River y un himno eterno: "¡Muñeco, Muñeco, Muñeco!"

Jorge Parodi

"¡Muñeco, Muñeco, Muñeco!".

El grito sagrado, frenético y emocionado, convertido en himno, retumba estentóreo en cada rincón del Monumental.

Se trata de la banda de sonido que acompaña a Marcelo Gallardo cuando ingresa a la cancha y certifica un amor inoxidable.

Es el sonido de miles de voces que surge del alma agradecida de cada hincha de River que a lo largo y a lo ancho del país, ya comienzan a extrañar a Marcelo Gallardo a la hora de la despedida.

Una despedida que nadie en el mundo River esperaba, ni deseaba, simplemente porque Marcelo Gallardo es River y River es Marcelo Gallardo.

Porque el cariño y la admiración de su gente trasciende al tiempo y a los resultados.

El Muñeco es a la historia de River, lo que el Renacimiento a la historia universal, y fue Gallardo su mecenas futbolístico.

Porque Marcelo fue la bandera y el responsable de un tiempo de victorias y alegrías Millonarias, que van en camino a ser nostalgia y efemérides de momentos felices.

La "ERA GALLARDO" deja un legado, una herencia, una impronta: representa una manera de entender el fútbol y la vida, que coincide con la genética, con el ADN del hincha de River y de los que gustan del fútbol bien jugado.

Los hijos de los hijos de los hinchas de River de hoy, hablarán con el pecho inflado por el orgullo de la "ERA GALLARDO", como nosotros hablamos de La Máquina de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau de la década del 40 del siglo pasado, sin haberla visto jamás.

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River nació y siempre fue un grande, pero Gallardo lo engrandeció aún más.

El legado de Marcelo en River es superador de cualquier título y de cualquier traspié también.

El Muñeco fue el cicatrizante que curó las profundas heridas de aquel oprobioso descenso.

Marcelo le devolvió a River el orgullo extraviado, el protagonismo internacional permanente, la alegría de ir a la cancha a disfrutar.

Gallardo fue el arquitecto que construyó y reconstruyó equipos, cuando en cada temporada muchas de sus figuras debieron marcharse.

Gallardo potenció y optimizó las aptitudes de sus jugadores, muchos de los cuales fueron vendidos en cifras millonarias, después de pasar por sus manos.

"El estilo Gallardo" es una apuesta innegociable a jugar, a presionar, a tener la iniciativa, a pensar permanentemente en el arco contrario.

En un tiempo en el que vivimos invadidos de escepticismos y decepciones, Gallardo fue un líder confiable para sus jugadores y para su gente.

Marcelo fue el gran reivindicador de causas futbolísticas perdidas, el hincha de River tenía la convicción que con él dirigiendo, ninguna hazaña era imposible.

Napoleón le devolvió a su gente el orgullo de ser de River.

Los indemnizó de viejas tristezas e inauguró nuevas y emocionantes alegrías.

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Con él, jugar y ganar Copas Libertadores y Sudamericanas dejó de ser un karma, para convertirse en una ilusión renovable, tangible y al alcance de la mano.

Con Gallardo como director de orquesta, la banda siempre tuvo la noble pretensión de sonar afinada.

Con el Muñeco como garantía, ganarle a Boca se convirtió en una sana y agradable costumbre.

Gallardo se sostuvo en líderes como Leo Ponzio, Jonathan Maidana, Javier Pinola o Enzo Pérez.

En el talento de Leo Pisculichi, de Juanfer Quintero y del Pity Martínez. En la capacidad goleadora de Julián Álvarez, de Santos Borré, de Nacho Scocco o de Lucas Alario.

En estos años, River contó con el respaldo inestimable de las atajadas salvadoras de Marcelo Barovero y Franco Armani.

El River de Gallardo fue la noche lluviosa de 2015 en el Monumental, cuando venció por 3 a 0 al Tigres y se llenó el alma de Libertadores sintiendosé el Rey de América.

Esa conquista ratificaba la Copa Sudamericana que ganó el año anterior frente al Atletico Nacional, después de eliminar a Boca en semifinales con el gol de Pisculichi y el penal atajado por Barovero.

El equipo del Muñeco fue aquel que en Mendoza, en marzo de 2018, cuando la mano venía mal y pocos creían, le ganó la Supercopa Argentina a Boca con los goles del Pity Martinez y de Nacho Scocco.

Marcelo Gallardo es la postal de la noche soñada en Madrid, cuando la gloria deportiva se vistió de River para siempre.

Nada, ni nadie podrá borrar de los corazones millonarios la emoción eterna de vencer a Boca en aquella final del Bernabeu, con el gol de Lucas Pratto, con la genialidad de Juanfer Quintero y con el "se viene el tercero... se viene el tercero..." del Pity Martínez, que selló la historia, para abrir la puerta de la locura total.

El Muñeco fue coherente hasta en aquellos últimos minutos fatales ante Flamengo en Lima, en 2019, donde por querer jugar, se le escapó la tercera Copa que merecía.

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El River de Gallardo fue también la formación lujosa y avasallante que se llevó la Liga Profesional con la lluvia de goles de Julian Alvarez en 2021.

Napoleón ganó y perdió batallas futbolísticas yendo siempre al frente, sin posibilidad alguna de traicionarse.

En 2022 River no logró títulos y fue irregular, pero se cansó de llenar el Monumental porque la propuesta futbolística siempre fue sincera, aún en el error y en el desequilibrio de un equipo vulnerable.

Gallardo se ganó el bronce y hasta le erigieron una estatua. Marcelo está en el podio donde sólo se suben los grandes como Ángel Labruna, Amadeo Carrizo, Norberto Alonso, el Burrito Ortega o Enzo Francescoli.

Gallardo lleva a River en la sangre, en su ADN, porque Gallardo es River y River es Gallardo.

Marcelo Gallardo perdió hasta su nombre para convertirse en un himno, ese MUÑECO... MUÑECO... que atronaba en el Monumental y acompañaba como una banda de sonido su ingreso al campo de juego.

Por eso a la hora de la despedida, junto al agradecimiento eterno del hincha, en cada latido de esos corazones que llevan tatuados una banda roja sobre un fondo blanco, resuena ese mismo sonido Monumental, convertido en himno de una era inolvidable e irrepetible: "Muñeco, Muñeco, Muñeco".

Informe de Jorge Parodi.