos cardenales.

• Fridolin Ambongo Besungu (Congo, 65 años): Arzobispo de Kinshasa, es progresista y vocal en temas de justicia social y corrupción en África. Su elección sería un mensaje poderoso para el Sur Global, pero su perfil combativo podría generar resistencias.

Otros nombres, como el húngaro Péter Erdo (conservador) o el español Juan José Omella (progresista), también figuran, pero con menos fuerza.

La posibilidad de un “papa negro” —un término histórico para un candidato inesperado— no se descarta, dado el precedente de Bergoglio en 2013.

Un cónclave en la encrucijada

El próximo Papa heredará una Iglesia en transición, con el desafío de consolidar las reformas de Francisco sin fracturar la unidad. 

La elección reflejará no solo las prioridades teológicas, sino también las dinámicas geopolíticas de un mundo en crisis. 

Un pontífice progresista podría acelerar la globalización de la Iglesia, pero arriesga alienar a los tradicionalistas. 

}, en cambio, podría estabilizar la doctrina, pero perdería relevancia en un mundo que demanda apertura.

Francisco, con su “Iglesia pobre para los pobres”, abrió puertas que difícilmente se cerrarán. 

Su sucesor, sea de Asia, África, Europa o América, deberá navegar un delicado equilibrio entre tradición y modernidad, mientras el mundo observa con expectación la fumata blanca que anunciará el rumbo del catolicismo en el siglo XXI. 

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