No quería el negocio familiar y hoy impulsa la fábrica de pastas con su mamá
Emilio Castelanelli dejó su carrera artística en la capital y volvió a Córdoba por la pandemia. Hoy, honra el legado de su familia al frente de “Al Dente”, con su madre como alma y él como motor.
12/06/2025 | 14:39Redacción Cadena 3
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La Argentina Posible
En la historia de Emilio Castelanelli, hay un viaje de regreso. Es una muestra clara de cómo los giros inesperados pueden llevarnos a donde nunca imaginamos... y a veces, a casa.
Formado en cine, con años de experiencia como camarógrafo, editor y actor en Buenos Aires, Emilio tenía una carrera en pleno crecimiento cuando llegó la pandemia. “Por primera vez vivía solo y me bancaba con lo mío. Estaba encontrando mi lugar, y de repente vino la pandemia”, recordó.
Frente al encierro y la incertidumbre, decidió volver a Córdoba por “tres meses", que comenzaron a extenderse. “Volví a regañadientes, triste, porque me había costado mucho hacerme mi espacio allá. Pero perdí el trabajo y me quedé sin opciones. Y mis viejos ya no podían seguir solos con el negocio”.
Rosa y Oscar los papás de Emilio (Foto: gentileza de Emilio Castelanelli)
Ese negocio era la fábrica de pastas "Al Dente", un emblema del barrio General Paz desde hacía más de 25 años. Él nunca pensó en involucrarse. “Era algo que nunca quise agarrar. Me fui a Buenos Aires escapando de eso, del estrés de mis viejos, de ese legado”.
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La fábrica de pastas familiar
Sus padres, Rosa y Oscar, llevaban más de 25 años con Al Dente, una fábrica de pastas muy querida en el barrio General Paz. Con la edad, les costaba sostener el ritmo de un comercio gastronómico y fue entonces cuando Emilio, “a regañadientes”, decidió dar una mano. Lo que comenzó como un favor temporal se convirtió en una nueva forma de vida.
Luego, Oscar falleció y entonces Emilio tomó con más fuerza las riendas del negocio para que Rosita no se quedara sola. "Empecé a ayudarla. Al principio, era algo provisorio. Pero me fui quedando. Y lo empecé a disfrutar”, afirma.
Con sus saberes del cine y el arte, Emilio transformó el negocio familiar. “El producto era buenísimo. Solo necesitaba un motor nuevo”. Se hizo cargo de las redes sociales y de la imagen del lugar. Rosa, tímida y reacia a las cámaras, se convirtió sin querer en el rostro entrañable de la marca. “Lo gracioso era que mi vieja no quería salir, y eso mismo fue lo que más enganchó a la gente”.
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El resultado fue una combinación potente: tradición casera y mirada contemporánea. “Mi vieja es el corazón del negocio. Yo soy el motor”, resume con ternura.
La magia de los encuentros
Y el motor no se detuvo: Emilio ideó una propuesta que se volvió una joya local. Organiza cenas en la fábrica, con chefs invitados y sommeliers, en una mesa larga y comunitaria, al estilo italiana, que atraviesa la cocina y termina en un patio cálido. “Es como comer en lo de la abuela, pero con maridaje de vinos y recetas nuevas. Es hermoso”, relata.
El corazón de Al Dente
La pasta que mejor le sale a Rosa según Emilio son los ravioles de carne, verdura y seso, con masa casi transparente. “La masa finita es clave. No es lo más práctico para vender en cantidad, pero es casera de verdad”, detalla.
Hoy Emilio divide sus días entre la fábrica y la creación de contenido, manteniendo viva su vocación artística. “Tengo dos trabajos. Hago lo que me gusta y además estoy con mi vieja. No lo hubiera imaginado nunca, pero ahora me hace feliz”.
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¿Y se puede salir adelante en Argentina? Su respuesta es clara. “Sí, para mí sí se puede. Tenés que tener motor, moverte, inventar. Pero si te gusta lo que hacés, todo fluye”.
“Hay que encontrarle la parte linda a lo que uno hace. De no quererlo, pasé a disfrutarlo. Y eso, para mí, es la Argentina posible”, concluye.
Entrevista de Fernando Genesir