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La muerte del Papa frena la demolición del Luna Park y abre una auditoría

El proyecto quedo envuelto en una polémica y abrió una investigación del Vaticano sobre el Arzobispado porteño. Historia de la donación.

02/05/2025 | 14:51Redacción Cadena 3

FOTO: Luna Park, un ícono de Buenos Aires (Foto red X)

La + muerte del papa Francisco paralizó el controvertido proyecto de demolición del emblemático Luna Park y desencadenó una investigación del Vaticano sobre las decisiones del Arzobispado porteño, propietario del predio junto a la Institución Salesiana. 

El plan, impulsado por la productora DF Entertainment en alianza con la multinacional Live Nation, buscaba reemplazar el estadio, declarado Monumento Histórico Nacional, por un nuevo coliseo de mayor capacidad, pero ahora enfrenta un futuro incierto.

Aprobado el 6 de enero por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, el proyecto generó polémica por su impacto en un inmueble protegido dentro de un Área de Protección Histórica. 

La autorización, tramitada en tiempo récord durante el receso estival, contó con el voto favorable de Juan Vacas, representante alineado con el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri. 

Sin embargo, la Santa Sede, cuya aprobación es indispensable, no ha dado el visto bueno. “Sin la autorización del Vaticano no se puede firmar el contrato ni iniciar ningún proyecto. Es normativa vaticana”, indicaron fuentes del Arzobispado a La Nación.

El deceso del pontífice suspendió el funcionamiento de los dicasterios vaticanos, dejando en pausa la aprobación del proyecto. 

“Cada dicasterio está dirigido por un prefecto y todos ellos renunciaron a la espera de un nuevo Papa. Todo está parado”, confirmaron desde el Arzobispado. 

Además, el Vaticano ya había iniciado una auditoría legal, a cargo de un estudio jurídico de Roma, para investigar si la concesión otorgada a DF Entertainment infringe la Constitución de la Ciudad, la Ley 1777 y el Código de Edificación, que protegen el patrimonio cultural porteño.

El acuerdo, aprobado en octubre de 2024 por Stadium Luna Park S.A. —compuesta en partes iguales por el Arzobispado y los Salesianos—, cede la explotación del estadio por 20 años, prorrogables por otros 20, con una inversión inicial de USD 34 millones. 

Sin embargo, la viabilidad de la demolición es cuestionada, ya que el Luna Park albergó casi 100 espectáculos en 2023 y sigue activo en 2024, desafiando el argumento de obsolescencia.

El expediente permanece bajo análisis del Gobierno de la Ciudad, a la espera de un nuevo Papa, la reorganización del Vaticano y las conclusiones de la auditoría. 

Mientras tanto, el futuro del Luna Park, ícono cultural de Buenos Aires, pende de un hilo entre la preservación patrimonial y los intereses comerciales. 

En manos de la Iglesia

El Luna Park pasó a manos de la Iglesia en 1980, tras una serie de eventos ligados a la historia del estadio y a la voluntad de sus fundadores. 

Construido en 1932 por José “Pepe” Lectoure e Ismael Pace, el “Palacio de los Deportes” se convirtió en un ícono cultural, albergando eventos deportivos, musicales y sociales. Tras la muerte de Pace en 1963, la gestión quedó en manos de Lectoure y su esposa, Ernestina Devecchi, quienes consolidaron al Luna Park como un referente internacional.

En 1973, tras la muerte de Lectoure, Ernestina decidió donar el estadio a la Iglesia Católica, específicamente al Arzobispado de Buenos Aires y a la Congregación Salesiana, en cumplimiento de un deseo compartido con su esposo. 

La donación se formalizó en 1980, tras negociaciones que aseguraron que el predio seguiría funcionando como espacio cultural y deportivo, bajo la administración conjunta de ambas instituciones eclesiásticas. 

La decisión estuvo motivada por la intención de los Lectoure de garantizar la continuidad del Luna Park como un legado para la comunidad, en línea con los valores de servicio social promovidos por la Iglesia.

Desde entonces, el Arzobispado y los Salesianos han gestionado el estadio a través de la sociedad Stadium Luna Park S.A., lo que explica por qué cualquier decisión sobre el predio, como la actual propuesta de demolición, requiere la aprobación de la Santa Sede. 

Esta vinculación eclesiástica ha añadido una capa de complejidad al proyecto, ahora en suspenso por la auditoría vaticana y la espera de un nuevo Papa.

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