Rabino Polakoff: "Soy mejor persona gracias al contacto con otras religiones"

En un mundo atravesado por tensiones, guerras y discursos que fragmentan, el Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz), con sede en Córdoba, se convirtió en un faro inesperado de convivencia. Marcelo Polakoff, rabino e integrante del comité, explica cómo este espacio logró reunir a referentes del judaísmo, del islam y del cristianismo para construir vínculos desde las diferencias y sostener el diálogo incluso en contextos extremos, como los conflictos en Medio Oriente.

Un origen nacido del conflicto

El Comipaz no surgió en tiempos de calma ni de acuerdo. Todo lo contrario. “Lo gestó algo que lamentablemente se siguió repitiendo: la violencia en Medio Oriente”, recordó Polakoff. Fue en 1998 cuando el rabino Gabriel Friedman y el imán El-Sukaria decidieron reunirse a tomar un café y pensar juntos una salida: “Tenemos que hacer algo, esto no puede ser”, coincidieron. Pronto se sumaron Monseñor Pedro Torres y un pastor evangélico. Juntos firmaron en el Cabildo de Córdoba el acta fundacional del Comité Interreligioso por la Paz.

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“Desde el comienzo el espíritu fue el mismo: mostrar que hay otro modelo de vínculo posible entre quienes sostienen verdades distintas”, explicó Polakoff.

Celebrar las diferencias

En un país donde la grieta política y social parece irreconciliable, Polakoff sostiene que el verdadero desafío no es encontrar lo que nos une, sino aprender a convivir con lo que nos separa: “No dejamos de lado las diferencias. Al contrario: elegimos celebrarlas. No es una frase hecha, lo vivimos hace 25 años”.

El rabino afirmó que trabajar en una mesa interreligiosa demanda abandonar “el monopolio de la verdad” y apostar a escuchar al otro con humildad. “Yo admiré cosas del mundo cristiano y del islámico que desconocía. Eso no me desarma, al contrario: me completa”, expresó.

“No importamos conflictos, exportamos convivencia”

La prueba más dura llegó en 2023, tras los ataques del 7 de octubre en Medio Oriente. El dolor, la violencia y las tensiones globales amenazaron con romper lo construido. Sin embargo, el Comipaz reafirmó su esencia en una cena íntima: “Nos juntamos a hablar a calzón quitado. Reafirmamos un principio que sostenemos hasta hoy: no importamos conflictos, exportamos convivencia”, indicaron.

Entre las actividades compartidas por judíos, musulmanes y cristianos en Córdoba, mencionó cenas de Ramadán realizadas dentro de una sinagoga, encuentros de Shabat con representantes de otras religiones y rezos compartidos en espacios comunitarios.

Contra el extremismo y el odio

Para Polakoff, el verdadero enemigo de la paz no son las diferencias religiosas o culturales sino el extremismo: “El problema serio es el fundamentalismo de todos lados. Cuando los extremistas secuestran tradiciones religiosas, estamos en problemas”.

Con claridad, sostuvo que las religiones no son el origen del conflicto, sino herramientas que dependen de quien las use: “De la Biblia, la Torá o el Corán podés sacar palabras de paz o excusas para la violencia. Depende de cómo te hayan enseñado a leerlas”.

Mediación y construcción social

Aunque no fue pensado con ese fin, el Comipaz intervino en momentos críticos de la vida pública cordobesa, como el autoacuartelamiento policial de 2013 o conflictos gremiales. “No lo buscamos, pero cuando nos convocan para mediar y ayudar, lo hacemos. Es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos”, afirmó.

Polakoff también se mostró preocupado por un fenómeno actual: “El extremismo está de moda. Todo es extremo: la política, la opinión, hasta los deportes. Nosotros navegamos contra eso: apostamos por la moderación, el equilibrio y la palabra”.

Una convivencia hecha de amistad

Más allá de las intervenciones públicas, Polakoff asegura que el secreto del Comipaz está en lo cotidiano: “Compartimos asados, chistes, reflexiones y oraciones. Ya hay confianza plena. Si el imán no puede ir a un acto, hablo yo en su nombre, y lo mismo hacen ellos por mí. Eso no se decreta, se construye con años”.

Lo que deja el camino

Al final de la entrevista, el rabino se permitió una confesión personal: “Aprendí de todos. De los que siguen y de los que ya partieron. Cada uno me dejó algo que me llena el alma. El Comipaz es una bendición”.

En tiempos donde parecería más sencillo romper puentes que construirlos, la experiencia de este espacio cordobés recuerda que no es necesario pensar igual para convivir, cooperar y crecer. Que la paz social no nace de imponer ideas sino de respetar al otro como igual.

Porque, como resume Polakoff: “La paz social es posible cuando entendemos que lo más propio que tenemos es lo que compartimos”.

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