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Un cadáver en el placard: las cinco claves de un caso que estremece

A 18 días del hallazgo de un cuerpo en un departamento del Centro de Córdoba, la investigación ya tiene algunas pistas, pero demasiadas preguntas. Dos jueces, en la mira.

23/07/2025 | 10:06Redacción Cadena 3

FOTO: La polémica sobre la prisión domiciliaria de un ex policía condenado por homicidio

FOTO: El juez Gustavo Echenique Esteve y el juez Facundo Moyano Centeno.

FOTO: Jorge Javier Grasso, al ser detenido en Paraguay, a fines de 2024. (Archivo)

  1. Audio. El insólito trabajo que el expolicía Grasso tenía en la "prisión domiciliaria"

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1. La víctima. El pasado sábado 5 de este mes, temprano, cuatro policías ingresaron en el 3 B del edificio ubicado en calle Buenos Aires 315, Centro de la ciudad de Córdoba, y se toparon con el espanto. En un pequeño placard de material encontraron un cadáver envuelto con colchas y atado con cables. El trabajo de los forenses determinó que se trataba de una mujer de entre 20 y 40 años, de contextura menuda, con el pelo teñido y que habría muerto hacía uno seis meses. Por el avanzado estado de descomposición del cuerpo, no ha sido posible identificarla aún. 

Si bien ya tienen una muestra de ADN, no logran con quién cotejarla, ya que no coincide con dos mujeres que figuran como desaparecidas en distintas unidades judiciales. 

En estos 18 días, nadie se acercó a Tribunales para acercar datos de alguna familiar desaparecida. Los forenses tampoco lograron encontrar la causa de la muerte: los huesos no presentan marcas de balazos o de puñaladas, por lo que se presume que pudo haber sido asfixiada de manera manual.

2. Un asesino en el edificio. Según los registros oficiales, el 19 de abril de 2006, el entonces policía Horacio Grasso fue detenido acusado de amenazas calificadas, lesiones leves y coacción. Sin embargo, entre una fiscalía y el juzgado de Control decidieron devolverlo a la libertad casi de inmediato. A esa altura, su mediocre carrera policial estaba extinguida. Grasso hacía tiempo que se movía en los márgenes del uniforme y el delito: visitaba a narcos, proveía de armas a delincuentes, controlaba de alguna manera el flujo delictivo en la caliente zona sudeste de la ciudad de Córdoba, en los alrededores del cementerio San Vicente, donde aún el avance de la droga era un secreto que sólo los vecinos conocían. Menos de un año después de quedar en libertad, Grasso mató. Junto a un exsoldado, Roberto Serviliano Moreno, fueron a robarle a un presunto vendedor de drogas en barrio Colonia Lola.

Según la investigación de aquel momento, le dispararon con un FAL, justo cuando en medio de la calle pasaba una familia en un Renault 12. La mala puntería hizo que el proyectil ingresara por la luneta e impactara en la cabeza del pequeño Facundo Novillo Cancino (6), quien iba asomándose a la vida, mirando por la ventana del auto.

El 24 de abril de ese año, Grasso fue detenido. En 2009 llegó el juicio, y el expolicía terminó condenado a 27 años de prisión por homicidio en ocasión de robo. Su cómplice recibió 23 años de condena.

En enero de 2019, por primera vez un juez de Ejecución Penal, Gustavo Echenique Esteve, le otorgó una llamativa prisión domiciliaria.

La defensa de Grasso adujo que presentaba patologías psiquiátricas por el consumo de drogas y patologías cardíacas. A raíz de ambas dolencias, todos los días debe tomar una batería de medicamentos. Sin embargo, en septiembre de ese mismo año volvió a la cárcel, tras ser detenido dos veces por violencia contra su madre y su entonces pareja.

En 2021, el mismo juez de Ejecución Penal volvió a darle el beneficio de la prisión domiciliaria. Esta vez, Grasso se fue a vivir al 3 B de calle Buenos Aires 315, a dos cuadras de la plaza San Martín de la ciudad de Córdoba.

