Volvió Cristina y no perdió ninguna maña
Según la expresidenta, una condena equivale a una persecución política comparable a los horrores de la dictadura.
10/06/2025 | 11:52Redacción Cadena 3

Cristina Kirchner volvió a desplegar su estrategia predilecta: la apropiación de la historia, el doble lenguaje y el falseamiento del relato. En un nuevo capítulo de su narrativa, coincidiendo con el aniversario de los fusilamientos de José León Suárez de 1956 —un hito trágico de la resistencia peronista—, la expresidenta se presenta como víctima de un supuesto "fusilamiento" judicial.
Según ella, la condena en la causa Vialidad, dictada por tribunales ordinarios y jueces mayoritariamente nombrados durante gobiernos kirchneristas, equivale a una persecución política comparable a los horrores de la dictadura. La maniobra es clara: apropiarse de los símbolos heroicos del peronismo para posicionarse como mártir.
No es la primera vez que Cristina recurre a esta táctica. En el pasado, durante un homenaje a una maestra desaparecida en los '70, afirmó que "podría haber sido yo", sugiriendo una cercanía con las víctimas de la dictadura que no resiste el análisis histórico.
Mientras miles enfrentaban la represión, ella y Néstor Kirchner se dedicaban a ejecutar deudores en Santa Cruz, lejos de cualquier militancia por los derechos humanos. Solo en 2003, al llegar al poder, descubrieron el potencial político de los organismos de derechos humanos, "escriturándolos" a su favor. La apropiación de tragedias ajenas para construir un relato de victimización es una constante en su discurso.
A esta estrategia se suma el doble lenguaje, reminiscente del "1984" de George Orwell, donde el poder manipula la verdad para sostener ideas contradictorias. Cristina calificó su condena por corrupción como un "certificado de dignidad", un oxímoron que desafía la lógica. Si una condena judicial es un motivo de orgullo, ¿Qué son los no condenados? ¿Indignos, como bromean sus críticos? Este doble discurso busca confundir, presentando una sentencia por malversación de fondos públicos como un galardón, mientras ignora que los tribunales que la juzgaron operan bajo las reglas de la democracia, no de una dictadura.
El falseamiento del relato completa el trío de maniobras. Cristina insiste en que la condenan "por lo que hizo por el pueblo", citando como ejemplo la estatización de las AFJP. Sin embargo, esta medida no afectó a las administradoras de fondos, sino a millones de argentinos cuyos ahorros para la jubilación fueron transferidos al Estado sin compensación.
Mientras ella asegura que el Estado siempre pagó las jubilaciones, omite que el aporte patronal nunca fue a las AFJP, sino al fisco, y que la estatización ocurrió justo cuando estas debían garantizar la rentabilidad de los ahorros acumulados. Lejos de ser un acto de justicia social, fue un movimiento que benefició al gobierno de turno y dejó a los trabajadores sin sus fondos.
Curiosamente, Cristina critica a quienes tomaron créditos del FMI, como Mauricio Macri, ignorando que la misma Corte Suprema que ella cuestiona la sobreseyó en la causa de los dólares futuros, junto a Axel Kicillof y Alejandro Vanoli. La Justicia, que ella tilda de persecutoria, aplicó el mismo criterio para eximirla de responsabilidad en un caso similar al que ahora critica. La contradicción es evidente, pero el relato sigue intacto.
Cristina Kirchner no inventó estas tácticas, pero las ejecuta con maestría. Apropiarse de la historia, manipular el lenguaje y distorsionar la realidad son herramientas que le han permitido mantenerse en el centro de la escena política. Sin embargo, a medida que estas estrategias se repiten, su eficacia depende de la disposición de sus seguidores a aceptarlas sin cuestionar. En un país que merece debates honestos, el desafío es no caer en la trampa de un relato que, aunque seductor, está cada vez más desconectado de la verdad.