Una clase práctica de fascismo
26/08/2021 | 14:00Redacción Cadena 3
El adoctrinamiento en las aulas no es novedad. Si hoy el tema se impone en la agenda es porque pocas veces pudimos ver a una docente intentando manipular a sus alumnos con las mentiras grotescas y la violencia dramática del video que se viralizó. Me refiero por supuesto a la docente de La Matanza.
Pero este exceso se inscribe en un trabajo de zapa constante, que lleva años, donde se cancelan personajes históricos, se descontextualizan procesos complejos y se impone una nueva historia oficial.
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Hace rato, por ejemplo, que la historia revisionista que reivindica a supuestos caudillos en contra de supuestos oligarcas ya no es revisionista: es la historia oficial.
Julio Argentino Roca es pintarrajeado en cada estatua que aún sobrevive mientras Juan Manuel de Rosas -en cuyas campañas al desierto fueron asesinados más habitantes originarios que en la campaña roquista- es colocado en el parnaso de los padres de la patria.
La educación argentina sigue mintiendo en las aulas que hubo 30 mil desaparecidos en la dictadura cuando es obvio que hubo menos de 12 mil, y pese a que el cambio de cifras no cambia la magnitud de aquella tragedia.
Una postal cómica: en la Universidad de Córdoba se entregan tesinas dedicadas a Alberto Fernández.
Todo sistema educativo es inevitablemente también un aparato que construye e instala una ideología hegemónica. Pero una cosa es que aprendamos a lidiar con esa condición para crear una sociedad más plural y otra es que una facción se apropie de la educación para para tratar de lavar los cerebros de los alumnos.
Con el sistema educativo entregado desde hace décadas y sin licitación a los sindicatos docentes, la sociedad y la política no tienen influencia para marcar grandes trazos sobre lo que debe hacer la escuela y los límites democráticos, éticos y profesionales que deben respetar todos los docentes.
Es evidente que muchos maestros y profesores los respetan. Pero lo tienen que hacer todos. Incluso los políticos frustrados, los militantes sacados o los ignorantes con diploma que terminan dando clases.
Y ellos solo son excepciones marginales sino, en muchos casos, directores, decanos o hasta rectores. Muchísimos son más hábiles que la profesora desquiciada de La Matanza. Pero no son menos perversos. Un sistema de adoctrinamiento y de selección y promoción docente por afinidades ideológicas no lo arma un maestro solitario.
El punto es vital. La pluralidad y una mínima imparcialidad del sistema que formatea a nuestros hijos es tan imprescindible como la independencia de la Justicia, la igualdad ante la ley y la neutralidad del sistema electoral. Cuando esas canchas se inclinan, nos desbarrancamos hacia el fascismo. La profe de La Matanza acaba de darnos una clase práctica.




