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La prisión más peligrosa de Ecuador: tuberculosis, violencia y armas ocultas

Un informe de EFE detalla la situación en la Penitenciaría del Litoral. Autoridades buscan controlar la violencia y mitigar el riesgo de tuberculosis entre los reclusos.

11/04/2025 | 10:29Redacción Cadena 3

Guayaquil (Ecuador) (EFE).- La Penitenciaría del Litoral, reconocida como la cárcel más grande y peligrosa de Ecuador, se enfrenta a múltiples desafíos. Este centro penitenciario, ubicado en Guayaquil, no solo busca evitar enfrentamientos entre las numerosas bandas de crimen organizado que allí conviven, sino que también intenta frenar la propagación de enfermedades como la tuberculosis que amenazan a la población carcelaria.

Las Fuerzas Armadas están llevando a cabo esfuerzos para limpiar las huellas dejadas por violentas confrontaciones, especialmente aquellas que comenzaron en 2021 y han resultado en más de 300 muertes en los últimos cuatro años. A través de una serie de movimientos estratégicos entre las diferentes áreas de la prisión, se trabajan para evitar nuevos choques entre los internos.

«Estamos reparando todas las celdas y los pabellones, cambiando los barrotes y rehabilitando las caletas (huecos) donde las bandas solían esconder armas y explosivos», indicó a EFE el comandante de la Fuerza de Tarea asignada a la penitenciaría, durante un recorrido por los pabellones.

La Penitenciaría del Litoral se ha convertido en un escenario de batallas internas, donde los reclusos han llegado a destruir infraestructuras enteras en sus intentos por tomar el control total del lugar, actualmente habitado por alrededor de 7.107 internos a pesar de que su capacidad oficialmente es de solo 3.900. Desde el patio principal, se pueden observar las graves destrucciones y las caletas utilizadas por los internos para almacenar armamento, municiones o para hacer ataques sorpresivos a otros grupos.

Hasta el momento, han sido rehabilitados seis de los doce pabellones, con la instalación de planchas de acero en las puertas para prevenir el acceso a los nuevos mecanismos de seguridad.

Otra medida ha sido el cierre del denominado ‘callejón de la muerte’, un pasillo que facilitaba las incursiones de las bandas al poder acceder a las celdas de sus rivales. Adicionalmente, se han trasladado a internos a pabellones libres de sus enemigos, un enfoque que, según el mando militar, ha propiciado la entrega voluntaria de armas.

«Los internos que permanecían en el mismo pabellón por mucho tiempo escondían armas en las paredes. Ahora, al moverlos y cambiar su entorno, hemos podido recuperar bastante material», repitió el comandante, quien también enfatizó la necesidad de contar con un escáner en la entrada principal para evitar la entrada de objetos ilícitos.

Paralelamente, el Ministerio de Salud de Ecuador realiza un censo para identificar a los reclusos infectados con tuberculosis, con el objetivo de aislar y vacunar a aquellos que lo requieran, especialmente tras el fallecimiento de cuatro internos cuyas muertes siguen rodeadas de incertidumbre.

La situación generó alarma entre las autoridades locales, que pidieron al Gobierno tomar medidas efectivas para que la enfermedad no se propague más allá del penal. Actualmente, se informa que hay 565 presos recibiendo tratamiento contra la tuberculosis, todos concentrados en el pabellón 7, que ya exhibe un nivel de hacinamiento que llevó a las fuerzas militares a solicitar el traslado de los pacientes más graves a un establecimiento penitenciario cercano.

El director de la cárcel, Amado Muñoz, aseguró que se ha logrado cierto control sobre la enfermedad, con más de 500 presos vacunados recientemente contra la influenza, buscando prevenir cualquier complicación que pueda ser provocada por contagios de tuberculosis. Al momento existen 20 internos bajo aislamiento.

A pesar de estos esfuerzos, los familiares de algunos internos enfermos han denunciado la falta de atención adecuada, afirmando que el Gobierno está ignoriando sus reclamos mientras sus seres queridos luchan contra la enfermedad. Esta situación ha sido informada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por diversas organizaciones de derechos humanos.

Karina Meneses, una de las familiares que se ha manifestado frente a la cárcel, relató que no tiene noticias de su hijo enfermo de tuberculosis desde hace tres meses y se queja de que no le permiten ingresar medicinas. «La última vez que lo vi estaba gravemente deteriorado y cada día esta enfermedad lo consume. Nadie me informa. No quiero que me llamen para recoger su cuerpo de la morgue», lamentó.

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