Son pocos, muy pocos los futbolistas que se pueden jactar de ser recibidos como ídolos en un club sin siquiera jugar un solo partido con esa camiseta. Habitualmente, suele pasar con las grandes leyendas cuando llegan a una institución, por el fervor popular que crece en forma ascendente de la mano de la ilusión de los hinchas.
En un corto listado que viene rápido a la memoria colectiva, figura en esa nómina Diego Armando Maradona, cuando se presentó en el Napoli. O Lionel Messi, al arribar a París para jugar en el PSG. O Cristiano Ronaldo, cuando fue a Juventus. O, ahora, el cordobés Paulo Dybala al llegar a Roma.
Cuando Paulo Exequiel Dybala daba sus primeros pasos en el fútbol en La Agustina, en las juveniles de Instituto, seguramente no llegó a soñar algo tan grande. El pibe de Laguna Larga había tenido que hacerse fuerte y superar grandes dolores, como la temprana pérdida de su papá, cuando tenía solo 15 años. Sin embargo, siguió adelante por él y por esa ilusión redonda, que lo iba a llevar lejos. Muy lejos.
En "La Gloria" debutó un 12 de agosto de 2011, con apenas 17 años, y sorprendió a propios y extraños con sus goles en aquel recordado torneo de la B Nacional en el que participó River. El atacante hizo tantos de todos los colores en ese formidable equipo de Darío Franco que quedó a las puertas del ascenso y lo empezaron a sondear de distintos destinos. Finalmente, fue Palermo de Italia el que terminó llevándose a la joya albirroja, que cruzó el charco siendo poco más que un adolescente.
Unos años después, en 2015, la poderosa Juventus vio con amargura cómo el Barcelona le arrebataba la Champions League con mucha autoridad. Tras la derrota, Carlos Tevez anunció su regreso a Boca Juniors y el club tuvo que encontrar un reemplazo para su figura.
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Dybala atravesaba un gran momento en el sur de Italia, donde no paraba de hacer goles con la casaca rosa del Palermo y surgía como una de las promesas de la Serie A. “La Juve” decidió apostar por él para reforzar su ataque y el crack de Laguna Larga se sumó con muchas expectativas a un gigante del fútbol mundial.
Pagaron 32 millones de euros por su pase y “la Joya”, con 21 años, tuvo un debut soñado en la final de la Supercopa de Italia, donde devolvió la confianza depositada en él con el gol del campeonato. Los cabuleros dirán que el destino estaba a su favor: el partido se jugó el 8 de agosto de 2015, en un nuevo aniversario de la fundación de Instituto, el club de sus amores.
Su consagración llegó en un duelo de cuartos de final de la Champions en 2017, cuando se despachó con dos goles contra el Barcelona y el equipo de Messi y compañía quedó afuera de la competencia. El enorme partido de Dybala tuvo su premio dos días más tarde, cuando la dirigencia renovó su vínculo hasta el 2022 y lo convirtió en el jugador mejor pago del plantel.
El club le dio un espaldarazo al otorgarle la mítica camiseta “10” que habían vestido leyendas como Michel Platini, Roberto Baggio y Alessandro Del Piero, pero el cordobés, en sintonía con lo que le pasaba en la Selección, tuvo un bajón, y las dudas comenzaron a sobrevolar su rendimiento.
Tras un pobre Mundial en Rusia 2018 con Argentina, Paulo tuvo que hacerse fuerte de la cabeza para volver a ser el que era, y lo logró al tiempo, formando una dupla letal con el portugués Cristiano Ronaldo. El cordobés llegó a ser capitán, referente y goleador en uno de los clubes más poderosos del planeta, al lado de uno de los mejores jugadores de la historia.
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Los años, los logros y el romance con la hinchada hacen que algunos pocos jugadores puedan vivir momentos únicos. Como las despedidas, esas despedidas tristes, pero lindas. Ante Lazio, en Turín y tras siete temporadas en “La Juve”, 292 partidos, 115 goles y 12 títulos, una multitud lo saludó con una conmovedora ovación y sus compañeros lo levantaron en andas. Emocionado, el cordobés de Laguna Larga sabía que había dejado una huella imborrable en uno de los clubes más grandes del mundo. Aunque quizás no sabía lo que vendría después.
Tras sonar en distintos equipos, cuando se conoció que Dybala iría a la Roma la capital italiana se revolucionó. El argentino fue presentado como refuerzo del elenco de Mourinho y rompió un récord en la liga italiana, que estaba en manos de Cristiano Ronaldo, por la cantidad de camisetas vendidas con su nombre, con el dorsal 21. Todo sin siquiera jugar un minuto.
El argentino recibió el afecto de miles de simpatizantes luego de firmar el contrato que lo vincula a la entidad capitalina hasta junio de 2025 y las imágenes impactantes que reflejaron su recibimiento causaron una gran emoción en el mundo del deporte.
Digno de las bienvenidas a las grandes estrellas del fútbol mundial, de esas que no se ven mucho y quedan en la memoria, Paulo se sentó en las escalinatas y observó, perplejo, a la multitud agitando banderas y coreando su nombre, mientras sonaba de fondo el himno de la Roma y él solo atinaba a agradecer.
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La imagen llevó rápidamente a pensar en el día en que, en 1984, Maradona hizo temblar al San Paolo haciendo delirar a los tifosis napolitanos, que presagiaban desde ese momento lo que iba a terminar siendo el mito. O a la imponente recibida de los parisinos a Lionel Messi, que aún tiene páginas por escribir en el PSG. La impresionante bienvenida de Roma a Dybala estuvo a la altura de esas que tuvieron los dos mejores futbolistas de todos los tiempos.
El cordobés buscará llevar al equipo de la capital italiana a los primeros planos, tanto en el ámbito local como en el internacional, aunque ya avisó que hay que ir “partido a partido”. El delantero se apresta a convertirse en un referente del equipo de “Mou”, justo en un año mundialista, en el que su presencia en Qatar aún no está asegurada.
¿Le alcanzará para afianzarse y ser una certeza indiscutible para Scaloni? ¿Será el guía para que Roma pelee cosas importantes y se consolide como candidato? ¿Podrá revalidar tanta expectativa puesta en él? La historia está por escribirse. Por lo pronto, lo que ya se escribió es que Paulo Dybala es, a poco de llegar, el nuevo emperador romano.
*Textos de Juan Schulthess; narración de Gabriel Rodríguez y edición de Erika Andújar.
