Nicolás Martínez, el hombre que cada Navidad amasa solidaridad en Bariloche

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En San Carlos de Bariloche, cuando se acerca la Navidad, hay un ritual que se repite desde hace más de tres décadas y que no figura en los calendarios turísticos. Tiene aroma a levadura, frutas abrillantadas y esfuerzo compartido. El protagonista es Nicolás Martínez, un hombre de más de 80 años que cada diciembre vuelve a ponerse el delantal para elaborar pan dulce destinado a las familias que más lo necesitan. Este año, su objetivo es ambicioso y profundamente simbólico: superar los 12.000 panes dulces solidarios.

Nicolás nació en Paraguay y llegó a la Argentina en 1957, cuando tenía apenas 12 años. Hijo de padre argentino, volvió al país que con el tiempo se transformaría en su hogar definitivo. En Bariloche se instaló a comienzos de los años 70, convocado por un trabajo técnico: vino a colocar ascensores en el entonces emblemático Cantegril, hoy Bariloche Center. Se enamoró del lugar y se quedó. Su vida laboral estuvo siempre ligada a los oficios: ascensores, electricidad y, más tarde, la panadería, una herencia natural de su infancia rural. “En Paraguay, en el campo, todos hacemos nuestro propio pan”, cuenta con sencillez.

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La historia, sin embargo, no estuvo exenta de golpes. Durante los años de crisis, especialmente a fines de los 80, su panadería quebró. Lejos de bajar los brazos, Nicolás convirtió la dificultad en acción colectiva y fundó la Asociación Desocupados Bariloche. De ese espacio, y en medio de la dura crisis turística de los años 90, nació una idea tan simple como poderosa: si no había trabajo ni recursos, al menos que no faltara el pan dulce en la mesa de Navidad. “No soluciona el hambre ni el desempleo —aclara—, pero es una tradición, un gesto cultural, el deseo de brindar”, afirma.

Así comenzó todo. Desde una radio local, pidió colaboración: una panadería que prestara el lugar, vecinos que donaran insumos y manos dispuestas a trabajar. Las manos estaban. El proyecto creció año a año, hasta convertirse en un emblema de la ciudad. El récord llegó a 12.518 panes dulces; el año pasado fueron 11.599 y este 2025 vuelve a apuntar alto, con el acompañamiento —por primera vez de manera sostenida— del Estado provincial y municipal. “Siempre creí que la cadena debía ser así: insumos públicos, trabajo comunitario y reparto solidario. Creo que la sociedad está cambiando”, reflexiona.

Con 12 hijos, 26 nietos y 5 bisnietos, Nicolás habla de raíces con una convicción que emociona. Nunca pensó seriamente en volver a Paraguay. “¿Cómo voy a ser extranjero? Todo esto lo hago para agradecerle a la Argentina, que me dio todo”, dice. Y deja una frase que resume su filosofía de vida: “El que da, siempre tendrá. Y el que ama, no morirá a falta de amor”.

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En tiempos donde las noticias suelen girar alrededor de la crisis, la historia de Nicolás Martínez recuerda que existe otra Argentina posible: la que se construye con trabajo, dignidad y solidaridad. Amasada a pulmón, todos los diciembres, en el sur del país.

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