3. Los jueces y el Servicio Penitenciario. Hoy, dos jueces de Ejecución Penal han quedado bajo la mirada social. Primero, el juez de Río Cuarto, Gustavo Echenique Esteve, quien le otorgó dos veces la prisión domiciliaria a Grasso.

Echenique Esteve valoró más el peritaje médico que los informes del Servicio Penitenciario que alertaban que el condenado tenía una conducta "pésima" dentro de las cárceles, que varias veces había cometido faltas graves dentro de la Penitenciaría y que, incluso, había observado de manera negativa el departamento del Centro de Córdoba como un lugar adecuado para cumplir una prisión domiciliaria.

Una vez en Córdoba, por jurisdicción, el control de su prisión domiciliaria quedó bajo jurisdicción del juez de Ejecución Penal Facundo Moyano Centeno, quien tuvo cientos de alertas sobre que Grasso no cumplía con las normas indicadas. Recién cuatro años después, ordenó que volviera a prisión. Cuando el expolicía abandonó el departamento y dos personas ingresaron a limpiar, se descubrió el espanto.

Pese a que el Servicio Penitenciario presentó informes negativos sobre la conducta de Grasso dentro de las cárceles de la provincia, hay un dato que no escapa a nadie: el traslado a la cárcel de Río Cuarto. Tras ser condenado, el expolicía estuvo detenido primero en Bouwer y luego en Cruz del Eje, penitenciarías que cuentan con servicios médicos adecuados.

Pero ante una supuesta enemistad con otros detenidos, en 2018 (cuando aún el jefe de todo el Servicio Penitenciario era Juan María Bouvier, hoy preso sospechado de haber liderado un megaesquema de corrupción interno) Grasso fue trasladado a la cárcel de Río Cuarto, que no tiene un servicio médico acorde a las patologías que supuestamente presentaba.

Ante esto, sólo cuatro meses después, el juez de esa jurisdicción, Echenique Esteve, le otorgó por primera vez la prisión domiciliaria.

Cuando Grasso regresó a prisión, de nuevo lo trasladaron a Río Cuarto, y en marzo de 2021 logró el mismo beneficio.

4. Patronato del Liberado. Durante 2021, 2022 y 2023, cada vez que los psicólogos y trabajadores sociales del Patronato del Liberado fueron a constatar que Grasso estuviera encerrado en el 3 B del edificio de Buenos Aires 315, lo encontraron. Sin embargo, el 26 de abril de 2024, nadie atendió cuando llamaron a su puerta. Lo mismo sucedió el 7 de junio y el 1 de noviembre de ese año. ¿Grasso los recibía en la puerta del departamento o directamente en la puerta del edificio? ¿Alguna vez alguien del Patronato del Liberado ingresó en su domicilio? Hay demasiadas dudas al respecto. Los informes oficiales no dan especificaciones en ese sentido. El Patronato del Liberado jamás se enteró de las críticas que los vecinos del edificio hacían sobre Grasso, al que acusaban de haber alterado la convivencia con episodios más que alarmantes. Tampoco hubo ningún trabajo de inteligencia que detectara que el expolicía ofrecía sus servicios por internet para restaurar armas de fuego.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

El control también era responsabilidad de la Central de Monitoreo del Servicio Penitenciario, que sigue la tobillera electrónica que se le colocó. El funcionamiento de este sistema es básico: la tobillera responde a un aparato que deja de recibir la señal cuando se aleja a una cantidad de metros prefijada.

O sea, no tiene seguimiento geolocalizado, sino que sólo emite una señal de alerta cuando la tobillera se aleja más de lo estipulado.

El registro oficial impresiona: entre 2021 y 2025, hubo 255 eventos reportados. ¿Qué significa esto? Que en 255 días se activó la alarma porque la tobillera se había alejado más de lo estipulado. O sea, Grasso había abandonado la prisión domiciliaria. En la mayoría de los casos, fueron por lapsos de unos 10 minutos en promedio. Pero hubo eventos de varias horas sin saber dónde estaba Grasso.

