Estuvo preso y hoy tiene un negocio que produce 800 hamburguesas a diario
Jorge Capalbi, transformó su vida y la de otros a través de su emprendimiento Don Capalbi. Su historia de superación y esfuerzo inspira a quienes buscan un nuevo comienzo.
22/05/2025 | 14:30Redacción Cadena 3
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La Argentina Posible
En los márgenes de Villa Cildáñez, un barrio humilde de Mataderos, Jorge Capalbi pasó de la oscuridad de la delincuencia y la cárcel a la luz de una vida nueva, tejida a base de esfuerzo, sueños y panes caseros. Hoy, con su emprendimiento gastronómico Don Capalbi, es una historia de superación que inspira.
“La cárcel me salvó la vida”, dice Jorge sin vueltas. Pasó una década tras las rejas, inmerso en un sistema que, según él, “está diseñado para destruirte, no para ayudarte a reinsertarte”. Sin embargo, en uno de los peores momentos —una celda de castigo, solo, sin luz, sin comida, sin saber la hora— llegó el punto de quiebre. “Me quise ahorcar. Después lloré. Le pedí a Dios que si existía, me sacara de ahí”. Y algo cambió.
Hijo de un barrio donde, cuenta, “la droga, el alcohol y el robo eran lo normal”, Jorge comenzó a delinquir a los 12, 13 años. “Uno crece con eso naturalizado. No sabés que existe otra vida”. "Uno llega a creer que tiene que morir de esa manera. Yo quería morir como los delincuentes, con un funeral, el ritual de los tiros", contó.
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"Éramos un grupo de pibes que estábamos siempre en el barrio, en la calle. Y había otro, una generación anterior a nosotros, que llegaban de robar, eran más grandes, de unos 18, 17, 16, y y por ahí te daban un par de pesos para que nosotros vayamos a comprarnos el sándwich o la gaseosa. Después te pasaban el arma para que se las tengas, entonces vos ya te sentías como que te estaban haciendo parte, y cuando te quisiste dar cuenta ya estabas rodeado de toda esa delincuencia", describió.
Durante su adolescencia, llegó a idealizar una muerte glorificada por el crimen: “Quería morir así, yo quería esa vida para mí”. Sin embargo, tras 10 años en prisión por delitos cometidos, su perspectiva cambió radicalmente.
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Segundas oportunidades. Recuperó su libertad hace 20 años, hoy ayuda a otros a tener trabajo y esperanza
Paola Albarracín es la presidenta de la Cooperativa La Victoria. Su historia de esfuerzo y lucha es una muestra de que las segundas oportunidades existen si uno se lo propone y las busca.
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La cárcel, un punto de inflexión
“La cárcel me salvó la vida”, dice Jorge sin vueltas. Pasó una década tras las rejas, inmerso en un sistema que, según él, “está diseñado para destruirte, no para ayudarte a reinsertarte”. Sin embargo, en uno de los peores momentos —una celda de castigo, solo, sin luz, sin comida, sin saber la hora— llegó el punto de quiebre. “Me quise ahorcar. Después lloré. Le pedí a Dios que si existía, me sacara de ahí”. Y algo cambió.
Salir de la cárcel no fue fácil. Rechazado sistemáticamente por sus antecedentes, sintió que las oportunidades no llegarían si no las generaba por su cuenta. Así nació, casi con nada, el emprendimiento. “Teníamos 800 pesos. Compramos dos kilos de carne y un paquete de harina. Empezamos a amasar y a vender sándwiches de milanesa desde la casa de mi mamá en Villa Cildáñez”.
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En solo seis meses, vendieron hasta 90 mil sándwiches. El boca a boca se disparó. Sin embargo, el salto verdadero llegó cuando decidió salir del barrio. “En la villa te crían con la idea de que afuera es peligroso. Pero yo sabía que si queríamos crecer, teníamos que cruzar la avenida”. Así, consiguió un local fuera de la villa. Un comerciante, conmovido por su historia, le alquiló sin pedir garantías. “Fue un acto de fe”, dice Jorge.
De los sanguches de milanesas a las hamburguesas
Pero Jorge soñaba en grande. Una mañana, tras un sueño vívido, decidió cambiar el rumbo: “Soñé con una hamburguesería que estaba sacando hamburguesas a lo loco”. A pesar de la resistencia inicial —vendieron solo tres hamburguesas el primer día—, su perseverancia dio frutos. “Le dije a mi esposa: ‘Confía que yo sé por dónde estamos yendo’”, recordó. Regalaron mil hamburguesas para que la gente las probara, y pronto pasaron a vender 500 al día.
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Las dificultades no terminaron ahí. La pandemia y varias quiebras golpearon duro, pero Jorge y su esposa nunca se rindieron. “Volvimos a abrir con nueve hamburguesas, era todo nuestro capital”, narró. Vendieron sus pertenencias, incluso sus alianzas de casados, para saldar deudas y reabrir. “Esos 500 pesos se transformaron en millones y millones de ventas que tenemos por mes”, celebró con orgullo.
Hoy, Don Capalbi Burger Chef, ubicado en Avenida Olivera 1582, Parque Avellaneda, emplea a 40 personas, muchas de ellas en proceso de reinserción social. “Damos oportunidades a pibes que salieron de la cárcel, que estaban en situación de calle o en la droga”, destacó Jorge, quien no pide antecedentes a sus empleados porque, para él, lo que importa es “las ganas que tenés de salir adelante”. Su mensaje final fue un canto al esfuerzo: “La perseverancia es lo que hace que salga adelante un negocio. No se puede salir adelante sin trabajar. El trabajo nos dio casa, amigos, oportunidades, viajes, todo lo que no podíamos tener nunca”.
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Jorge Capalbi no solo transformó su vida, sino que se convirtió en un faro de esperanza para quienes creen que el cambio es posible. Su historia demuestra que, con trabajo y determinación, se puede construir un futuro mejor, incluso desde el lugar más oscuro.
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Entrevista de Fernando Genesir