De tal palo, tal astilla

Gabriel Rodríguez

Hay situaciones en que los sueños de los padres no llegan a ser realidad y, por consecuencia, su deseo deriva directamente en el de sus hijos más por obligación y desesperación de ellos mismos que por el simple placer de sus descendientes por quererlos cumplir realmente.

Sin embargo, hay episodios totalmente diferentes, los cuales, con ayuda del talento y la perseverancia constante, se transforman en verdaderos porque los hijos heredan ese amor incondicional por algo de sus progenitores y, sin pensarlo, se vuelven realidad más temprano que tarde. Y en el fútbol, estos momentos son muy frecuentes y gratos.

Por esta última razón, hay muchos ejemplos de ex futbolistas profesionales que llevan el mismo apellido de aquellos que hoy corren, juegan, golean, sufren y disfrutan en el verde césped.

Claro está que no es algo novedoso, que se da casi habitualmente. Pero lo que sucede hoy en el fútbol argentino no tiene registro: la cantidad simultánea de hijos, sobrinos y nietos de ex jugadores que hoy invaden los escenarios deportivos.

Un fenómeno natural, al que vamos a acotar en el contexto del fútbol argentino porque podríamos hablar de los Cruyff, los Kluivert, los Manolo Sanchís, los Chiesa, los Maldini (abuelo, padre y nieto), los Forlán (abuelo, padre, nieto), los Busquets, los Reina, los Zidane y los hijos de Mazinho: Rafinha y Thiago Alcántara.

Entonces aparecen los Mac Allister, de Carlos Javier a Alexis, Kevin y Francis; los Higuaín, de Jorge a Gonzalo y Federico; los Simeone, de Diego a Giovanni, Gianluca y Giuliano; los Palermo, de Martín a Ryduán, los Cascini, de Raúl a Bautista, los Asad, de Omar a Yamil; y los Solari, la familia más futbolera de todas.

Ese “clan” tiene a Santiago, hijo de Eduardo y sobrino de Jorge; sus hermanos Esteban y David; y sus primos-sobrinos: Augusto, y Fernando y Federico Redondo, hijos de Fernando, casado con Natalia, prima de Santiago. Casualmente Fernando va al banco en la primera de Argentinos.

Los casos más emblemáticos llegan hasta la tercera generación y en Estudiantes de La Plata con Juan Ramón “La Bruja” Verón, Juan Sebastián “la Brujita” Verón y su hijo Deian, quien además heredó el histórico número “11” del Pincha y ya con partidos en el primer equipo de la mano del Ruso Zielinski y del arquero Mariano Andújar, compañero de su padre.

Y encontramos también a los que no tuvieron tanta suerte como Emiliano Díaz (hijo de Ramón), Marco Francéscoli (hijo de Enzo), Jeremías Gallego (ex arquero, hijo del Tolo), Stephan Ruggeri (hijo de Oscar) y Diego Maradona Junior (hijo de Diego; cuyo sobrino nieto es Hernán López Muñoz, jugador del Central Córdoba del “Sapo” Coleoni; e hijo del sobrino de Diego: Daniel López Maradona. O sea, es común que se quieran seguir los pasos de los padres, aunque en estos casos la vara estaba puesta muy alta.

Hace un tiempo que pululan por nuestras canchas Joel y Alan Soñora, uno ahora en Banfield y el otro en Independiente y vástagos de Chiche; Nahuel Gallardo a quien el “Muñeco” le dio alas para hacer su propio recorrido primero en Defensa y ahora en Colón; Ezequiel González quien en Belgrano busca heredar hasta el mismo puesto de papá “Teté” y Mateo Klimowicz que salió de Instituto como papá Diego y tío Javier y se fue a Alemania, como papá Diego, para continuar el legado.

Cuantas sagas de padre e hijos jugadores hubo, hay y habrá... Más de uno le habrá dicho al viejo: “pa, quiero ser como vos”. Y es que el futbol se lleva en la sangre. Sobre eso opinó Marcelino Galoppo, papá del muy buen volante ofensivo de Banfield.

El espectro es mucho más amplio porque también pondríamos de ejemplo al plantel de pibes de Boca que tuvo que poner el hombro y en donde sobresale Rodrigo Montes, hijo de Claudio “La Bruja” Montes, ícono de Libertad, equipo de la Liga Cordobesa y Tomás Díaz, hijo del “Cata” quien no logró debutar. De Boca al Barcelona se fue Santiago Ramos Mingo, hijo de Pedro Ramos, ex jugador de Talleres; y de Boca a Italia pasó Nahuel Molina Lucero, hijo de Hugo Molina, figura de Fitz Simon en Embalse.

Banfield es el que más hijos “de” posee. A Alan Soñora, hay que sumarle a Giuliano Galoppo, cuyo progenitor estuvo en Racing de Nueva Italia y Talleres entre otros; a Ramiro Enrique, hijo del “Negro” campeón del mundo y sobrino del zurdo Carlos; a Juan Cruz, cuyo papá es el “Jardinero”; y en cualquier momento debuta un Rodríguez, que no es uno más, es Juan Ignacio, hijo de Clemente.

En San Lorenzo hace sus primeros pasos Siro Rosané, sobrino nieto de Nelson “Pampa” Rosané y nieto de Carlos “Loro” Rosané, familia pampeana radicada en Río Cuarto y un pasado futbolero en Belgrano. En Gimnasia ya debutó Batista Barros Schelotto, sobrino de los mellizos; en Talleres se encuentra Angelo Martino, cuyo tío es Gustavo Alfaro; River (que tiene en las gateras a un tal Mauro Burruchaga, volante central, hijo de “Burru”) le prestó a Colón a Lucas Beltrán sobrino de Alberto “La Vieja” Beltrán y ambos nacidos en Instituto; y en Racing, Benjamín Garré deja bien parado al abuelo Oscar “el Mago” Garré.

Alexis Castro, campeón con Colón, es el hijo del “Pucho” Fernando Castro, veloz delantero de los ’90, campeón de la B Nacional con Instituto. El papá de Jonathan Torres, atacante de Sarmiento, es “El Bocón”, goleador de Quilmes y con paso en Belgrano. En Defensa espera su debut Tomás Sosa, hijo de “El Pampa” Sosa. Pellegrino en Vélez hizo debutar a su hijo Mateo y también a un potente “9” de apellido Monzón, heredero del rústico defensor Pedro Damián y hoy en Platense. Y el arquero atajador de penales de San Telmo en la Primera Nacional, Alan González, es el primogénito de “Nacho” González.

En Instituto hay un caso familiar: Franco y Nicolás Watson, volante central y enganche, comparten el plantel profesional; y dos hermanos más vienen abajo: Gonzalo y Benjamín, todos hijos de Sergio Watson, artillero de Unión Florida, Racing y Juniors en Córdoba.

En el nombre del padre, muchos hijos corren detrás del mismo sueño. El apellido abre puertas, luego cada uno debe abrir otras, con sus formas. Muchos van en ese camino, algunos quedaron lejos, otros cerca en un fútbol con muchos pibes y también para los hijos “de”. Por eso es la tendencia: de tal palo, tal astilla.