Oficialmente tuvo 127 salidas autorizadas, sobre todo para ir a controles médicos en el Hospital de Córdoba (en promedio, cada 15 días).

¿Qué pasaba con el resto de las salidas? Cuando a Grasso le exigían explicaciones, en muchas oportunidades presentaba certificados de supuestos tratamientos odontológicos, siempre firmados por la misma odontóloga.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

A esa altura, en el edificio todos hablaban de Grasso. Por la música. Por las visitas. Por la humedad que salía de su departamento y se iba desparramando en los otros domicilios. Por los gritos que se escuchaban a la noche. Por aquella joven que un día salió corriendo, según contarían después. Por el acoso a otras vecinas. Por el aspecto inmundo que tenía cada vez que bajaba por las escaleras. Porque se lo cruzaban en el supermercado, como si no le debiera nada a nadie. Por las amenazas que le hizo un hombre que osó pedirle que bajara el volumen y terminó con un incendio en la puerta de su departamento. Incluso, en octubre de 2021, alguien lo denunció en la unidad judicial por las amenazas, causa que jamás se movió.

En este 2025, el Patronato del Liberado fue 11 veces a visitarlo. En nueve ocasiones, no lo encontraron. El 12 de mayo pasado, su tutor, Juan Enrique Jairala, le comunicó a la Justicia que ya no quería continuar con esa responsabilidad. Tres días después, el Juzgado de Ejecución Penal 1 comunicó que Grasso ya había conseguido un nuevo tutor: Cristian Damián Reartes, el portero del edificio.

Otras dos veces más, nadie atendió al Patronato del Liberado cuando los empleados fueron a visitarlo. Tantos informes negativos terminaron por convencer al juez Moyano Centeno de revocarle la prisión domiciliaria.

5. Dónde está el hermano. Fue le propio hermano de Grasso, Jorge Javier Grasso, el que lo presentó en Tribunales el pasado jueves 3 de este mes, cuando lo regresaron a una celda de Bouwer. 

Un día después, el hermano llamó a dos personas en situación de calle, a los que les ofreció un dinero para que limpiaran el 3 B, el departamento que Horacio ya no iba a habitar más. Cuando estos hombres entraron, encontraron en un pequeño placar de cemento un cadáver envuelto en cubrecamas y atado con cables. 

Desde hacía varios días, el olor en todo el edificio ya era insoportable. Los vecinos hoy recuerdan cómo el portero subía y bajaba pisos arrojando perfume en aerosol.

Cuando el espanto se hizo público, también se conoció la historia judicial el hermano del expolicía, Javier, varias veces denunciado por acosar a jóvenes de otro edificio, además de haber sido detenido en Paraguay, acusado por un suculento robo. Para ser extraditado, presentó un extraño documento: se autopercibía mujer.

Todo ocurrió a fines de noviembre del año pasado, en Ciudad del Este. Javier fue detenido, acusado de robar una mochila con 12 mil dólares. Al presentar su DNI argentino, se constató que sólo tres semanas antes antes había cambiado de género, pero no de nombre. 

Esto generó un embrollo importante en el país vecino: ¿a qué carcel lo iban a mandar? Finalmente, en pocos días terminaron por expulsarlo de Paraguay. Y regresó a Córdoba, donde nadie lo perseguía judicialmente, pese a que tenía varias denuncias acumuladas por acosar a vecinos.

Hoy, confiaron altas fuentes policiales y judiciales, nadie sabe dónde esta Javier. En sólo dos semanas, le perdieron el rastro por completo.

El viernes pasado, el fiscal José Bringas, ordenó allanar las viviendas de la madre de los Grasso, Eunice Meyer, y del propio Javier Grasso. Si bien no hay ninguna imputación sobre este último (en realidad, aún nadie está acusado por el cadáver que encontraron en el placard), no deja de llamar la atención que a la Policía se le haya perdido un eslabón que puede ser importante en toda esta historia. 

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