La polémica en torno al nuevo ministro de Defensa

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Por Sergio Berensztein

En este fin de semana extra largo, la designación del nuevo ministro de Defensa ha generado un amplio debate. Luis Petri deja su cargo para asumir en el Congreso, y su sucesor es el teniente general Carlos Presti. Esta elección ha desatado polémica, especialmente porque, desde 1983, todos los ministros de Defensa han sido civiles.

Esta tradición civil en el ministerio se originó como respuesta a la traumática experiencia de golpes militares que vivió Argentina, especialmente durante la última dictadura, que dejó un legado de violaciones a los derechos humanos. A partir de entonces, se estableció una política de Estado para despolitizar las Fuerzas Armadas, lo que ha sido un éxito notable en los últimos 42 años de democracia. Sin embargo, esto no implica que las Fuerzas Armadas cuenten con la capacidad operativa necesaria para asegurar la defensa del territorio nacional.

Es indudable que se ha avanzado en la despolitización y profesionalización de las Fuerzas Armadas, pero persisten necesidades en términos logísticos, capacidades, armamento y formación. La pregunta que surge es si la designación de un militar al frente de Defensa afecta esta política de despolitización. Históricamente, los ministros han sido civiles, lo que ha contribuido a mantener el respeto por el poder político civil. Sin embargo, las políticas de defensa son definidas por el presidente, con el apoyo del Congreso.

En un contexto global cada vez más incierto y volátil, con problemas geopolíticos severos y una guerra que parece retornar, es crucial que Argentina cuente con una política de defensa adecuada. La situación en Venezuela, con la acumulación de recursos en el Caribe y la declaración del cártel de los soles como organización criminal por parte del Departamento de Estado de EE. UU., plantea escenarios de conflicto que no pueden ser ignorados.

Esto lleva a la necesidad de contar con un equipo calificado en el ámbito de defensa, que pueda asesorar al Congreso y al Poder Ejecutivo. La falta de especialistas en defensa y seguridad internacional en el ámbito civil es preocupante. En este sentido, confiar en quienes tienen formación militar puede ser una opción válida, dado que las Fuerzas Armadas están despolitizadas y sus miembros están capacitados para enfrentar estos desafíos.

La designación del teniente general Presti, quien hasta ahora fue el jefe de Estado Mayor del Ejército, conlleva una gran responsabilidad. Es fundamental que su gestión contribuya a aclarar el panorama internacional y a definir qué debe hacer Argentina. En este contexto, la mirada debe centrarse en lo que está sucediendo y lo que puede suceder, en lugar de juzgar únicamente por lo que ha pasado.

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