Tener muchos años, no significa tener experiencia
05/08/2025 | 11:54Redacción Cadena 3
En un país como Argentina, donde la economía parece un ring de boxeo y cada día trae un nuevo round, la experiencia no se mide en años, sino en batallas. Una frase que escuché en una charla reciente me dio que pensar: un médico en un hospital, con 40 años de carrera y pocos pacientes, puede tener menos experiencia que otro con 10 años en un hospital público desbordado. La metáfora aplica perfecto a nuestra realidad económica: en Argentina, 10 minutos de calle valen más que 10 años de teoría en Suiza.
La economía argentina es un campo minado donde los manuales de macroeconomía se quedan cortos. Ya no se trata solo de tasas de interés, inflación o el precio del dólar, como se discutía hace unos años. Hoy, la pelea es microeconómica, del día a día. Es el comerciante que intuye si un cheque va a rebotar sin necesidad de un Veraz, la ama de casa que estira un presupuesto raquítico como si fuera una pyme familiar, o el plomero que sabe qué repuesto funciona mejor porque lo aprendió en la trinchera. Estos argentinos, curtidos por crisis tras crisis, tienen un doctorado en la calle que ningún master en Harvard puede igualar.
Los consultores, con nuestras planillas y teorías, a veces nos quedamos atrás. ¿Qué le puedo enseñar yo a un vendedor de repuestos o a un cordobés que maneja su negocio con la precisión de un cirujano? La experiencia real no está en los libros, sino en los casos vividos: en el cliente que no paga, el proveedor que falla, o el imprevisto que te obliga a reinventarte antes del mediodía. En Argentina, la adversidad no solo enseña, sino que potencia. Como dice el refrán, las sociedades débiles forjan hombres fuertes, y los argentinos somos prueba de ello. Nuestros abuelos inmigrantes, que construyeron empresas sin hablar el idioma, lo sabían bien.
Pero hay un matiz importante: la experiencia no es transferible sin adaptación. Un empresario exitoso en Mar del Plata puede estrellarse en Córdoba si no entiende la cultura local, el ritmo, el humor. Lo mismo aplica a un consultor del Banco Mundial que aterriza con recetas universales. La calle argentina, con sus vaivenes y contradicciones, exige humildad y respeto por el contexto. No basta con tener muchos años o títulos; lo que cuenta es haber enfrentado muchos casos, haber caído y levantado, haber aprendido a navegar el caos.
En este sentido, la Argentina de hoy es un laboratorio de resiliencia. Cada pyme, cada comerciante, cada familia que sigue adelante a pesar de todo es un testimonio de que la experiencia se forja en la acción, no en el tiempo. Mientras el mundo nos mira con asombro o lástima, nosotros seguimos aprendiendo a golpes, demostrando que, en la economía real, la calle siempre tiene la última palabra.




