Espert y las bandas

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Por Adrián Simioni

A 23 días de unas elecciones que podrían definir la segunda mitad del mandato de Javier Milei, dos problemas graves amenazan su proyecto: las bandas cambiarias y el caso Espert. Ambos, como espadas de Damocles, penden sobre su gobierno y su campaña, y la falta de audacia para enfrentarlos podría costarle caro.

Empecemos por las bandas del dólar. Economistas ya advirtieron que el esquema de salida del cepo, con un dólar contenido artificialmente, no era sostenible. La idea de dejarlo flotar libremente, en un contexto de escasez de pesos, generaría un salto inicial del dólar que luego se estabilizaría sin trasladarse significativamente a los precios. 

Pero las bandas no funcionaron. El Banco Central y el Tesoro, con reservas escasas, se vieron obligados a vender dólares para sostener el techo de la banda, mientras el mercado, anticipando su eliminación tras las elecciones, siguió comprando. Esto generó incertidumbre en los tenedores de bonos de deuda que vencen en enero: ¿Con qué dólares les pagarán? Ni siquiera el respaldo del Tesoro de Estados Unidos calmó las aguas. Tanto este como el FMI piden al gobierno que termine con las bandas. La pregunta es obvia: si las bandas van a desaparecer después de las elecciones, ¿Por qué no liberar el dólar ahora? El temor a su suba es peor que la suba misma, y Milei, hasta ahora, no muestra la audacia que lo caracterizó para tomar esta decisión.

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Paralelamente, el caso de José Luis Espert no es menos grave. Su relación con un detenido por lavado de dinero ligado al narcotráfico ha escalado de una molestia a un escándalo que daña la campaña de Milei. En su primer intento por aclarar, Espert dijo que un candidato no maneja fondos de campaña, dando a entender una relación casi inexistente con el acusado. 

Pero luego aparecieron documentos: una transferencia de 200 mil dólares desde su cuenta personal en el Bank of America y registros de 35 viajes que sugieren una relación mucho más cercana de lo admitido. En su tercer intento, Espert afirmó que esos 200 mil dólares fueron por una “asesoría”. ¿Qué asesoría justifica esa suma? ¿Qué servicio brindó a alguien que, según él, apenas conocía? Cada explicación fue un paso en falso que agrava las sospechas.

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El kirchnerismo, sin escrúpulos, explota este caso en plena campaña. Juan Grabois, quien denunció a Espert, comparte espacio con figuras como Cristina Kirchner, condenada por corrupción, o Juan Manuel Abal Medina, quien admitió ante la Justicia haber recibido bolsos con millones en coimas para campañas. Julio De Vido, otro exfuncionario kirchnerista, acaba de ser condenado por fraude. El problema no es el kirchnerismo. Es que los votantes de Milei, que apostaron por un cambio ético, no toleran ni la corrupción ni las sospechas que no se aclaran. Espert, con su falta de transparencia, está dinamitando la campaña de Milei.

El Gobierno argumenta que Espert no puede renunciar porque las boletas ya están impresas y el plazo para cambiar candidatos venció. Excusas. El Milei audaz habría encontrado una solución. Espert podría anunciar que, aunque figure en la lista, no asumirá si es electo, dejando su lugar al suplente. Otros candidatos, como Verónica Magario, ya han hecho lo mismo sin drama.

La audacia que llevó a Milei al poder parece desvanecerse frente a estos elefantes en el living. Las bandas del dólar y el caso Espert no son solo problemas técnicos o personales; son símbolos de una realidad que el gobierno se resiste a enfrentar. Las urnas podrían recordar esto el próximo 26 de octubre. 

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