Cuando una sorpresa supera a la anterior

Diego Borinsky

Suele suceder que los hechos extraordinarios, por una cuestión de repetición, dejen de sorprendernos. Podríamos poner muchos ejemplos de nuestra vida cotidiana que no tengan que ver con el fútbol para entender cómo nos hemos habituado, para mal, a ciertos comportamientos. Que suban los precios, que la gente no frene en los semáforos en rojo, que cada vez más conductores manejen mientras mandan mensajes de whatsapp, que a un dueño de almacén lo asalten 10 veces en 2 meses, que un grupito minúsculo de personas se crea dueña de las calles, las corten y te hagan llegar tarde al trabajo. Hay una especie de resignación ante hechos que deberían ser esporádicos y se transforman en habituales.

Así como se naturaliza lo malo, en el fútbol suelen darse circunstancias excepcionales que ya no lo son. Que Messi meta un gol cada vez que juega con el Barcelona no suele movernos ni una pestaña. Tampoco que meta 2 o 3; los ha hecho en tantas ocasiones que, a lo sumo, despierta un comentario del tipo: “Ah, otro triplete de Messi, mirá vos”. Ni siquiera que se anote con un golazo eludiendo a cinco tipos o pinchándola de lujo frente al arquero. Ya lo vimos tantas veces que no nos sorprende.

Tanta perorata en el arranque para referirnos a este increíble Atlético de Tucumán. Habitué de los recordados Torneos Nacionales de los años 70, hizo pata ancha en el año 79, donde fue eliminado por Unión de Santa Fe en semifinales. Más adelante tuvo un paso por la Primera División en 2009/10 y bajó rápido por ese invento de Don Julio aún no desterrado de los promedios, que obliga a los recién ascendidos a hacer campañas de muy buenas para excelentes para aspirar a la permanencia. Tras perder en un desempate con Huracán la chance de ser uno de los 10 ascendidos en diciembre 2014, el Decano empezó a deslumbrarnos con sus proezas hasta transformarlas en cosa de todos los días.

Primero se coronó campeón del siempre duro Nacional B en 2015 con sólo 5 derrotas en 42 partidos. Bueno, puede pasar: ya había estado muy cerca el año anterior y también lo había conseguido 6 años antes. Debutó en la máxima categoría ante Racing en el José Fierro y ganó 2-1. No estuvo nada mal como primer paso superar a un grande. No el más encumbrado y el de mejor plantel, pero uno de los grandes al fin de cuentas.

A la semana siguiente visitó la Bombonera, donde suele temblar hasta el más pintado. Enfrentaba al campeón vigente de campeonato y Copa Argentina, que se había coronado hacía un par de meses. Y le ganó también: 1-0, con gol de Leandro González, y hasta terminó con 10, por expulsión de Zampedri. “¡Batacazo!”, gritaron unos cuantos. La verdad que fue un triunfo inesperado para el ambiente.

Pero una victoria llamó a otra y el equipo del Vasco Azconzábal finalizó 3° en su grupo de 15 integrantes, superando en la tabla a Boca, Huracán y Racing, entre otros. ¡Oh sorpresa! Quedó a dos puntos de clasificar a la Copa Libertadores del año siguiente en su primer torneo tras el ascenso. Unas semanas después, por un aumento de cupos en la competición, el Decano se ganó el derecho a disputar en 2017 el primer torneo internacional de su historia. El primer torneo internacional de su historia menos de un año después de haber ascendido. Y no cualquier torneíto, sino la Copa Libertadores de América. ¡Otra sorpresa!

