Rituales del presente (o de lo que nunca se fue)
En tiempos de inteligencia artificial, los rituales resurgen como necesidad humana. Desde ceremonias religiosas hasta momentos compartidos frente a la radio, estos gestos crean comunidad y significado en la vida actual.
16/05/2025 | 09:57Redacción Cadena 3
En tiempos de inteligencia artificial, algoritmos que escriben textos y bots que responden por nosotros, parecería que los rituales —eso que alguna vez fue el corazón de lo humano— han quedado como una rareza del pasado. Pero los últimos días, sin querer, nos recordaron otra cosa: que seguimos buscando formas de reunirnos, de compartir el tiempo y el sentido. Que, quizás sin nombrarlos así, los rituales siguen entre nosotros. Y que cuando escasean, vuelven.
La muerte del papa Francisco y el posterior Cónclave que eligió a su sucesor, León XIV, activaron una secuencia de gestos y ceremonias que, para muchos, parecían ajenos o antiguos: cortejos fúnebres, campanas, procesiones, misas en latín, juramentos de silencio, oraciones colectivas, miradas fijas a una chimenea esperando el humo. Y sin embargo, millones de personas en todo el mundo —creyentes o no— siguieron el proceso con atención reverente, con la misma emoción que despierta lo verdaderamente significativo. Era un acontecimiento, sí. Pero también un ritual compartido.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han advierte en 'La desaparición de los rituales' que vivimos en una época donde las formas simbólicas que estructuran la vida están en retirada. "La desaparición de los rituales conduce a una pérdida del sentido de la duración", escribe. El ritual, para Han, es una forma de acción simbólica que no busca la eficacia, sino la presencia; no transmite información, sino que crea comunidad. En una sociedad que reduce todo a su dimensión productiva e inmediata, los rituales nos devuelven un tiempo distinto: más lento, más profundo, más humano.
Y no sólo en la religión. Este domingo, en otro altar —el deportivo—, familias enteras se reunirán frente al televisor para ver correr a Franco Colapinto en Imola. No será solo una carrera: será una secuencia compartida, comentada, celebrada. Allí también hay estructura, pertenencia, pequeñas liturgias. Han podría ver en esa escena un ritual secular en plena vigencia.
Y si no hay luz, habrá radio. Días atrás, un apagón en España dejó a miles sin luz… pero la radio siguió transmitiendo. En casas, bares, hospitales y autos, la gente se reunió en torno a un aparato para seguir las noticias. La escena recuperó algo esencial: la escucha común, la espera compartida, la voz que acompaña. Incluso en el silencio eléctrico, el ritual persistió.
Roland Barthes, en 'Mitologías', mostraba cómo los objetos y escenas cotidianas —un auto, un deporte, una fotografía— pueden convertirse en mitos modernos: construcciones simbólicas que organizan lo que pensamos sin que lo notemos. Una carrera de Fórmula 1, una ceremonia religiosa o una familia escuchando la radio no son solo cosas que pasan, sino que nos pasan juntos. Operan como relatos que estructuran el mundo y, muchas veces, lo cargan de valores sin necesidad de decirlos.
Quizás no lo notemos, pero vivimos rodeados de pequeños rituales: el café compartido de cada mañana, la serie que se ve siempre en pareja, el aplauso al final de un acto escolar, el festejo repetido de un gol. Y cuando todo eso falta, lo notamos. Por eso, incluso en plena era digital, es probable que los rituales no solo no desaparezcan, sino que vuelvan con más fuerza. Como experiencia comunitaria, como gesto que resiste al vértigo, como refugio simbólico.
Lo que el mundo vivió en estos días no fue nostalgia. Fue una necesidad. Una confirmación de que, incluso cuando creemos haber dejado todo eso atrás, seguimos necesitando lo que nos reúne, lo que nos organiza, lo que nos conecta con algo más que nosotros mismos. Rituales, mitos o simplemente humanidad.




