Chile bajo presión: las fallas detrás de los sismos en el país y el Mar del Sur
Ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, Chile enfrenta constantes terremotos debido a la subducción de placas y fallas corticales, tanto en tierra como en el océano, que representan un riesgo permanente para su población.
02/05/2025 | 10:55Redacción Cadena 3
Chile, uno de los países más sísmicamente activos del mundo, se encuentra en el epicentro del Cinturón de Fuego del Pacífico, donde la interacción entre placas tectónicas genera terremotos de gran magnitud y tsunamis devastadores.
La zona de subducción
El motor de los grandes terremotos
La principal causa de los sismos en Chile es la zona de subducción que recorre sus 4.300 kilómetros de costa, donde la placa oceánica de Nazca se desliza bajo la placa Sudamericana a una velocidad promedio de 66 mm por año.
Este proceso de convergencia acumula enormes tensiones tectónicas que se liberan en forma de terremotos, muchos de los cuales superan la magnitud 8.
El terremoto de Valdivia de 1960, el más potente registrado en la historia con 9,6 Mw, es un ejemplo icónico de estos eventos interplaca, que además generó un tsunami que arrasó comunidades costeras y dejó miles de víctimas.
Más al sur, en la región de Aysén, la placa Antártida se subduce a un ritmo más lento, produciendo sismos menos frecuentes pero aún significativos, como el que ocurrió hoy.
Además, placas menores como la de Pascua y la de Juan Fernández, cercanas a la Isla de Pascua y el archipiélago de Juan Fernández, generan sismicidad localizada, aunque con menor impacto en el territorio continental.
Fallas corticales
Amenazas en el interior
Además de la subducción, Chile alberga cerca de 1.000 fallas corticales (intraplaca) dentro de la placa Sudamericana, capaces de desencadenar terremotos destructivos. Estas fallas, fracturas en la corteza terrestre, son más superficiales —generalmente a menos de 60 km de profundidad—, lo que intensifica el impacto de sus movimientos en la superficie en comparación con los sismos de subducción más profundos.
Entre las fallas corticales más relevantes están:
• Falla de San Ramón: ubicada bajo el sector oriental de Santiago, se extiende por 25 km y podría generar un sismo de magnitud 7,5. Su última ruptura significativa ocurrió hace unos 8.000 años, lo que sugiere una acumulación de energía considerable.
• Falla de Liquiñe-Ofqui: en la zona sur, entre Los Lagos y Aysén, esta falla de 1.200 km de largo es responsable de sismos superficiales y actividad volcánica. En 2007, un terremoto de 6,2 Mw en Aysén provocó deslizamientos de tierra y tsunamis locales.
• Falla de Magallanes-Fagnano: en Tierra del Fuego, esta falla activa genera sismos moderados, como el de magnitud 7,6 en 1949, o el de hoy con 7.5, con potencial para afectar infraestructura en el extremo austral.
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Sismicidad en el mar del sur
En el Pacífico sur, la actividad sísmica está dominada por la subducción de la placa de Nazca, pero también por sistemas de fallas en el fondo marino.
Las dorsales oceánicas, como la Dorsal de Chile, y las zonas de fractura, como la Fosa de Atacama, contribuyen a sismos submarinos que pueden desencadenar tsunamis.
Por ejemplo, el terremoto de 2010 en Maule (8,8 Mw) generó un tsunami que devastó localidades como Constitución y Dichato, evidenciando la vulnerabilidad de las costas chilenas.
La interacción entre la placa de Nazca y las microplacas de Pascua y Juan Fernández también produce sismos en alta mar, aunque su distancia del continente reduce su impacto directo. Sin embargo, estos eventos son monitoreados de cerca debido a su potencial para generar perturbaciones en el océano.
Impactos históricos y riesgos actuales
Chile ha enfrentado algunos de los terremotos más destructivos de la historia. Además de Valdivia (1960), eventos como el de Chillán (1939, 8,3 Mw), Maule (2010, 8,8 Mw) y Coquimbo (2015, 8,3 Mw) han dejado un saldo de miles de víctimas, daños millonarios y lecciones sobre la necesidad de preparación. Las fallas corticales, aunque menos frecuentes, representan un riesgo subestimado, especialmente en áreas urbanas densas como Santiago, donde un sismo en la falla de San Ramón podría colapsar por infraestructura no preparada.
El Servicio Sismológico Nacional de Chile registra un promedio de 7.000 sismos al año, la mayoría imperceptibles, pero entre 5 y 10 de magnitud superior a 6. La modernización de los códigos de construcción y los sistemas de alerta temprana han reducido la letalidad, pero la amenaza persiste, especialmente en zonas costeras expuestas a tsunamis.
Preparación y desafíos futuros
Los expertos advierten que Chile debe seguir invirtiendo en monitoreo sísmico, educación ciudadana y planificación urbana resiliente. El Instituto de Geofísica de la Universidad de Chile y el Centro Sismológico Nacional trabajan en la identificación de fallas activas y la mejora de modelos predictivos, pero la complejidad de las interacciones tectónicas limita la capacidad de prever sismos con precisión.
En el mar del sur, la instalación de sensores submarinos y la integración de datos satelitales han mejorado la detección de tsunamis, pero la rápida llegada de las olas —a veces en menos de 15 minutos— sigue siendo un desafío para la evacuación.
Las comunidades costeras, especialmente en regiones como Biobío y Los Ríos, demandan más simulacros y sistemas de alerta accesibles.
Una realidad tectónica
La ubicación de Chile en el Cinturón de Fuego lo condena a convivir con los sismos, pero también lo ha convertido en un referente mundial en gestión de riesgos sísmicos.
Las fallas geológicas, tanto en tierra como en el Pacífico sur, son recordatorios de la dinámica implacable de la Tierra.
Mientras la placa de Nazca continúa su avance bajo Sudamérica, el país se prepara para enfrentar los próximos eventos, sabiendo que la resiliencia y la ciencia son sus mejores aliados.




