La vida en Mundiales

Mauricio Cóccolo

Para los futboleros la vida es eso que pasa entre Mundial y Mundial. Cada cuatro años el mundo se detiene y todo se mueve al compás de la pelota: los horarios de trabajo, las clases, el transporte, la calle, los bares, se convierten en tribunas a cielo abierto.

El clima mundialista ya invadió Argentina: no se habla de otra cosa. Los medios transmiten 24/7 desde Qatar y las redes sociales están abarrotadas de mensajes emotivos, fotos y canciones que aparecen y desaparecen una detrás de otra.

La inédita previa de solo siete días desde que terminaron las principales ligas del mundo aceleró los tiempos. Las noticias se desparramaron como reguero de pólvora: las listas, los últimos amistosos, los primeros hinchas en suelo qatarí y las ilusiones encendidas.

La selección argentina adelantó el anuncio de los 26 convocados, se juntaron en dos tandas, hicieron un entrenamiento con público, golearon a un rival menor, volaron a Doha y sin solución de continuidad las novedades no se detuvieron.

El mismo día se confirmaron dos bajas con sus respectivos recambios: afuera Joaquín Correa y Nico González, adentró Ángel Correa y Thiago Almada. Todo en 15 minutos. Por cómo viene la mano, hasta un rato antes del debut no se puede dar nada por cerrado.

En la tierra de Diego y Lionel, hecha canción, vuelven a florecer las emociones de siempre. Ahí están, de nuevo en las retinas, las imágenes del Matador Kempes abrazando al país desde el Monumental. En medio de la noche más oscura, un grupo de futbolistas se convirtieron en luciérnagas de alegría.

Es ley: cuando aparece en el medio de un zapping insoportable alguna imagen del Estadio Azteca, el dedo se frena solo. Reproducidas hasta el hartazgo, las hazañas de Maradona en 1986 siempre tienen una sorpresa más. Son infinitamente inéditas.

Apenas suenan los primeros acordes, algo se activa en los corazones argentinos: la canción de Italia 90 tiene algo, un no sé qué especial, mueve los más profundos sentimientos y trae a la cabeza los penales de Goyco, los goles de Caniggia y las lágrimas de Diego.

Del '94 quedaron en el baúl de los recuerdos el golazo de Batistuta contra Grecia, el grito de Maradona al mundo mirando a la cámara, los goles de Caniggia a Nigeria, la enfermera rubia, el positivo de Diego, las piernas cortadas. Y nada más. La pantalla fundió a negro.

El apogeo del 1 a 1 convirtió a Francia '98 en el Mundial con mayor cobertura de los medios argentinos y, curiosamente, quedó la imagen de las lonas de Passarella escondiendo las prácticas de un equipo que sucumbió a los pies de Bergkamp.

Pocas veces como en toda la historia, Argentina llegó siendo recontra favorita a un Mundial como en el 2002. Quizás por eso todavía resuene el ruido de semejante golpazo. A propósito de sonar: lo mejor que quedó de Corea/Japón fue la canción de una publicidad…

A veinte años de México, la cita con la gloria no parecía imposible, pero pasaron cosas: se lesionó Abbondanzieri, entró Cruz para cabecear y los alemanes empataron de cabeza. Después, los penales, el papelito de Lehmann y Messi sentado en el banco.

El 2010 fue el último Mundial del 10. Diego Maradona llegó con la Selección a Sudáfrica después de una Eliminatoria caótica y envuelto en el mismo caos se volvió al país goleado por Alemania y sin poder gritar goles de Lionel Messi.

Nunca tan cerca, nunca tan lejos. Brasil 2014 es una piedrita en el zapato debajo del dedo chiquito, se puede caminar igual, pero siempre está ahí para recordar lo doloroso que fue perder el Mundial soñado por todos.

Dicen que antes de Qatar, hace cuatro años y medio, hubo un Mundial en Rusia, pero la gran mayoría de los argentinos lo tiene bloqueado. La Selección de Sampaoli fue todo lo que no se debe ser: una locura descontrolada.

Sin la mochila de las frustraciones, la Scaloneta desembarcó en Qatar con un bolso lleno de ilusiones, que durante un mes mantendrán en vilo al país futbolero hasta que no quede otra que volver a la vida de todos los días.