La disputa por las vacunas y el juego de la geopolítica
En 2020, la Argentina apostó por la Sputnik V, traída en vuelos de Aerolíneas Argentinas desde Moscú. Hubo polémica por su opacidad científica y un cuestionado alineamiento político con Rusia.
19/03/2025 | 11:38Redacción Cadena 3
El año 2020 quedará grabado en la memoria argentina como el momento en que la pandemia del Covid-19 puso a prueba no solo el sistema de salud, sino también las decisiones políticas detrás de la campaña de vacunación.
La llegada de la Sputnik V, la vacuna rusa desarrollada por el Instituto Gamaleya, marcó el inicio de esta etapa, pero su elección desató una tormenta de críticas que combinaron dudas científicas con acusaciones de un alineamiento político con el régimen de Vladimir Putin, en detrimento de opciones más transparentes y confiables.
Sputnik V
Opacidad científica y cuestionamientos
El 24 de diciembre de 2020, un avión de Aerolíneas Argentinas aterrizó en Ezeiza con las primeras 300.000 dosis de la Sputnik V, tras un vuelo de 18 horas desde Moscú. La imagen del Airbus 330-200 descargando las cajas en plena Navidad fue presentada como un triunfo por el gobierno de Alberto Fernández.
/Inicio Código Embebido//Fin Código Embebido/
Sin embargo, la euforia oficial chocó con serias dudas sobre la vacuna. A diferencia de las opciones de Pfizer-BioNTech o Moderna, cuyos ensayos clínicos habían sido publicados y revisados por pares en revistas científicas prestigiosas, la Sputnik V llegaba respaldada principalmente por comunicados del gobierno ruso y datos preliminares del Instituto Gamaleya, sin una transparencia que satisficiera a la comunidad científica internacional.
La aprobación de emergencia por parte de la ANMAT, el 23 de diciembre, se basó en información parcial, ya que los resultados completos de la fase III no se publicarían hasta febrero de 2021 en The Lancet. Esta premura levantó sospechas de que la decisión respondía más a presiones políticas que a un análisis riguroso.
Expertos locales, como el infectólogo Pedro Cahn, defendieron su eficacia aproximada del 91%, pero otros, como el médico sanitarista Gonzalo Basile, señalaron que la falta de datos abiertos y la exclusión inicial de mayores de 60 años en los ensayos generaban incertidumbre sobre su seguridad y utilidad en los grupos más vulnerables.
Un alineamiento político con Moscú
Más allá de las cuestiones científicas, la elección de la Sputnik V fue interpretada como un reflejo del alineamiento ideológico del gobierno argentino con el régimen de Putin. En un contexto de tensiones geopolíticas globales, optar por una vacuna rusa en lugar de alternativas occidentales como la de Pfizer —cuyas negociaciones naufragaron tras desacuerdos contractuales— fue visto por la oposición como una señal de afinidad con un bloque autoritario.
El Frente de Todos, con su histórica simpatía hacia gobiernos de izquierda y antiimperialistas, pareció priorizar una narrativa de soberanía y cooperación Sur-Sur sobre criterios estrictamente técnicos.
Las declaraciones del presidente Fernández, quien destacó la "alianza estratégica" con Rusia, y las gestiones directas con el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), encargado de comercializar la Sputnik V, reforzaron esta percepción.
Críticos como el diputado de Juntos por el Cambio, Luis Petri, acusaron al gobierno de "jugar a la ruleta rusa con la salud de los argentinos" por motivos ideológicos, mientras que el despliegue mediático de los vuelos de Aerolíneas Argentinas a Moscú —un total de cinco entre diciembre de 2020 y enero de 2021— fue tildado de propaganda política. Cada operación, que trasladaba entre 300.000 y 1 millón de dosis a -18°C, se convirtió en un espectáculo que parecía celebrar más la relación con Rusia que el avance real contra la pandemia.
Logística y dependencia
El costo de la apuesta rusa
La dependencia de Aerolíneas Argentinas para traer la Sputnik V también expuso vulnerabilidades. Si bien la aerolínea cumplió un rol clave en la logística, los vuelos transatlánticos implicaban costos elevados y riesgos operativos, especialmente en un país con una economía ya golpeada por la inflación y la deuda. La necesidad de mantener la cadena de frío a temperaturas extremas complicó aún más la distribución interna, y los retrasos en la entrega de segundas dosis —dada la composición de dos componentes distintos de la Sputnik V— generaron críticas sobre la planificación.
En paralelo, el rechazo a otras opciones como la de Pfizer, atribuido por el gobierno a exigencias legales "inaceptables", contrastó con la flexibilidad mostrada hacia Rusia.
La AstraZeneca, a través del mecanismo COVAX, y la Sinopharm china eran parte del plan, pero su llegada se demoró hasta 2021, dejando a la Sputnik V como la punta de lanza en un momento crítico, con más de 1.6 millones de casos y 42.000 muertes acumuladas.
Reacciones y primeras dosis: confianza en jaque
La campaña de vacunación arrancó el 29 de diciembre con el personal de salud, pero la Sputnik V enfrentó resistencia. Informes de efectos secundarios leves fueron amplificados por medios opositores, y la falta de claridad sobre su aprobación para mayores de 60 años —un grupo de riesgo clave— alimentó la desconfianza. Fernández prometió aplicársela públicamente, pero su cautela inicial respecto a ese segmento etario no ayudó a disipar las dudas.
Conclusión: una apuesta arriesgada
La llegada de la Sputnik V en aviones de Aerolíneas Argentinas marcó un hito logístico, pero también expuso las grietas de una estrategia cuestionada por su opacidad y su trasfondo político.
En un 2020 signado por la urgencia, Argentina apostó por una vacuna que, más allá de sus méritos científicos posteriores, cargó con el peso de un alineamiento con Moscú que dividió a la sociedad y dejó un sabor amargo en el arranque de la lucha contra el Covid-19.