Un cuento chino: entre la apertura al mundo y el encierro de los ciudadanos
05/08/2025 | 17:03Redacción Cadena 3
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China se enfrenta a una contradicción que pone en jaque su discurso global.
Mientras el gobierno de Xi Jinping promociona al país como un destino atractivo para la inversión extranjera y fomenta la expansión de sus empresas en el exterior, impone restricciones draconianas que limitan la movilidad de sus propios ciudadanos, incluso de aquellos sin acceso a información sensible.
Esta paradoja, reportada por Vivian Wang en un artículo publicado en The New York Times, titulado “Ni pasaportes ni estudios en el extranjero: China limita a los empleados públicos”, revela un control cada vez más férreo que podría socavar las ambiciones globales de Beijing.
El artículo describe cómo el gobierno chino ha intensificado las restricciones a los empleados públicos, desde profesores de primaria hasta enfermeras, obligándolos a entregar sus pasaportes y a solicitar permisos para viajar al extranjero, incluso por motivos personales.
En algunos casos, se les prohíbe explícitamente salir del país.
Tina Liu, una joven maestra de literatura en una escuela del sur de China, expresó su frustración: “Por un lado, quieres que los extranjeros vengan a China. Haces publicidad de la cultura china y esperas que impulsen la economía. Pero, por otro lado, ¿por qué nos atrapan aquí, en lugar de dejarnos ver más mundo?”.
Esta pregunta, citada por Wang, encapsula la contradicción: un país que busca proyectarse como globalizado, pero que encierra a su propia gente.
Las autoridades justifican estas medidas con argumentos como la seguridad nacional, la lucha contra la corrupción o la reducción de costos.
Sin embargo, las restricciones afectan a empleados de bajo nivel, como una profesora de música en Hebei que no pudo visitar a su hermana en Malasia, o una enfermera en Zhejiang que necesita cuatro niveles de autorización para viajar.
Estas políticas, según el artículo, reflejan un creciente temor a las influencias extranjeras, alimentado por la retórica del Partido Comunista, que en julio afirmó en el Diario del Pueblo que la diplomacia interpersonal debe estar “dirigida por el partido”.
Mientras China invita al mundo a invertir en sus mercados y a disfrutar de su cultura, las restricciones no se limitan a los viajes. También se extienden a la contratación: provincias como Cantón han eliminado a universidades extranjeras de sus programas de reclutamiento de élite, y en Liaoning, quienes hayan vivido más de seis meses en el extranjero son considerados no aptos para ciertos cargos.
Estas medidas, señala Vivian Wang, no solo limitan la libertad individual, sino que podrían afectar la competitividad global de China al rechazar el talento formado en el exterior.
El contraste es claro: un país que busca ser un líder global, pero que desconfía tanto de su propia gente que les niega la posibilidad de interactuar con el mundo.
¿Podrá Beijing sostener su ambición global mientras encierra a sus ciudadanos? La respuesta, por ahora, parece ser una incómoda contradicción.
Cuidado aquellos que en la política argentina consideran que China es un espejo en el que mirarse.
No todo es relato. Hay mucho de cuento chino.




