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Nosotros, los llorones

 Por Adrián Simioni.

26/04/2022 | 11:42Redacción Cadena 3

  1. Audio. Nosotros, los llorones

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Las esperanzas de que la inflación aflojara en abril se hicieron humo. Las consultoras ya pronostican que arañará 6%. En alimentos será peor. El Instituto Estadístico de los Trabajadores pronostica una suba de 8,2%; la consultora EcoGo, 6,3%.

No es lo único. El gobierno acaba de subir la tasa de interés del Ahora 12. Los bancos avisaron que, si no, dejaban de prestar. La telefonía e Internet van a subir 19% en dos veces. El dólar blue también se despertó.

Y por supuesto está la presión en la energía. El GNC va a subir 15% en mayo. Y el gobierno deshoja la margarita para ver si sube -y cuánto- la luz, el gas y la nafta.

El gobierno sigue culpando a la guerra por la suba de los alimentos y la energía.

Lo cual es un absurdo. Primero, porque acá sube todo, no sólo los alimentos y la energía. Segundo, porque en el mundo los precios suben para acomodarse a una situación puntual de desabastecimiento. En Argentina venimos en el podio de la inflación mundial desde hace 10 años y seguiremos punteros cuando la guerra de Putin termine. De hecho, Alemania ya pronostica para 2023 una inflación del 2,8%... anual.

Lo que está pasando es insólito. En el futuro será parte del manual de la idiotez nacional. Argentina es uno de los pocos países del planeta al que le sobran recursos alimentarios y energéticos: puede alimentar y calefaccionar a otros países. Deberíamos estar festejando el aumento internacional de esos precios y exportar todo lo posible. Sobre todo si, por las retenciones, la base alimentaria y energética local ya es de entrada como mínimo 30% más barata que en el resto del mundo.

Pero para nosotros es un dramón. ¿Entonces qué queda para los países que tienen que importar alimentos y combustibles?

Somos tan bendecidos que la mayor parte de la población vive en zonas cálidas: un invierno sin calefacción full en Córdoba es un paseo comparado con un invierno en Polonia. No nos vamos a morir si se suben las tarifas de una buena vez para ahorrar el gas que tenemos pero que no podemos trasladar porque demoramos dos años la construcción de un gasoducto. Nos gastamos la guita en subsidiar el gas en lugar de poner el caño.

Pero, claro, para dejar de llorar con el tenedor y agarrar la cuchara haría falta un gobierno con liderazgo y determinación, que gobierne para los que trabajan e invierten de verdad, y no que viva para ponerle algodoncitos a la inmensa casta improductiva que vive de la eterna emisión de billetes sin valor.

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