Dos reflexiones en el Día de la Lealtad

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Por Sergio Berensztein

Hoy es un día muy especial para la historia política argentina. Es el 17 de octubre. La verdad que no va a haber muchos actos. Ayer hubo una celebración de la CGT un día antes, con manifestaciones culturales. Nada que ver con algo político. Hoy va a haber una marcha enfrente del lugar donde Cristina reside, en San José 1111, en el barrio de Constitución, en la ciudad de Buenos Aires. Había como una polémica ayer si iba a ir o no Kicillof, qué representantes iban a estar en el peronismo real. Por supuesto va a estar La Cámpora.

Una celebración que hoy, en rigor, va más allá del peronismo. El 17 de octubre fue un día muy importante porque la política de masas irrumpió de forma sorpresiva en la Argentina y cambió para siempre la configuración del sistema político, guste uno o no. Si el peronismo existe es porque el sistema político previo no había dado cuenta de transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas que el país estaba viviendo. La política le había dado la espalda. Por eso esas manifestaciones de tener un liderazgo como el de Perón que pudo capitalizar ese vacío y esas demandas insatisfechas de cientos de miles de trabajadores, muchos de esos industriales, que habían migrado del interior a la ciudad de Buenos Aires.

Las dos reflexiones que quiero hacer tienen que ver con las interpretaciones vigentes hasta hoy en la política argentina. Hay un sector de la política que le echa toda la culpa de nuestros males al peronismo. Cree que el peronismo es el responsable de todo lo malo que nos pasa sin dar cuenta de otros problemas previos al peronismo o de las dificultades del no peronismo de gobernar de forma razonable. No es que el peronismo no lo haga, también lo hace. Pero simplificar que todo el problema de la Argentina se reduce a una fuerza me parece absurdo.

También están quienes todavía creen que con el impulso del 17 de octubre, con una especie de identidad que, según ellos, no se degrada, el peronismo alcanza para gobernar. Yo creo que las dos visiones son muy negativas, forman parte de esta grieta ridícula que tenemos y que impide ver la política de forma un poquito más normal y reflexiva. La Argentina necesita soluciones a problemas reales, más allá de las identidades. Si uno le echa la culpa al otro, nunca vamos a encontrar soluciones.

Las visiones antiperonistas a veces son absurdas, porque suponen que la Argentina es una especie de paraíso previo al peronismo y que todo se arruinó por esta conjunción entre un líder y una masa que lo endiosó durante mucho tiempo. No estoy diciendo que el peronismo no haya hecho desatinos en materia macroeconómica. Los hizo. Lo que estoy diciendo es que antes también había desatinos en materia económica y política. ¿Usted cree que la corrupción empezó con el peronismo en la Argentina? No, la verdad que no.

La primera crisis fiscal que tuvo la Argentina, dramática, arranca del comienzo de la vida independiente, luego de la Revolución de Mayo. Todo el sistema económico basado en el vínculo colonial colapsa. La dificultad de financiamiento de la guerra contra España, la emisión de moneda espuria, las confiscaciones para financiar, todo eso derivó en una enorme crisis fiscal. Esto es previo al peronismo, estamos hablando de la década de 1810. La guerra civil en Argentina, los problemas entre unitarios y federales, las disputas por la ciudad de Buenos Aires, son previos al peronismo.

El primer default, Argentina, lo hizo en la década del 20 del siglo XVIII. Y el segundo default, que fue terrible, es de 1890, con el régimen conservador en el poder. Entonces, no es que las cuestiones macroeconómicas, fiscales, la inflación, la emisión, la regulación, las inventó el peronismo. No es cierto. No quiere decir que no haya cometido errores garrafales, pero los problemas políticos, institucionales, macroeconómicos y de violencia política en el país son previos al peronismo. El caudillismo también.

Hipólito Yrigoyen fue el primer personalista que impuso su liderazgo y muchas veces manipuló las instituciones para fortalecerse en el poder. Intervenía provincias por decreto, en esa época el Congreso funcionaba pocos meses al año. Todo eso pone de manifiesto que nuestros problemas son previos al peronismo y que nos ayudan a entender los problemas que tiene el no peronismo cuando gobierna. Todo eso ya está en la historia argentina, simplemente es cuestión de leerlo.

Ahora, está la otra cuestión, el tema de endiosar al peronismo, de suponer que el pueblo es peronista únicamente, que todo lo que no es peronista no es popular. Muchas veces el peronismo supone que lo que hace un partido que gana elecciones popularmente no es popular, lo cual es completamente absurdo. Al mismo tiempo, el peronismo no se hace cargo de los desatinos macroeconómicos que genera y bloquea reformas que son fundamentales para mejorar la calidad de vida de la población.

En particular, el peronismo hoy se ha convertido en una especie de partido que defiende cuestiones que ya no existen. Por ejemplo, los trabajadores, la mayoría de los trabajadores argentinos, están desprotegidos, aún más que cuando el peronismo emergió. Esto hay que decirlo. Eso conspira con los intereses de un montón de gente que no consigue laburo formal porque el empresario no quiere arriesgarse a perder todo.

Así que el peronismo es responsable en buena medida por sus exageraciones y por su deseo de negar la realidad. Por eso creo que no sirven ni las visiones que demonizan al peronismo ni las que sostienen una visión irreal. El 17 de octubre es un día para pensar.

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