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Es panchero, sufrió "la crisis de los 30" y decidió ir en bici de Córdoba a Perú

Juan Cruz salió de Camilo Aldao en mayo, con unos 3.500 kilómetros por delante para arribar a destino. El día que todo el pueblo buscó su billetera para que pueda emprender viaje, el amor casual que lo sorprendió en plena ruta y las enseñanzas del camino, en un relato de película.

13/06/2025 | 11:30Redacción Cadena 3 Rosario

FOTO: Juan Cruz en un descanso del viaje.

La fuerza del pie derecho sobre el pedal activa directamente el movimiento de la corona, que mueve la cadena y logra lo mismo con el piñón. En subida o en bajada, con viento de espaldas o de frente, la secuencia se repite una y otra vez, y así será durante meses. El pie derecho y la aventura pertenecen a Juan Cruz Maturan, que montó su bicicleta en Camilo Aldao, Córdoba, y se dirige a Perú. Unos 3.500 kilómetros separan su “crisis de los 30” del destino que escogió para la aventura de su vida. En el camino tropezó con al menos un amor. Las enseñanzas le marcan el pulso. No se resiste a nada y solo piensa en dejarse llevar.

Juan Cruz tiene 30 años, nació y vive en Camilo Aldao, un pequeño pueblo del sureste cordobés que no supera los 10 mil habitantes. Vende panchos con un carrito, pasa sus días con sus padres y tiene dos hermanos y una hermana. También compartió su vida con la “Negra”, una perrita que lo acompañó durante 19 años. Cambios en la fecha del inicio del viaje hicieron que pudieran despedirse en cuerpo y alma. El destino, por cosas que nunca sabrá, se encargó de que la pérdida de su amiga y su viaje no se superpusieran en el calendario.

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FOTO: Una despedida sentida, con amor de madre.

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Y el calendario, en sí mismo, fue uno de los disparadores de la aventura. “El motivo del viaje creo que no es bien específico, son un conjunto de cosas. Me gusta mucho viajar en bici y tengo unos viajes anteriores a Córdoba, a las Cataratas del Iguazú. Pero creo que entré un poco en la llamada ‘crisis de los 30’: uno no se ve más como un adolescente, y si bien se está armando el adulto, empezamos a apuntar a la vida que queremos llevar. Empezaron las frustraciones y las preguntas sobre qué querer hacer, estar en el lugar en el que estoy, si quiero una familia, si estoy contento”, enumera el protagonista de la historia en contacto con Cadena 3, mientras pedalea por Bolivia.

El itinerario rutero contempla entre 3.000 y 3.500 kilómetros. Juan Cruz ya pasó por Río Tercero, Villa Rumipal, Los Reartes, Alta Gracia, San Marcos Sierra, Dean Funes. El caminó se desvió hacia la ruta del salar, pasando por Salta, La Quiaca y, ya en suelo boliviano, Tajira. “En la ruta 9 me encontré con Víctor y Claudio, un español y un chileno, que están también viajando en bici. La ruta puede tener varios cambios más, según lo que vaya sucediendo, las temperaturas, por ejemplo. Esta vez nos hizo cambiar el clima, para llegar a Perú decidimos agarrar más por la yunga, que tiene más calorcito y aunque sea no bajan a cero las temperaturas a la noche”, resume.

La billetera del pueblo y las emociones de la aventura

Juan Cruz dice que le gusta viajar, conocer, abrirse a nuevas personas, culturas, países. Su mundo interno le pide salir de la zona de confort, perderse en las rutas lejos de su casa, pero cerca de las aventuras y las emociones. Su familia lo inundó de típicos miedos al principio (“¿Y si te roban, y si te pasa algo?”, repetían en su casa), aunque luego primó la calma. Más tarde, cuando la bicicleta estaba lista, se manifestó el cariño.

“Recibí mucho amor de parte de todos –cuenta con emoción-. Mis amigos…uno me regaló un mate, otro me hizo una vainita para el cuchillo, otro algo para la ollita, me acercaron un rayador para los vegetales. Me acompañaron cuando estaba armando la bicicleta. Me apoyaron, me aguantaron. Imagínate uno la ansiedad que va cargando, todos los viajes traen sus miedos, sus cosas y bueno. Tengo realmente un grupo que vale oro”.

