En la vida hay que elegir, Alberto

“En la vida hay que elegir” fue uno de los lemas de la campaña cristinista en las legislativas de 2013. Hoy es un eslogan que debería seguir el candidato a la presidencia Alberto Fernández. Por el bien de la Argentina.
Las opciones son binarias, por más que las traten de disfrazar. O por más que, en algunos caso, puedan tenerse márgenes pequeños de acción para hacer las cosas de un modo o de otro.
La más acuciante de esas definiciones es la de la deuda del Estado argentino con tenedores de bonos. Fernández está atrapado entre la necesidad electoralista de exhibir un discurso distinto al de Mauricio Macri -que levantó el default- y la necesidad de mostrarse como un político responsable porque, según los resultados de las Paso, desde diciembre le toque a él ir a pedirles al Fondo Monetario Internacional que renueve sus préstamos y a los acreedores que vuelvan a confiar en la Argentina.
Hay sólo dos cosas que pueden salvarlo de esa economía. Una, es perder la elección de octubre, algo poco probable. La otra es que el gobierno de Macri caiga en default antes de dejar la Presidencia, algo poco probable por la posibilidad de que el FMI desembolse los dólares comprometidos y la chance de Macri de usar reservas del BCRA para cumplir compromisos en caso de que el FMI cierre el grifo.

¿Quién miente? ¿Máximo o Nielsen?

Entre esas tres alternativas -jugar al defaulteador, jugar al responsable o especular con que el costo de un default se cargue a la cuenta de Macri- el kirchnerismo bascula todos los días de manera peligrosa. Un día manda a un ex funcionario de nada menos que Axel Kicillof nunca presentado oficialmente como asesor de Fernández, a poner paños fríos. Otro día Máximo Kirchner arenga a un grupo de militantes a “no pagarle al Fondo” (como si Argentina le estuviera pagando algo). 
Otro día el mismo Fernández dice que va a reestructurar la deuda negociando “bonista por bonista (...) como en el 2005”, sin percatarse de que ese canje debió negociarse precisamente porque antes había habido un default (el de 2001) que hasta ahora no ha sucedido. ¿Es que él piensa declararlo?. 
Al día siguiente manda a decir a Guillermo Nielsen, otro asesor no presentado oficialmente y cuyo pensamiento económico está en las antípodas del kirchnerismo, que Fernández no quiso decir que va a reestructurar la deuda cuando dijo que va a reestructurar la deuda.
Fernández tiene que elegir. De otro modo, no nos va a quedar otra que pensar que estamos ante una especulación electoral miserable.

Al final, ¿déficit o superávit?

La segunda definición más crucial es la del compromiso con el equilibrio fiscal. Fernández se pasó proponiendo durante la campaña de las Paso distintas medidas orientadas, todas, a agravar el déficit fiscal que, con muchísimo esfuerzo, se ha reducido a su menor nivel en muchos años. El punto está atado al anterior porque el acuerdo con el Fondo depende de que el Estado deje de gastar más de lo que le entra alguna vez en la historia. Si no, la inflación o el endeudamiento no van a parar jamás.
Ahora se acabó el verso. Macri ya mostró que puede sacar al populista que él también lleva adentro. Y Fernández ve con terror que Macri puede cumplir con un decreto todas las cosas que el kirchnerismo reclamaba airado en la campaña de las Paso. Ahí anda Fernández poniendo como excusa a los gobernadores para rechazar una rebaja del IVA y de Ganancias que él va a sentir si llega a ser presidente. Cuantito Fernández diga que hay que gastar más en algo, Macri puede cumplirle el deseo.
Haría bien Fernández en terminar con este juego y decir con claridad si él cree que, antes que nada, el Estado debe recuperar o no el equilibrio fiscal. Nos va a ahorrar a todos horas de discusiones inútiles, decretazos, litigios judiciales, marchas y contramarchas en el Congreso. Sobre todo, nos va a ahorrar que se agrande un rojo fiscal que Argentina no tiene cómo financiar a no ser que emita billetes sin respaldo y tire así un nuevo baldazo de nafta sobre la inflación.

¿Dolarizamos o no, el petróleo?

El tercer punto que tiene que aclarar Fernández es cuál es su política energética. Se pasó la campaña de las Paso diciendo que había que desdolarizar los precios de la energía. Pese a eso, milagrosamente lo votaron en la Patagonia. Ahora, Macri acaba de desdolarizar el precio del petróleo por un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que debe pasar por el Congreso. ¿Cómo es la cosa? ¿Fernández sigue de acuerdo con desdolarizar la energía? ¿Se lo va a decir a los patagónicos, que ya están en pie de guerra contra el decreto de Macri que promete transformarse en una nueva resolución 125? (dicho sea de paso, el abogado de Economía que redactó ambas normas es el mismo).
La liberalización de los precios de la energía -realizada con enorme costo político por Macri- gestó el boom de Vaca Muerta y reactivó la producción petrolera y gasífera. Después de la desastrosa política K que llevó a la Argentina a importar energía, el país empezó a exportar. ¿Fernández va a dar marcha atrás con eso? Tiene una gran oportunidad para dejarlo en claro. Basta con que ordene a los diputados K que volteen en el Congreso el DNU de Macri que congeló el petróleo y las naftas.
En la vida hay que elegir, efectivamente. Fernández puede seguir jugando peligrosamente al doble discurso. O explicar con claridad quién es, qué quiere y qué políticas va a instrumentar.