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El Papa: "El valor de una persona se mide por el servicio"

En el Ángelus, Jorge Bergoglio subrayó que la importancia de un ser humano “no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que hace o del dinero que posee”. 

19/09/2021 | 23:08Redacción Cadena 3

El Santo Padre destacó que

FOTO: El Santo Padre destacó que "hay más alegría en dar que en recibir".

El papa Francisco afirmó este domingo que el valor de una persona no está determinado por su papel en la sociedad, el éxito, el trabajo o el dinero, sino por el servicio que brinda a los demás.

En el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, Jorge Bergoglio expresó: “La grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro nivel: se miden por el servicio”.

Al referirse el Evangelio del día, en el que San Marcos narra que, yendo a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre quién “era el más grande entre ellos”, el Santo Padre explicó que él les habló de manera clara: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”.

“Con esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un vuelco a los criterios que marcan lo que realmente cuenta”, destacó.

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En ese marco, señaló: “El valor de una persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que hace, del dinero que tiene en el banco; no, la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro nivel: se miden por el servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres sobresalir? Sirve”.

Sobre este punto, admitió que “hoy en día la palabra ‘servicio’ parece un poco descolorida, desgastada por el uso”. No obstante, recordó que en el Evangelio “tiene un significado preciso y concreto”.

“Servir no es una expresión de cortesía: es hacer como Jesús, que, resumiendo su vida en pocas palabras, dijo que había venido ‘no a ser servido, sino a servir’”, puntualizó.

“Por eso, si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino del servicio. Nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra disponibilidad a servir. Y esto cuesta, lo sabemos, porque ‘sabe a cruz’. Pero, a medida que crecemos en el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos más libres por dentro, más parecidos a Jesús”, continuó.

“Cuanto más servimos, más sentimos la presencia de Dios. Sobre todo, cuando servimos a los que no tienen nada que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con la tierna compasión: y ahí descubrimos que a su vez somos amados y abrazados por Dios”, añadió.

“Precisamente para ilustrarlo, Jesús después de haber hablado de la primacía del servicio, hace un gesto. Hemos visto que los gestos de Jesús son más fuertes que las palabras que usa. Y ¿cuál es el gesto? Toma un niño y lo coloca en medio de los discípulos, en el centro, en el lugar más importante. El niño, en el Evangelio, no simboliza tanto la inocencia como la pequeñez. Porque los pequeños, como los niños, dependen de los demás, de los adultos, necesitan recibir”, agregó.

“Jesús abraza a ese niño y dice que quien recibe a un pequeño, a un niño, lo recibe a Él. Esto es, en primer lugar, a quién servir: a los que necesitan recibir y no tienen nada que devolver. Servir a los que necesitan recibir y no tienen para devolver. Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús, porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, también nosotros recibimos el tierno abrazo de Dios”, explicó.

“Queridos hermanos y hermanas, interpelados por el Evangelio, preguntémonos: yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por los más abandonados? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación personal? ¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo a algún “pequeño”, a una persona que no tiene medios para corresponder? ¿Me ocupo de alguien que no puede devolverme el favor, o sólo de mis familiares y amigos? Son preguntas que podemos hacernos”, enfatizó.

Por último, concluyó: “Que la Virgen María, humilde sierva del Señor, nos ayude a comprender que servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. Y que hay más alegría en dar que en recibir”.

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