Original tributo de amor con 7.000 árboles y forma de guitarra en el sur cordobés
Lo ideó Pedro Ureta, tras la muerte de su esposa Graciela Yraizoz en 1977. Tres años después plantó cipreses y eucaliptus que le dan forma al dibujo. Ignacio, su hijo, contó la increíble historia de amor a Cadena 3.
10/05/2011 | 06:40Redacción Cadena 3
Pedro Ureta rindió el más increíble y original tributo de amor a su esposa fallecida, Graciela Yraizoz, realizando una guitarra de cipreses y eucaliptus de un kilómetro de largo, en un campo ubicado en General Levalle, provincia de Córdoba.
Ignacio Ureta (42) el mayor de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio en los brevísimos ocho años de vida en común, contó a Cadena 3, cómo pergeñó su padre este tributo.
"La guitarra surge de una idea de mi mamá, que en el año 1977, cuando ellos evaluaban venirse a vivir a Levalle, quería armar su casa en el campo, tener un lugar para aquerenciarse y pensó en la idea de hacer algo como una guitarra".
Cuando la familia Ureta analizaba mudar su hogar a Levalle, llevaban ocho años viviendo en Miramar. Allí nacieron los cuatro hijos del matrimonio: Ignacio, Ezequiel, Soledad y María Julia.
Sin embargo, cuando Graciela, tenía apenas 25 años y con un embarazo de ocho meses, sufrió un aneurisma cerebral y murió en 1977.
"La hizo varias veces, porque de a poco fue plantando los árboles , hasta que en cinco años prendieron todos los ejemplares", contó Ignacio.
"Esto empezó en el '80, así que tiene como 33 años y es un homenaje a mi madre", dijo Ignacio Ureta y agregó: "En varias ocasiones la vi desde el aire, y es una obra que nada tiene que ver cuando estás abajo, porque desde abajo no alcanzás a comprenderla".
"Desde el aire es una obra que te deja callado, porque es muy grande, muy silenciosa y que tiene sus formas", dijo Ignacio y agregó: "Depende de cada uno, las cosas que le dice", señaló el hijo del hacedor de este tributo.
"La guitarra debe tener 7.000 árboles", explicó Ignacio.
El mayor de los Ureta contó que leyendo la entrevista que su padre le concedió al Wall Street Journal, por esta guitarra que es el comentario ineludible de los pilotos comerciales las líneas aérea, se enteró que el sacerdote que lo iba a casar con su madre, puso ciertos reparos a la boda.
Sucede que Pedro Ureta tenía 28 años, fama de bohemio y Graciela, era casi una niña de 17 años y la diferencia de estilos de vida y de edades, alertó al clérigo sobre el acto que iba a celebrar.
"Mi viejo me contó que antes de la ceremonia, el cura los llamó para charlar con ellos y le preguntó si estaba seguro que la iba a amar hasta que la muerte los separe y él le djio: 'Yo la quiero ahora, y yo qué sé qué va a pasar en el futuro'", dijo Ignacio
Con la voz teñida de nostalgia, Ignacio expresó: "Me sigue conmoviendo mi viejo con su historia".
"Después de la muerte de mi madre, mi papá nos dejó con mi abuela en Miramar y se vino a Levalle como quien dice a estar solo y lamerse la herida", contó Ignacio, que al momento de la muerte de su mamá tenía sólo 8 años.
"Empezó esta obra y con el tiempo nos vino a buscar", señaló el joven.
Los viejos vecinos de los Ureta recuerdan al joven viudo acarreando sus pequeños hijos a la escuela en una vieja pick up, cuando funcionaba, y si no a caballo.
Ureta actualmente tiene 70 años, nunca se volvió a casar, pero sí entabló una convivencia con una farmacéutica con la que tiene una hija de 11 años, Manuela.
Los hijos de Ureta están orgullosos de su padre, y de este tributo perenne, a un amor sin tiempo, ni distancia, ni olvido.
Entrevista de Rony Vargas.





