Comer acompañado fortalece lazos y mejora la salud mental
Desde una perspectiva antropológica, la comensalidad —el acto de compartir alimentos— no solo une a las personas, sino que moldea identidades y comunidades.
21/05/2025 | 08:17Redacción Cadena 3
En un mundo donde la tecnología y los horarios frenéticos nos alejan, compartir la mesa sigue siendo un antídoto poderoso para la soledad y el estrés.
Aunque en muchas culturas comer juntos es un ritual sagrado que fortalece lazos, en las sociedades modernas esta práctica ha perdido terreno, afectando nuestra conexión social y bienestar emocional.
Un legado que se desvanece
A finales del siglo XIX, la comida familiar se convirtió en un símbolo de unidad en la clase media estadounidense.
Durante el siglo XX, la televisión y las campañas publicitarias pintaron un cuadro ideal: la familia reunida alrededor de la mesa, compartiendo risas y alimentos.
Sin embargo, la vida moderna trajo cambios. La urbanización, los empleos con horarios impredecibles y la omnipresencia de pantallas han transformado la cena en un acto solitario para muchos, fragmentando ese momento de unión.
La ciencia detrás de compartir
Estudios recientes revelan que comer en compañía no solo nutre el cuerpo, sino también el alma.
Según investigaciones publicadas en Adaptive Human Behavior and Physiology, las comidas compartidas estimulan la liberación de endorfinas, oxitocina y dopamina, sustancias que generan bienestar, confianza y felicidad.
Otros estudios, como los de Frontiers in Public Health y Clinical Nutrition, muestran que los adultos mayores que participan en comidas grupales experimentan menos tristeza y aislamiento.
Para los adolescentes, cenar regularmente con la familia se asocia con una menor incidencia de ansiedad, estrés y síntomas depresivos.
El valor de la comensalidad
En lugares como el sur de Europa o Turquía, comer juntos sigue siendo un ritual vibrante. En Turquía, por ejemplo, el raki sofrasi reúne a seres queridos en torno a platos compartidos y charlas interminables, fortaleciendo lazos.
Desde una perspectiva antropológica, la comensalidad —el acto de compartir alimentos— no solo une a las personas, sino que moldea identidades y comunidades.
En un mundo cada vez más individualista, recuperar la mesa como espacio de conexión podría ser clave para sanar y fortalecer nuestras relaciones.