Cuadernos de las coimas: las pruebas de un largo asalto al Estado
21/11/2025 | 14:53Redacción Cadena 3
Ayer hice una columna sobre el caso Andis y esto que voy a decir hoy es, inevitablemente, la continuidad de aquella reflexión. Andis está transcurriendo en tiempo real, mientras un gobierno atraviesa —como mencioné— un momento de apogeo político que, ojalá, se sostenga. Si al Gobierno le va bien, nos va bien a todos.
Pero para que ese momento de fortaleza no quede contaminado, tiene que despejar la duda abierta en torno a un caso de corrupción. Y no es el único: hay otros dos denunciados. Este, en particular, toca muy de cerca al corazón del poder político libertario. Y es ahí donde aparece la tensión: un gobierno que capitaliza políticamente, y al mismo tiempo, un conjunto de operaciones supuestamente ilegales que se conocen casi en vivo, en paralelo al ejercicio cotidiano de la gestión.
Ese contraste se volvió aún más evidente ayer, cuando pudimos escuchar una parte —y ahora vamos a dimensionar lo ínfimo que fue ese fragmento— de las declaraciones del caso Cuadernos. Apenas tres testimonios: los de Oscar Centeno, el hombre que registró día por día los movimientos de su jefe Roberto Baratta; el de Claudio Uberti, ex titular de Corredores Viales durante el kirchnerismo; y el de José López, el de los bolsos, ex secretario de Obras Públicas. Sólo esas tres voces bastaron para desnudar, con una claridad abrumadora, el funcionamiento de un sistema.
Porque lo que contaron no fueron impresiones ni sospechas, sino escenas concretas: domicilios precisos, objetos utilizados, bolsos, valijas, fechas, montos, lugares en donde se entregaba el dinero. Una descripción milimétrica de procedimientos que se repitieron durante años. La presencia de Cristina Fernández de Kirchner en momentos de entrega; el departamento de Juncal y Uruguay como punto de destino de valijas que llegaban a contener hasta 8 millones de dólares, según declaró Uberti; las valijas acomodadas en palieres, cuartos, y luego trasladadas en el Tango 01 rumbo a Río Gallegos. No una vez: de manera continua, desde 2005 hasta 2011 o 2012, como dijeron Centeno, López y Uberti.
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Y lo de ayer fue apenas una parte menor. El juicio recién transita sus primeras audiencias. Falta un mes de lectura de acusaciones, nombres, episodios, roles, empezando por la propia Cristina Kirchner. Un proceso que se va a extender durante meses, probablemente años. Pero lo que escuchamos alcanza para ver la dimensión estructural de lo que se investiga: un mecanismo, un plan, una práctica sostenida, no casos aislados. Un sistema en el que el Estado firmaba contratos con constructoras que, a cambio, debían pagar entre 3,5% y 7% en coimas. Y después venía la recaudación semanal, hecha por los secretarios José López o Roberto Baratta, destinada siempre a los mismos destinos.
¿Dónde terminaban la mayoría de los bolsos? En la Casa Rosada, en el departamento del matrimonio Kirchner de Juncal y Uruguay, o en la residencia de Olivos. Y aquí surge un detalle que ayer quedó flotando: según varios testimonios, en Olivos se descargaban habitualmente en un chalet. ¿Era ese chalet el mismo que durante los años de Néstor y Cristina utilizó Máximo Kirchner como vivienda? No está dicho de manera directa, pero la pregunta queda planteada.
Detalles. Horarios. Fechas. Movimientos. Personas. Una acumulación de elementos que, en conjunto, configuran lo que ayer quedó expuesto: pruebas que describen un engranaje corrupto puesto en funcionamiento durante años, con una estructura vertical, con roles determinados y con la plata de los argentinos en el centro de todo. Una operación montada para apropiarse de los fondos que los ciudadanos aportamos al Estado en impuestos.
Y así como ayer hablábamos de la necesidad de que el gobierno actual despeje las sospechas en torno a sus propios casos, lo que escuchamos en el juicio por los cuadernos vuelve a mostrar que lo que se investiga allí no son desprolijidades administrativas ni hechos aislados, sino una verdadera banda. Una banda con una jefa, ya condenada en otras causas, y con un sistema que funcionó durante años mientras nadie lo frenaba.





