La clásica historia de la industria protegida a la que no le dio el cuero
24/01/2025 | 14:26Redacción Cadena 3

La baja de las retenciones a los granos es tan importante que tapa otra rebaja –en las retenciones a la exportación de cueros crudos- que es muy interesante porque revela las contradicciones a las que llevaron décadas de proteccionismo y los desafío que enfrentarán las industrias que ya no pueden ser protegidas.
Desde el gobierno militar de Alejandro Lanusse las curtiembres argentinas consiguieron una impresionante protección que en los 70 llegó al extremo: directamente se prohibió la exportación de cueros crudos. Eso abarató por completo el cuero que las curtiembres necesitaban para procesar. Prácticamente solo pagaban el transporte del cuero. Esa protección siguió con altas retenciones a la exportación. Macri bajó el porcentaje de la retención pero en cambio el valor sobre el que se aplicaba el porcentaje era el de Estados Unidos. Terminó siendo igual o peor. Encima desde hace una década las automotrices dejaron de tapizar en cuero vehículos de lujo en serie. Sólo lo hacen si un cliente lo pide para no enojar a los ambientalistas, con lo que también bajó en el mundo el precio del cuero industrializado.
Resultado: el cuero en Argentina no vale nada. Los frigoríficos que están en Santa Fe o Buenos Aires aún pueden mandar una parte a las curtiembres y al resto los terminan enterrando. Pero los que están lejos de los puertos tienen que desperdiciar todo. Lo que podría ser parte de su facturación se pudre bajo tierra y contamina. En el NOA hay un frigorífico chico que entierra mil cueros al mes. En todo el país, se calcula que un millón de cueros se pudren, sobre 14 millones de animales que se faenan. Lo que podría ser un activo de exportación termina siendo un pasivo ambiental. Todo esto no existe ni en Uruguay, ni en Brasil ni en ningún otro productor de carnes de importancia.
No es cualquier cosa. Hasta 2015 un frigorífico podía pagar los sueldos de toda la planta con la facturación del cuero. Pero con la caída de precios eso no va más.
La beneficiaria de todo esto son las curtiembres. Se suponía que con esto el sector debía desarrollarse, ser eficiente y proveer cueros al mercado interno y exportar cueros industrializados y, por lo tanto, de mayor valor agregado. Pero eso no pasó. Luego de 70 años de protección, quedaron con una doble ventaja: pudieron comprar el cuero a un valor menor al internacional pero, como ellos sí pueden exportar, los precios de sus cueros industrializados al mercado interno sí tienen como piso el valor de exportación.
El resultado es que los frigoríficos pierden y los consumidores argentinos compramos zapatos y carteras tan caros como los internacionales (o más). Porque el fabricante de zapato no compra un insumo más barato que en otro país.
¿Qué pasará entonces ahora con la industria de las curtiembres si pierden el beneficio y que tienen unos 50 mil empleos? Se verá. Hay quienes dicen que el negocio igual no marchaba más y huelen que todo puede haber estado arreglado con una industria curtidora resignada. La huella la da Sadesa, la mayor curtiembre y la mayor exportadora del país, que pertenece a la familia de Marcos Galperín –el creador de Mercado Libre- Desde los 90 Sadesa ya industrializa cueros en una planta en Asia, donde ese sector vive un boom porque allí se procesan todos los cueros de Australia (que prácticamente prohibió el curtido por razones ambientales) al amparo de regulaciones ambientales más laxas, bajos salarios y cercanía a los grandes fabricantes de calzado deportivo del mundo que también están en Asia.
O sea, 70 años de protección no sirvieron para tener una industria competitiva. Sigue necesitando que una ley fuerce a los frigoríficos a regalarles el cuero. No proveé productos baratos adentro. E invierte en países que igual son más competitivos. No le dio el cuero.
Tal vez quedemos como Australia. Sin industria curtidora. Y los cueros salgan al mundo directamente desde los frigoríficos. O acá la industria se reestructure para adaptarse a algo inédito en el país: ser capaz de producir algo sin la protección que tampoco existe en ningún otro país.