La Comuna 13 pasó de ser cuna de sicarios a atracción turística.

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Las claves de Medellín para bajar drásticamente sus índices de violencia

10/05/2023 | 21:31

Décadas de trabajo sostenido en seguridad, inversión social y articulación entre el Estado, el sector privado, las universidades y organizaciones sociales permitieron resultados. Sin embargo, hay luces de alerta de cara al futuro.

Redacción Cadena 3

Ramiro Porchietti

Más de 6.400 muertos en un año, ataques a funcionarios, empresarios, periodistas, jóvenes y docentes, coches bomba, atentados, guerrilla. A todo eso y mucho más sobrevivió Medellín, que durante décadas estuvo al tope de las ciudades más violentas del mundo. Décadas después, tras un trabajo sostenido, articulación de los niveles del Estado, pero fuertemente apuntalada por el sector privado junto a las universidades y las organizaciones sociales y de base, hoy luce diferente, con tasas que han bajado drásticamente y recibiendo, por ejemplo, a turistas de todo el mundo.

La recuperación de espacios públicos, el trabajo social y un componente de inversión proveniente ante todo de la Empresa Pública de Medellín, que genera dividendos millonarios año a año, han sido puntales para pasar de casi 400 muertos cada cien mil habitantes, a menos de 20 en el mismo índice, en un proceso de prácticamente treinta años.

Jorge Pérez Jaramillo es una figura clave en ese proceso. Urbanista y arquitecto, fue director de Planeación de Medellín entre 2012 y 2015, además de ser profesor y ex decano de las facultades de Arquitectura de las Universidades Santo Tomás y Pontificia Bolivariana. “Lo que hizo Medellín es una epopeya de clase mundial”, resume sobre el proceso de transformación de la ciudad.

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Atento a las dificultades y la sensación de cierto estancamiento o retroceso en los últimos años, Pérez Jaramillo da cuenta de algunos hitos en este proceso histórico, con la primera elección popular de alcaldes a fines de los ochenta y la promulgación de la Constitución en 1991, por ejemplo. “El mismo año es crucial, porque es el clímax de la violencia terrorista y de los indicadores de muerte violenta y secuestros más brutal de la historia, que tal vez cualquier ciudad de la vida moderna haya presenciado”, rememora.

“En 2004, hubo una etapa que yo trato de denominar la del diálogo social. Eso es muy importante para todas las ciudades del mundo. Una ciudad no la resuelve ni un buen gobierno ni unos buenos planificadores, incluso ni una bonanza económica. A una ciudad la resuelve la construcción política de una sociedad”, añade el urbanista en este recuento histórico.

Rogelio Echeverry Palacio, especialista en seguridad con 25 años de experiencia en la materia tanto en el sector público como privado, agrega que en Medellín “los empresarios están jugados en sacar al país y la ciudad adelante”. “Ha habido una tríada muy interesante, con una muy buena relación entre el empresario, la Universidad y el sector público”, sostiene, mientras que, a esto, Pedro Fajardo, director ejecutivo de la Fundación “Mi Sangre”, que tiene a Juanes como uno de sus creadores, suma a las organizaciones sociales a la ecuación.

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“El diálogo entre estos sectores fue fundamental a la hora de construir planes para hacerle resistencia a la violencia que vivimos en su momento y, si bien esos tejidos lograron construir confianza, hoy tenemos el reto de reconstruir algo que está medianamente roto entre los sectores de la sociedad”, puntualiza Fajardo.

Los números muestran que este trabajo no se dio de un día para el otro, sino que fue con una progresión muy marcada. En cuanto a los homicidios, se ve que, para el año 2000, aún había más de 150 cada cien mil habitantes, mientras que, cinco años más tarde, se redujo a 35 cada cien mil. Si bien hubo un recrudecimiento luego, las cifras parecieron estabilizarse en la última década, según los datos oficiales de distintas entidades públicas y privadas.

“En ese tiempo no había celular. Salíamos de la casa y nos despedíamos de nuestros papás como si fuera el último día de la vida”, recuerda Liliana Vásquez Peláez, comunicadora social y psicóloga, de gran trayectoria en medios de Medellín y también a nivel nacional, además de haber trabajado para la ONU en la Alcaldía de Medellín, la Consejería Presidencial para Medellín y Antioquia, y la Dirección de Comunicaciones de la ciudad.

