Los muertos siguen reclamando justicia
Los atentados terroristas a la Embajada de Israel (1992) y a la Amia (1994) son las mayores deudas del Poder Judicial argentino. Y nada hace suponer que eso vaya a cambiar.
16/03/2022 | 07:04Redacción Cadena 3
El ataque a la Embajada de Israel y luego el atentado a la Amia, fueron episodios que nadie en Argentina pudo prevenir.
Argentina se convertía en 1992 en el primer país de América Latina que era atacado por el terrorismo de Medio Oriente. Sucedía nueve años antes de que Osama Bin Laden hiciera estallar las Torres Gemelas en Nueva York.
De la incredulidad inicial, con el paso de los años se terminó definiendo a la pista iraní como la cierta, aunque las sospechas también apuntaron en su momento hacia Siria.
Años antes el candidato riojano a la Presidencia, Carlos Menem –hijo de sirios- habría prometido reactores nucleares, soportes tecnológicos y vectores misilísticos a lo largo de Medio Oriente. Trascendió que tentó a Siria, Irán y Libia para que aporten divisas a las arcas de su campaña presidencial. Pero nada de aquello sucedió y decenas de víctimas inocentes pagaron con sus vidas aquellas presuntas promesas incumplidas.
Horas después del ataque, Menem afirmó que no dejaría impune el atentado y llegó a decir: “Estamos acorralando a esa facciones de irracionales que apelan al terror como medio político”.
Treinta años de impunidad han resecado las tierras de las promesas de justicia. Las ilusiones han quedado aplastadas por el peso de tres décadas de palabras vacías.
Jamás hubo detenidos ni condenados. Tampoco nunca se pudo definir las complicidades locales con los atacantes.
Los escombros del edificio de Arroyo y Sucre fueron removidos. Pero son piedras en los zapatos de cada uno de los que creen en una Argentina democrática y republicana.
Aquel episodio de 1992 nos deja malas sensaciones, sólo atemperadas por la reacción de cientos de ciudadanos que se metieron entre las ruinas para ayudar a los rescatistas sin saber el origen de la explosión.
Pero el silencio atronador de la injusticia nos revuelve las vísceras, como cada episodio dramático de la historia contemporánea argentina que no da respuestas a sus muertos.
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