¿Tu intendente es "piantaempresas"?

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Por Adrián Simioni

Venimos hablando todo el año de impuestos, tasas municipales, cargas provinciales y de cómo todo eso impacta directo en la actividad económica. El Gobierno nacional empujó el tema a la agenda, pero en muchos lugares miraron para otro lado. O peor: subieron tasas, inventaron nuevas, duplicaron las existentes o empezaron a cobrar por servicios que directamente no existen.

Y claro, las empresas —las que pueden— empezaron a tomar nota. Algunas literalmente se pusieron rueditas. Otras cerraron sucursales, mudaron operaciones, achicaron presencia. Así aparece una figura que vale la pena empezar a mirar con lupa: el intendente “piantaempresas”.

La pregunta es sencilla y conviene hacérsela en cada ciudad: ¿El intendente de tu localidad capta empresas o las espanta?

Los ejemplos sobran. El año pasado uno de los primeros en tomar una decisión fuerte fue el Banco Nación. No era una pyme ni una multinacional privada: era el banco público. Cerró la gerencia zonal de La Pampa y nueve sucursales cuando la provincia decidió duplicar Ingresos Brutos. El argumento fue claro: ese impuesto encarecía el crédito de una manera insostenible.

Después vinieron los bancos privados. En La Matanza cerraron sucursales. El Santander mudó seis a Tres de Febrero, un municipio vecino con un intendente claramente captaempresas. ¿El motivo? En La Matanza, solo por tasa de Seguridad e Higiene, el banco pagaba un monto equivalente a 300 créditos hipotecarios. En vez de financiar viviendas, esa plata iba al municipio por un “servicio” que nadie sabe bien en qué consiste.

Un estudio legal sobre 51 municipios de 10 provincias mostró que, en promedio, los municipios le cargan a los bancos casi un 6% sobre los créditos que otorgan. Eso encarece el crédito, frena la inversión y después nos preguntamos por qué no hay financiamiento.

En la industria pasa lo mismo. El caso de Ternium en Ramallo es elocuente. La siderúrgica pagaba 145 mil pesos por empleado por mes en tasa de Seguridad e Higiene. De un día para el otro se lo llevaron a 358 mil. Ternium no puede mudarse: está atada al territorio. Fue a la Justicia, porque ahí el municipio ya no cobra una tasa: cobra un impuesto encubierto.

En Córdoba tenemos otro ejemplo fuerte: Mercado Libre cerró su oficina central y pasó a trabajo remoto. No se fue del todo, porque necesita un centro de desarrollo y rotación de personal, pero hoy está escuchando ofertas en el Gran Córdoba, buscando un municipio que no le cobre como si fuera un cajero automático.

Hay supermercados que se van del Gran Buenos Aires. Embotelladoras que mudan centros logísticos. Empresas que eligen instalarse a diez kilómetros, pero del otro lado de un límite municipal.

La Unión Industrial advierte que una empresa industrial paga en promedio 7,4 tasas municipales distintas. Muchas no tienen contraprestación. El 80% directamente no devuelve ningún servicio concreto. Y la Constitución es clara: los municipios pueden cobrar tasas solo si hay un servicio. Si no, es un impuesto. Y encima, muchas veces, sin relación alguna con el consumo o el costo real.

La irracionalidad es total. Se cobra tasa sobre la luz por el alumbrado público —ponele—, pero también sobre el gas, como si hubiera calefacción pública en las calles. Se cobra sobre el agua, sobre cualquier cosa. Se inventan conceptos. Se esquilma.

Las empresas, de a poco, reaccionan. Las que pueden se van. Las que no, resisten o judicializan. Y a nosotros nos queda una tarea básica como ciudadanos: mirar qué hacen los intendentes.

Porque no todos son iguales. Hay ejemplos positivos. En Alicia, Córdoba, el intendente lanzó un plan industrial para pymes, el parque empezó a poblarse y anunció baja de impuestos con retroactivo. Eso es un intendente captaempresas.

Es clave distinguirlos. No meterlos a todos en la misma bolsa. Y exigirles algo básico: que no vean a la empresa como una presa para esquilmar, sino como lo que es: trabajo, inversión, desarrollo local.

Si no, después no nos sorprendamos cuando se van. Y cuando se van, no vuelve nadie a apagar la luz.

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