“Yo creo que nos creímos como de caucho, como que no nos iba a pasar nada por tener simplemente un carnet de periodistas. Y, gracias a esa creencia y a esa convicción y a esa pasión de ser nosotros los que hablamos para ayudar a otros, a que vivan mejor, logramos superar situaciones como ésa”, suma como un factor determinante.

“Lo que hizo Medellín en los 90, derivado de la Constitución y de la nueva democracia, pero también de la gravísima y extremadamente difícil situación de violencia, fue una reacción: construir más y más democracia, más y más participación, más y más sociedad. Yo no estoy diciendo que somos Noruega ni llegamos a ser Dinamarca, pero, de la ciudad que vivimos en los 80 a lo que construimos en los 90, es como pasar de la miseria extrema a la riqueza. Otra cosa es que nos hagamos los magnates”, reflexiona Pérez Jaramillo desde Parques del Río, uno de los espacios públicos insignia que proyectó la ciudad en este siglo, junto a otras experiencias urbanas que transformaron Comunas, como la 13 o el barrio Pablo Escobar.

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Más aquí en el tiempo, en 2011, se puso en funcionamiento en Medellín el Sistema Integrado de Emergencia y Seguridad, que unificó áreas de control y fuerzas de seguridad junto a otras vinculadas a la atención de emergencias, bomberos, gestión de tránsito, entre otras, contando con un presupuesto que supera los diez millones de dólares anuales para su funcionamiento.

“En Colombia, ver policía en la calle es sinónimo de que hay algo seguro. Es necesario transformar ese imaginario y tener en cuenta dos elementos: el primero, el uso de tecnología como capacidad expansiva de las fuerzas armadas; y la corresponsabilidad, es decir, que un espacio se vuelva seguro dependerá tanto de la capacidad tecnológica que tenga la municipalidad para extender sus acciones policiales, como también de la corresponsabilidad que desarrolle la comunidad”, dice desde el lugar el coordinador del espacio, Juan José Villegas.

“Las mejores ciudades habitables no son de izquierda o derecha. Puede hacerse un muestrario de ciudades lideradas por la izquierda o la derecha, que les ofrecen a sus habitantes calidad de vida. Es entender que la ciudad es un propósito colectivo a largo plazo, que requiere liderazgos generosos y que tiene que tener políticos serios, que sean capaces de entender que hay dimensiones de la política colectiva, pero no pervertir una ciudad en una agenda politiquera”, concluye Jaramillo.

No retroceder, el desafío de una Medellín que pasa por “un momento especial”

En una ciudad que presenta problemas nuevos y también ve cómo reaparecen otros anteriores, Pérez Jaramillo advierte sobre “una etapa de cierto grado de autocomplacencia". 

“La ciudad no tiene realmente los liderazgos que requiere y la calidad de la administración pública ha disminuido estructuralmente”, apunta. En tanto, Vásquez añade: “No nos hemos quedado paralizados ante lo que viene ocurriendo. Hay una veeduría del plan de desarrollo que se llama Todos por Medellín, una organización apoyada por el sector privado para estar como grupo investigador revisando dónde se están haciendo los fraudes y dónde se está dañando a la ciudad”.

“Hay comunas afectadas que tienen una historia que contar, que también puede ser una contranarrativa de esa otra con Pablo Escobar como héroe. Esta ciudad tiene que hacer un ejercicio de reconstrucción de memoria, dejando de romantizar, como se ha hecho a nivel internacional, a figuras como Pablo Escobar y otras”, suma Fajardo, añadiendo que las problemáticas de violencia ya no sólo se vinculan con el narcotráfico, sino con cuestiones de convivencia, que hoy están en jaque en Medellín como en otras ciudades.

Por último, Vásquez cierra: “Las organizaciones que unen al sector privado y público están abriendo los ojos y diciendo que tenemos que actuar. El sector académico creo que cayó en la cuenta de que se quedó dormido, que dejó el protagonismo que tuvo en los 90, se le perdió en este momento y ya hay un grito desesperado. Sabemos que va a tocar un trabajo muy fuerte y hay con quién hacerlo. Hay gente muy buena y hay personas muy conmovidas que queremos mucho esta ciudad”.

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