El divorcio del año

María Rosa Beltramo

Bill Gates y Melinda French tienen que repartirse unos 150 mil millones de dólares por su decisión de poner fin al matrimonio que formaron 27 años atrás y que, según el comunicado conjunto, ya no les permite crecer. Los detalles cotidianos de la ruptura transitan como en cualquiera de las parejas que ven llegado el final de la vida en común, por toda una gama de situaciones que no excluyen la posibilidad que densos nubarrones oscurezcan un cielo que parecía diáfano.

Es difícil conservar el grado de civilización y consenso de aquel documento que el mundo recibió el primer lunes de mayo, cuando lo que se ha resuelto es una separación. Y no hay una diferencia tan grande con lo que experimentan tristes seres anónimos, sólo que aquí los protagonistas tienen increíbles cantidades de dinero y poder y cada paso que den dejará huellas.

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Cuarto en la última lista de millonarios que confecciona Forbes, Bill tiene todo el aspecto de un genio creativo que ha edificado un imperio y en su madurez, alejado ya de la línea de combate frontal de su corporación , se dedica a hacer del planeta un lugar mejor a través de la filantropía y con los recursos de su fundación.

Para los que no siguen el trayecto de los divorcios más rutilantes de los últimos tiempos , hay que advertir que jamás son tranquilos y sin importar la inteligencia de los ex cónyuges y la habilidad de los abogados que los representan, en algún momento de la división de bienes se arma algo parecido a una guerra de guerrillas y se tiran con todo.

Parecía que Bill y Melinda tenían casi todo resuelto y acordado pero, por supuesto, la prensa fue detrás de alguna desinteligencia, se puso a investigar el comienzo del fin y en 15 días surgieron temas que nadie conocía. Lo interesante es que hay tanto en juego que no es el periodismo sensacionalista ni los portales de espectáculos los que llevan la delantera en los detalles de la separación del año.

Es, hasta ahora, el influyente Wall Street Journal el medio que está desarrollando o la historia de una ruptura que se comunicó recientemente pero viene gestándose desde hace tiempo. Empezando por lo más impactante. el inescrutable fundador de Microsoft no dejó la Junta Directiva de su creación para dedicarse a ayudar a los pobres de este mundo, sino urgido por sus pares tras una prolongada relación con una de las ingenieras que, según lo que averiguó el diario, podía traerles un dolor de cabeza y una demanda de esas que duelen.

Antes de comprobar la existencia real de ese vínculo , que habría empezado alrededor del 2000, el periódico había orillado otros frentes conflictivos de menor importancia, pero presentes en la cotidianeidad de los Gates. Al parecer, hace por lo menos dos años que Melinda solicitó el auxilio de especialistas en divorcios para forjarse una idea aproximada de cómo podría resolver la continuidad de su existencia sin Bill. Además, y antes de que surgiera la presunta vinculación entre su marido y otra mujer- al igual que ella, empleada del emporio informático- ya se hablaba de los disgustos que le ocasionó la amistad de Gates con Jeffrey Epstein, el empresario acusado de pedofilia y de manejar una red de trata.

Parece que Melinda le advirtió , sin éxito, que el magnate no era trigo limpio y que su compañía iba a causarle muchos problemas. Se sabe que Bill ignoró las prevenciones de su mujer y cuando la justicia se hizo cargo de las denuncias, fue demasiado tarde y hubo que despegarse del acusado con uno de esos comunicados en los que nadie cree.

Lo que hay que tener en claro es que apenas han transcurrido 15 días desde que se difundió la noticia de la separación y ya hay un par de datos que hacen temblar las aparentes sólidas columnas del entendimiento. Y esto recién empieza.