En pleno diseño del viaje, un día, la tranquilidad que caracteriza a Camilo Aldao se esfumó completamente. El viajero había perdido la billetera con la documentación indispensable para encarar la ruta e ingresar a otro país. Pero antes, el destino fue sabio: cambiar la fecha de salida lo hizo ver el interés de todos sus vecinos por su causa y le permitió despedirse de su perrita, que dejó este mundo tras años de cariño.

Así lo cuenta Juan Cruz: “Tenía una perra de 19 años y se murió justo antes del viaje. No le podía exigir más nada, estaba como una persona en su última etapa, con problemas con los huesos, la alimentación. Quedó todo el amor que uno le da a un animal. Tuve la desgracia o la suerte, como lo quieran llamar, de que muera antes del viaje. Ahí me empezaron a aparecer cosas para irme. Me replanteé amores, desamores”.

Decidió que era el momento de salir rumbo a Perú. Comenzó a cerrar los últimos detalles en torno a su bicicleta, armó las últimas rondas de mates con sus seres queridos y se dispuso a partir. Y cuando iba a hacerlo, perdió la billetera. “Lo hice público y en un momento tenía 60 etiquetados en Instagram que habían compartido las fotos, más de 70 en Facebook, 40 mensajes hablándome. Al final apareció, por algo será así, por algo suceden las cosas, retomé la fecha original que tenía del viaje y me quedé una semana más. En esos días fueron tantas las emociones, tantas las cosas que tenía que ver, tanto el amor transmitido, las cosas que tenía que decir, todos los ‘te quiero’ que tenía que expresar, los abrazos que tenía que dar, compartir con la gente que tenía que compartir. Estaba dejando tantas cosas colgadas…algo había ahí me tenía que quedar, tenía que cerrar esas cosas”, recuerda.

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FOTO: Un cordobés, un chileno y un español en Jujuy. Las sorpresas del viaje.

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Las enseñanzas y un amor de ruta

Juan Cruz puede pedalear de 30 a 150 kilómetros en un día. El camino va variando, las sorpresas de la ruta van alterando los planes y él no se resiste. Aprendió plenamente que el tiempo es sabio: lo supo con su perra, con la billetera y la fecha del viaje. Su regreso está pensado para agosto, pues en septiembre se cierra el paréntesis y su carrito de panchos lo espera para seguir trabajando en eventos. El oficio de panchero y desprenderse de algunas cosas como una camioneta vieja le sirvieron para sustentar el viaje.

El viaje va variando –cuenta-. Es según la zona geográfica, la amplitud térmica, cómo esté alimentado, lo que vaya sucediendo en el día. A lo mejor hacés 20 kilómetros, conectás con alguien en la calle, no sé, pasás la tarde, te invitan, te hospedan en la casa, entonces te quedás. Los hospedajes los voy variando, usamos aplicaciones, usamos algunos grupos de Facebook, vamos a hostels, acampamos en algún refugio. Tengo todo lo necesario en la bicicleta: ollitas para cocinarme, carpa, aislante, bolsa térmica, botiquín de primeros auxilios, ropa, todo lo básico y fundamental, sin tantos lujos”.

Mientras más se aleja de Camilo Aldao, más valora lo cotidiano. A una ducha de agua caliente la define como “una bendición”. El amor, alguna que otra vez, también toca su puerta. “Un día estaba armando la carpa en un puesto de Gendarmería y conocí a una persona. Las casualidades de la vida, qué tendré que haber conectado con esta persona, qué habrá sido. Lo cierto es que compartimos una noche y estuve durmiendo en su casa. Hay cosas que no se explican, no hay palabras”, reflexiona acerca del calor que le dio una familia que lo hospedó en La Quiaca, Jujuy.

Hace algunas semanas, en el diario El País de España, Juan José Millás desanduvo reflexiones en medio del parate eléctrico que paralizó el territorio español. Derivó en occidentales que viajaban a la India para encontrarse. “La gente se busca lejos de donde se extravía”, vomitó con liviandad profunda. Juan Cruz no tiene rutas predeterminadas ni brújula, lleva en su mochila 30 años recién cumplidos, los recuerdos del último abrazo con su perra y el latir del amor que conoció en el camino. Cuando llegue a Perú o regrese a su Córdoba natal sabremos que dejó y que encontró: todavía la aventura está en camino.

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