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Nadie habla de la inflación, empezando por el mileísmo grogui

El debate sobre la inflación se opaca en la agenda política actual. Adrián Simeoni analiza la falta de respuestas de la oposición y las implicaciones de la deflación.

03/09/2025 | 14:43Redacción Cadena 3

FOTO: Javier Milei. (Foto: NA)

  1. Audio. Nadie habla de la inflación, empezando por el mileísmo grogui

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Javier Milei irrumpió en la escena política con un caballito de batalla claro: la inflación, ese flagelo que desgastó a los argentinos durante décadas, sería su principal enemigo a derrotar. Prometió bajar la inflación y hay que reconocerlo: lo logró, al menos en parte. La desinflación es un hecho, con números que muestran una desaceleración sostenida. 

Sin embargo, algo extraño sucede. El Gobierno, que debería estar capitalizando este logro, parece grogui, acorralado, contra las cuerdas, incapaz de retomar el control de la narrativa pública. No habla del tema, no lo explota electoralmente, y lo que es peor: deja que la oposición, hábil y oportunista, le robe el libreto sin siquiera alzar la voz.

Es curioso, casi insólito. La inflación, que fue el eje de la campaña de Milei, hoy brilla por su ausencia en el discurso oficialista. Nadie en La Libertad Avanza parece dispuesto a levantar la mano y preguntar a los opositores: "¿Y ustedes cómo piensan seguir bajando la inflación?". Mientras el Gobierno paga el costo político de una recesión necesaria para sostener la desinflación, la oposición -liderada por el kirchnerismo y un coro de gobernadores- se mueve con astucia. Han tomado el control del Congreso, aprobaron un paquete de leyes que obliga a gastar lo que no se tiene —un verdadero “golpe fiscal”—, y ahora avanzan con proyectos para limitar los DNU y los vetos presidenciales. 

El resultado: un Congreso que gobernará de facto, forzando al Ejecutivo a emitir más, lo que amenaza la estabilidad económica.

Tomemos el caso de Córdoba como ejemplo. El gobernador Martín Llaryora, con un olfato político envidiable, anunció un proyecto para bajar Ingresos Brutos a las pymes industriales, pero con letra chica: solo aplica a nuevas industrias, no a las existentes. Es un guiño al discurso de Milei —bajar impuestos, reducir el peso del Estado—, pero sin sustancia real. Y lo más sorprendente: nadie en La Libertad Avanza, ni Gabriel Bornoroni, presidente del bloque en Diputados, ni Gonzalo Rocca, candidato cordobés, salió a señalar la maniobra. Llaryora se apropia del relato libertario, y el mileísmo, mudo, lo deja pasar. Es como si desconocieran el terreno, temieran ensuciarse en el barro político o, simplemente, estuvieran aturdidos por los golpes recibidos.

La oposición, mientras tanto, juega como profesional. No menciona la inflación, porque sabe que hacerlo sería reconocer el logro de Milei. En cambio, avanza con promesas vacías y maniobras tácticas, como las de Llaryora, que anuncian rebajas fiscales mientras los gobernadores se quedan con impuestos nacionales, como el de los combustibles, para seguir gastando. Es un robo del discurso libertario a plena luz del día, y el Gobierno no reacciona.

Milei parece haber creído que la desinflación hablaría por sí sola, que los resultados económicos le ganarían la batalla política sin necesidad de pelearla. Grave error. La política no es un ring donde basta con un buen golpe; es un juego de estrategia, y los adversarios del Presidente son expertos en él. Mientras el mileísmo paga el costo de la recesión, la oposición se lleva los aplausos sin asumir ninguna responsabilidad. Si La Libertad Avanza no aprende a señalar las contradicciones ajenas, corre el riesgo de perder no solo la narrativa, sino también las elecciones.

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