El Paraná en tu ducha

Adrián Simioni

Más allá de la ley de juego online que está aprobando hoy la Legislatura de Córdoba y que concentra toda la atención, en la lista de temas de hoy hay otro también muy importante: es la ley que aprobará el financiamiento para el acueducto que traerá agua del Paraná hasta San Francisco y otros 20 pueblos del este cordobés en una primera etapa, y hasta el Gran Córdoba y otras 14 localidades en una segunda parte.

Lo que está en juego es mucho. Cuando esté finalizado, llegará agua ya potabilizada a las cocinas y a las duchas de un cuarto de la población total de la provincia.

Por empezar, es por lejos la obra de mayor envergadura que jamás han encarado Santa Fe y Córdoba. Esta primera etapa les costará 441 millones de dólares. Aunque en esta primera parte los santafesinos beneficiados serán muchos más que los cordobeses (porque el ducto pasa primero por Santa Fe), las dos provincias pagarán la obra miti-miti. ¿Por qué? Bueno, porque prácticamente 3/4 de la capacidad del ducto le va a corresponder a Córdoba al final. Si lo hiciera sola y solo para Santa Fe, Santa Fe podría tender un caño mucho más chico y más barato. Además, se construirá la planta potabilizadora al borde del río Coronda, que será usado por todos.

No hay fecha para saber cuándo llegará el agua al Gran Córdoba y a todas las localidades que hay entre la capital y San Francisco. Y tampoco está detallado el trayecto y cuánto costará esa segunda etapa.

Algunos legisladores tal vez voten en contra, con argumentos atendibles. Por ejemplo, los de Encuentro Córdoba coinciden con ambientalistas que dicen que sería mejor poner medidores y ahorrar más agua y cuidar mejor las sierras para que la única fábrica de agua que tenemos en Córdoba funcione mejor.

Otro argumento es que la población cordobesa, como en casi todo el mundo, tiende a crecer menos e incluso a estancarse, con lo que podría no ser necesario ampliar las fuentes de agua. Es más: Córdoba capital no necesitaría este aporte hasta el final de la década de 2030.

La respuesta del gobierno es que con algo tan vital como el agua no se puede estar colgado y que debe garantizarse desde mucho antes. Dan un ejemplo: el segundo dique San Roque se inauguró en 1944 cuando el Gran Córdoba tenía un quinto de la población actual.

Hay otro factor crucial: si la estrategia más viable para el desarrollo de Córdoba es la industrialización del agro, entonces va a hacer falta agua. Ya llegó el gas. Ahora falta agua en cantidad y calidad para que cientos de miles de cordobeses del interior, los cordobeses de dientes amarillos, dejen de tener sus dientes amarillos y puedan quedarse a vivir allí sin tener que beber agua con arsénico, fluor y otras sales nocivas.