La permanencia de la monarquía española y sus conflictos familiares internos
31/10/2025 | 12:57Redacción Cadena 3
Escribir sobre la monarquía de un país con una larga historia como España, obliga, casi siempre, a poner sobre la mesa un concepto imposible de descartar: la existencia de monarquías en el mundo de este siglo XXI resulta algo anacrónico, no fácilmente explicable.
Y es complejo aún en una nación monárquico-parlamentaria como España, donde a diario se conocen novedades de la Casa Real, cuyo titular es el jefe del Estado. Pero lo primero que hay que diferenciar son los tipos de monarquías hoy existentes en el mundo: las monarquías absolutas, como las de Arabia Saudita, Brunei, Sultanía de Omán y Esuatini (última monarquía absoluta de África), y las parlamentarias, como las de la Unión Europea (UE).
Se comienza a entender un poco si advertimos, precisamente, que España es una de las monarquías parlamentarias establecidas por Constitución, en este caso desde 1978, y por tanto aprobada por todo el pueblo español a través de sus representantes en el Congreso.
Alguien puede pensar, en este caso de España, que quizá hubiera sido necesario una consulta popular para que la ciudadanía dispusiera si avalaba o no la decisión de Francisco Franco el dictador fallecido poco antes, el 20 de noviembre de 1975. Ocurre que previamente, en 1968, y en pleno ejercicio de su poder absoluto Franco dispuso que el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón y Borbón, considerado el heredero legítimo de la dinastía que reinó en España hasta 1931, fuera su sucesor a título de rey. Y esto se cumplió en noviembre de 1975, veinticuatro horas después de desaparecido el “generalísimo”.
Por otra parte, cuando hablamos de los países europeos con monarquías parlamentarias semejantes a España nos referimos a Reino Unido, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega, Luxemburgo, Liechtenstein y un caso con muchas diferencias como el de Mónaco. Si bien la monarquía parlamentaria española no lleva a definir al pueblo español como monárquico, mucho se ha hablado en los medios de comunicación sobre que la inmensa mayoría del pueblo español fue “juancarlista” mientras duró el reinado del padre del hoy rey Felipe VI. Y aquella adhesión no fue fácil de heredar por el actual monarca en el momento de su llegada al trono, el 19 de junio de 2014. “El rey Juan Carlos tomó el poder de quien lo tenía y fue de la ley a la ley a través de la ley”, decía Torcuato Fernández Miranda, elogiado expresidente de las Cortes (Congreso español) y del Consejo del Reino, para justificar el poder de Juan Carlos emanado de un dictador. Pero, como se explicó en el Capítulo 5 de “Historia de la Democracia” que publicó en 1995 el diario madrileño “El Mundo”, el reinado de Juan Carlos comenzó “en condiciones muy desfavorables. Por una parte, su origen le negaba credibilidad entre las fuerzas de izquierda y de la derecha llamada ‘civilizada’. Por otro lado, los franquistas desconfiaban de él porque sospechaban que pretendía construir la monarquía sobre valores distintos a los que había legado el general fallecido. Asimismo, la naciente oposición le juzgaba incapaz de conducir el país hacia la democracia y “el franquismo empezaba a construir su acusación de perjurio”.
En ese marco, su coronación “se celebró en medio de un mar de dudas”. Pero, curiosamente, el muy buen hacer de Juan Carlos en el complejo proceso de convertir aquello en democracia, hizo que todo comenzara a cambiar y sobre todo cuando los líderes políticos decidieron apoyar sin límites al monarca, al considerarlo el mentor de Adolfo Suárez, primer y exitoso presidente del Gobierno, y a su vez “motor de la transición política de la dictadura a la democracia”. Muchas veces oí durante mi trabajo periodístico en Madrid eso de que el pueblo español no era mayoritariamente monárquico sino más bien republicano, a pesar de haberlo tenido que ocultar nada menos que en las casi cuatro décadas que duró la dictadura. Pero quien supo resumir ese acierto o triunfo de Juan Carlos I, fue un reconocido comunicador especializado en monarquías, Jaime Peñafiel, cuando señaló que España “es juancarlista, no monárquica”, sobre todo porque se ha asociado mucho la corona restaurada a la persona del Rey, especialmente cuando ha representado a España en el exterior. Y según Joaquín Satrústegui, abogado y político español en su obra “Qué es la monarquía”, cuando Felipe de Borbón y Grecia era príncipe de Asturias y futuro rey, este mismo joven se mostraba convencido de que él debía “ganarse la corona y la simpatía del pueblo español”, porque los reyes o reinas de cada monarquía parlamentaria “están al servicio de sus pueblos y no al revés”.
Y en los últimos años ha cambiado mucho el parecer del español medio sobre Juan Carlos, hoy rey emérito, por sus públicas amantes y las acusaciones en materia de dudoso y exagerado enriquecimiento personal con una cuenta en Suiza. Citamos nuevamente el diario El Mundo para agregar que en el año 2013 publicó documentos que daban veracidad a la existencia de tres cuentas en Suiza vinculadas a la familia real española: en Lausana, dos y en Ginebra la tercera. En la misma nota periodística se aseguraba que Juan Carlos recibió de su padre, Juan de Borbón y Battemberg, conde de Barcelona, mil cien millones de pesetas, hoy siete millones de euros. Días después desde el palacio de La Zarzuela, sede oficial del rey su familia, se comunicó que este dinero “no era más que el fruto de la herencia legítima, destinada a cubrir deudas e impuestos de don Juan de Borbón”.
Y pasados más de veinte años de reinado de Felipe VI, se ha observado públicamente una mirada de gran elogio a su persona y de sensible llegada a los ciudadanos en distintos momentos difíciles de los españoles, como en las ultimas impresionantes inundaciones en Valencia, entre otros. Pero al mismo tiempo se habla del “exagerado” poder de Letizia en la familia real y el mismísimo Palacio de la Zarzuela, sede de la Jefatura del Estado español. Pero lo que más llama la atención sobre la monarca consorte en la opinión pública es su despectivo y duro comportamiento con la reina emérita Sofía, aún en actos oficiales ante los ojos de la prensa. A esto se suman sus supuestos amoríos externos, a la luz de revelaciones del abogado y empresario Jaime del Burgo, ex cuñado de Letizia, asegurando que había mantenido una relación extramatrimonial con ella durante varios años. Del Burgo contó además al periodista Jaime Peñafiel para su libro “Letizia y yo”, que se conocieron en el año 2000 y a partir de ese momento se lo reconoció a él como su “gran amigo”. Sumemos a todo esto que el propio Del Burgo fue testigo en la boda de Felipe y Letizia, por su condición ya entonces de amigo próximo de la novia. Sin embargo Del Burgo no parece aceptar la monarquía, ya que en el mismo libro y ante críticas que ha recibido por sus confidencias expresó: “ Yo reconozco a un solo rey, está en Cielo y se llama Jesús de Nazaret. Él me juzgará”.
Fuentes: “Vida de Reyes”, Emporio Ed.; L. E. Meglioli; “Una coronación entre dudas”, en “Historia de la Democracia”, Cap. 5, Joaquín Bardavío, El Mundo, Madrid, 1995.
Luis Eduardo Meglioli para Cadena 3





