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La historia de Lucas Beltrán, el cordobés que la rompe en River

El joven delantero, surgido en Instituto, se abrió paso entre medio de grandes atacantes y fue el goleador del equipo dirigido por Martín Demichelis, que terminó siendo campeón.

15/07/2023 | 21:08Redacción Cadena 3

  1. Audio. La historia de Lucas Beltrán, el cordobés que la rompe en River

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Hoy grita sus goles en el estadio con más capacidad de Sudamérica, y, en tierras rioplatenses, emociona las gargantas de los hinchas de uno de los clubes con más reconocimiento a nivel mundial. Sin embargo, hace no tanto tiempo, supo caminar calles mucho más cercanas y despertar simpatías con tonada cordobesa y ganas de gloria que aún hoy se acuerdan de él.

Lucas, a quien todos llaman “El Vikingo”, supo también llevar otro apodo: El “Torito”. En un diminutivo cariñoso, aquellos que lo conocen mejor se lo pusieron en representación de quien realmente es, por su fuerza, por su tenacidad, y, especialmente, por su voluntad inquebrantable de cumplir un sueño: jugar al fútbol.

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Lucas Beltrán nació en la capital cordobesa un 29 de marzo de 2001.

Hijo de Walter y Adriana, ambos de impronta muy futbolera, creció entre pelotas, botines y canchas admirando el talento de sus dos hermanos mayores para moverse en el deporte.

De la familia, el pequeño Lucas es el más chico, algo que le dejaría una importante enseñanza, que hoy refleja en su forma de afrontar los partidos: para jugar al fútbol, hay que aprender primero a perder el miedo.

En la casa de los Beltrán de Alta Córdoba, su historia futbolera comenzó incluso antes de que Lucas naciera, pero, como en tantos otros casos de potreros argentinos, siguió escribiéndose en la escuela Corazón de María, a donde asistía y en donde demostró sus primeros indicios de “crack”.

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En los torneos intercolegiales de fútbol siete, el “Torito” despertaba sus primeras simpatías. Sin embargo, en sus inicios lo hizo alejado del área: Lucas no jugaba como delantero, sino que era volante. Lo seguiría siendo hasta que, años más tarde, su valiente primer técnico, Pablo Álvarez, se enfrentó a una obstinada madre para mostrarle que su hijo, además de técnica, tenía mucho gol.

Y fue justamente Álvarez quien, a los ocho años de Lucas, lo acompañó a rodar sus primeras pelotas en Instituto, el club que le dio la bienvenida en el fútbol grande de Córdoba. El “Torito” no se intimidó: a su corta edad, ya se conocía el predio La Agustina de memoria, porque siempre estaba por allí con sus hermanos, Santiago y Federico.

Foto: Leonardo Rea

El más chico de los Beltrán acompañaba a los mayores a jugar y, cuando lo dejaban, les hacía de aguatero. Y no solo a ellos, sino también a sus compañeros del selectivo de “La Gloria”, que en ese momento tenía los flashes ocupados en otro lugar: nada menos que un joven Paulo Dybala.

Fue una casualidad “gloriosa” que tanto fútbol se encontrara en un mismo lugar. “La Joya”, muy amigo de Federico Beltrán, llegó incluso a vivir en la casa de la familia, y así conoció bien de cerca al hermanito, chiquito pero tozudo, que ya deslumbraba en la liga infantil y que algunos años más tarde confesaría que se quería parecer a él cuando jugaba.

Foto: Olé.

Lucas tenía 14 años cuando, jugando para la Novena de Instituto, un partido le cambió la vida. En Córdoba, “La Gloria” jugaba con River, y aunque Instituto perdió los dos partidos, el delantero “coloradito” la rompió.

Juan José Borelli, por entonces entrenador de la Novena división del “Millonario”, fue su víctima esa tarde, pero también el primero en imaginarse al “Vikingo” con la banda roja que hoy representa.

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River entendió que debía apurarse: su clásico rival también había puesto los ojos en el “chico de la gloria”. Sin embargo, tenían una a su favor: Santiago, el hermano de Lucas, le hizo una advertencia al menor: “Si te vas a Boca no veo más un partido tuyo”, le dijo, y Lucas le hizo caso.

Fue una gestión rápida, un llamado telefónico. Instituto tenía problemas económicos, y el equipo de Núñez muchas ganas de llevárselo. El pase costó 1.200.000 pesos y el club cordobés se quedó con el 10% ante una futura venta.

Foto: TN

Cuando todavía no había cumplido los 15 años, Lucas viajó para instalarse en la pensión de River, y festejó el año nuevo del 2016 como reciente integrante de la Octava del club millonario. Cosechó triunfos y amigos: en las inferiores, compartió pensión y plantel con Julián Álvarez. Luego subió a reserva, y Marcelo Gallardo no tardó en reconocer su potencial.

Foto: River Plate

A sus 17 años, Lucas debutó en primera división ante Gimnasia de La Plata. Era diciembre de 2018, en el Monumental, y faltaban días para la hazaña en Madrid que se escribiría en la historia riverplatense.

Sin embargo, no todas fueron alegrías: en los primeros años, al cordobés le costó tener minutos de juego, y no conseguía destacarse. “El Muñeco” le dijo que sería bueno que tuviera una experiencia afuera de River, y Lucas, determinado a volver con más fuerza, preparó su valija y viajó hacia Santa Fe en busca de continuidad con un Colón que lo recibió con los brazos abiertos.

Foto: La Página Millonaria

El préstamo funcionó, y el propio Gallardo lo pidió de vuelta a mediados de 2022. Tras muchos debates y negociaciones, se concretó, y el “Vikingo” volvió al club que ya le había dado la bienvenida en una ocasión. Y que lo volvía a hacer, porque esta vez estaba listo.

En un River renovado, y desconocido, Lucas no se alejó cuando supo que le tocaría pelear el puesto con delanteros de talla internacional como Miguel Borja o Salomón Rondón. No se intimidó cuando entendió que tendría que llenar los zapatos de Julián Álvarez, de Santos Borré, y de usar la camiseta que supieron llevar históricos del fútbol mundial como Hernán Crespo.

Lucas está acostumbrado a pelear con los más grandes; lo hizo toda su vida.

Al fin y al cabo, su historia se parece a la de tantos otros hermanos menores que saben hacer algo que quizás otros no: hay que saber esperar y perseverar. Lucas lo hizo. Y, ahora, llegó su turno.

Redacción, producción periodística y edición: Camila Osorio. Narración: Raúl Monti.

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