Cualquier futbolero medio podría haber imaginado que para el Decano sólo participar en la Libertadores era un premio. Que se conformaría con decir “jugamos la Copa”. Y listo. Más después de haber empatado 2-2 de local ante El Nacional de Ecuador en el repechaje. Tenía que ir a ganar de visitante. Y no a cualquier lugar: a la altura de Quito. Y no en cualquier circunstancia, sino llegando sobre la hora al partido por un retraso y jugando con ropa y botines prestados por la Selección Sub 20. Si el botín te apretaba, lola, jugá como puedas. Tenía que ganar el Decano para pasar de fase, no le alcanzaba el 0-0 ni el 1-1. Y ganó 1-0. Después de esa epopeya, casi todos creyeron: listo, ya está, se dan por satisfechos. 

Pero estos muchachos tenían otros planes. Superaron a Junior de Barranquilla en la segunda llave del repechaje y entraron a la fase de grupos. Y allí vencieron a Peñarol y llevaron el suspenso de la clasificación hasta el último partido, en Brasil, donde cayeron con el poderoso Palmeiras dando batalla hasta el pitazo final.

Se fue Lavallén y también medio equipo, empezando por el temible goleador Fernando Zampedri, y continuando por Leandro González, Cristian Menéndez, Canuto, Di Plácido, Evangelista y varios más, pero el Ruso Zielinski, acostumbrado a administrar migajas, se las arregló para construir otro equipo guerrero. Y cuando muchos ya imaginaban que se había terminado el Decano de las hazañas, que ahora llegaba el tiempo de sostener la parada a como diera lugar para no volver a la segunda división, pues no: le ganó a Oriente Petrolero en Bolivia en el debut de Zielinski en la Sudamericana y luego lo tuvo contra las cuerdas al propio Independiente en Avellaneda en una noche extraña salpicada de polémicas.

Listo, ahora sí, se terminó este cuento hermoso de Atlético. Pero otra vez fallaron las predicciones, y el Decano nuevamente obligó a los medios a apelar al adjetivo “asombroso”, cuando en la Copa Argentina se cargó, entre otros, a Independiente, Vélez Sarsfield y Rosario Central (finalista en las últimas tres ediciones) antes de perder ajustadamente ante River en el cotejo decisivo. Como el equipo de Gallardo ya había conseguido el pasaporte a la Libertadores por su posición en la Superliga, Atlético se aseguró una nueva participación en el máximo torneo de clubes de Sudamérica. Y esta vez sin tener que pasar por el repechaje: boleto directo. ¡El Decano dos veces seguidas en la Copa Libertadores! Creer o reventar.

Pues bien, cuando en el inicio de esta nueva edición perdió de local 2-0 ante Libertad de Paraguay y 3-1 con Peñarol en Uruguay, hasta los propios hinchas del Decano habrán pensado que finalmente se cerraría esta era dorada con una decorosa participación en fase de grupos. Ganar algún partido para no terminar últimos. Con eso estaban hechos. Otras vez error, porque este equipo no se conforma con chiquitas: enhebró tres victorias seguidas y un empate en Paraguay en el cierre le dio el punto necesario para pasar de ronda y dejar afuera al mítico Peñarol.

Sostener un 2-0 en un Girardot repleto ante un equipo con linaje que venía de obtener la Libertadores en 2016 y después de haber recibido un gol a los 12 minutos de partido ya nos habla de un Señor equipo al que no se lo puede dar por muerto. Ya el viernes pasado, incluso, vapuleó a Tigre para ubicarse, por unos días, en la cima de la Superliga.

A esta altura de los acontecimientos, y revisando la hoja de ruta, ¿alguien cree aún que Atlético de Tucumán no puede dar cuenta del campeón de América vigente, aunque su plantel esté valuado en una décima parte de su rival (5 millones de euros contra 50 millones) para instalarse en las semifinales de la Copa Libertadores en su segunda participación en la historia? ¿Acaso sería una locura pensar en un Decano Rey del continente? ¿Quién se atreve a decretar la estación final de esta travesía soñada?

Definitivamente, ya es hora de retirar la palabra “sorpresa” de las crónicas en las que participe este valiente y bravísimo Atlético de Tucumán, el Rey de los Asombros.