Scaloni y Messi, en un abrazo eterno (Foto: TyC Sports)

Los campeones del 22

El otro Lionel

19/12/2022 | 17:21 |      

Redacción Cadena 3

Juan Schulthess

Su mano derecha bajó en un viaje inevitable hacia el verde césped qatarí del Lusail. Lo tocó y volvió a subir, en una danza apoteótica que siguió con una señal de la cruz cortita, sentida, a la altura del pecho. Segundos después, su cara se desfiguró, presa de una emoción incontrolable, como quien cae de golpe, de repente, en la realidad. La hermosa realidad. ¿Qué habrá pensado en ese instante Lionel Scaloni?

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Lionel Sebastián Scaloni nació el 16 de mayo de 1978 en Pujato, un pequeño pueblito de Santa Fe al que siempre quiere volver. Hizo sus primeras armas con la pelota en el club Matienzo de su tierra natal y después tuvo una amplia trayectoria como futbolista, donde jugó en la Selección y la mayor parte de su carrera en Europa. Lo que nadie imaginaba era lo que le vendría después como entrenador, un rol que siempre lo sedujo por su pasión por el fútbol.

Su llegada a la Selección mayor trajo alguna polémica lógica y muchas críticas desmedidas. La designación de un entrenador sin experiencia al frente del equipo nacional generó recelos y fuertes cuestionamientos antes de verlo en acción. Aquí entra en juego una premisa bastante común en diferentes rubros: la confusión de inexperiencia con incapacidad.

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Para muestra, bastan varios casos que precedieron a Scaloni en esa escala. Uno paradigmático fue el de Pep Guardiola en Barcelona. Tras retirarse como futbolista, y con apenas un breve paso por la filial “B” del elenco culé, tomó las riendas del primer equipo sin tener la “experiencia” que muchas veces se exige para un club de esa magnitud. Después, y de forma casi inmediata, ganó todo.

Marcelo Gallardo, el técnico más exitoso de la historia de River, también llegó al club con muy poco rodaje en el cargo: apenas una breve estadía en Nacional de Uruguay. Después, cambió la era contemporánea del club de Núñez.

Lo de Scaloni fue parecido. Tomó la Selección en un momento bravo, después de una eliminación durísima en Rusia 2018 y cuando parecía que nadie quería agarrarla. Y se tuvo que bancar múltiples cuestionamientos de arranque que se extendieron por más tiempo del que deberían. A su favor, tenía otro puñado de argumentos que parecían invisibilizados en la construcción discursiva mediática epocal.

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El primero: el torneo de L’ Alcudia, en 2018. Scaloni había dado sus primeros pasos en la profesión como ayudante de campo de Jorge Sampaoli en Sevilla, y después lo acompañó también en la Selección nacional. Tras el mal Mundial y la salida del entrenador, AFA le ofreció al oriundo de Pujato hacerse cargo de la Sub 20. Allí, condujo al representativo nacional juvenil en ese campeonato disputado en España que Argentina terminó ganando tras vencer a Rusia en la final. El certamen era amistoso y menor, pero fue televisado. Y quienes lo vimos observamos un “algo” especial.

Después de ese exitoso antecedente, el presidente de AFA, “Chiqui” Tapia, lo designó como técnico interino de la Mayor. Tras un inicio auspicioso en amistosos, quedó oficializado en el cargo. Y ahí comenzó la lluvia de críticas. Y, en sintonía, otro argumento a su favor: el recambio, algo que se pedía hace tiempo. Y ahí fue que, de a poco, Scaloni fue “descubriendo” a un “Dibu” Martínez, un “Cuti” Romero, un Nahuel Molina, un Rodrigo De Paul o un Julián Álvarez, por ejemplo, jugadores que iban a terminar siendo emblemas.

Pero Lionel, sin experiencia, no estaba solo. Y su liderazgo tampoco fue, ni es, del orden personalista o mesiánico como ocurre con otros entrenadores de prestigio. Está acompañado por un cuerpo técnico al que se lo ve participar activamente de la toma de decisiones: Pablo Aimar, Walter Samuel, Roberto Ayala. 

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Son nombres que no son azarosos. Son nombres fuertemente identificados con la Selección. Que forjaron una época. A los que miraban por tele los actuales futbolistas cuando ellos defendían la celeste y blanca, allá por finales de los 90 y principios de los 2000. Que son referentes e ídolos para los que hoy son campeones del mundo.

Y eso no es algo menor. Scaloni logró formar un equipo entre los que juegan con los cortos y los que juegan con los largos. Que se retroalimentan mutuamente. Que logró identificarse con la gente como pocas veces se vio. Que despertó fervor popular. Que hizo que las diferencias políticas, religiosas, ideológicas y hasta futbolísticas quedaran de lado. Que hizo que a los que no les gusta el fútbol se paralizaran también con el resto en cada partido. Un solo equipo, un solo país, una sola ilusión. Paso a paso, y contra todos los pronósticos, fue naciendo “La Scaloneta”.

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Bajo su conducción, se vio al mejor Messi de todos los tiempos con la celeste y blanca, y a uno de los mejores también de su carrera, a los 35 años. Se vio resurgir a Di María en todo su esplendor y que el fútbol le quitara las injustas amarguras que le había dado. Se vio a un puñado de pibes con hambre de gloria que llegaron a lo más alto. Se vio fútbol, fútbol en su esencia, fútbol que tardó un tiempo en construirse, porque para correr primero hay que caminar, pero que llegó. Y tocó su olimpo en Qatar.

Lionel Scaloni se convirtió en el primer director técnico de la historia de Argentina que ganó la Copa América y el Mundial con el seleccionado. Y, de yapa, también alzó la “Finalissima” contra la Italia campeona de Europa y logró el invicto más largo en “La Albiceleste”.

Entró para siempre en el recuerdo popular y seguramente el tiempo pondrá en su lugar la tarea que realizó y que quizás todavía, a pesar de todo, no se valora lo suficiente. Demostró personalidad para dirigir, flexibilidad para cambiar, seriedad para trabajar y sentido común para declarar.

Solo él sabe lo que pasó por su cabeza en ese instante en el que su cara se desfiguró, presa de la emoción, tras guiar a un país hacia la Copa del Mundo después de 36 años. Un tipo simple, tranquilo, sensible, de valores, trabajo y liderazgo positivo que nació en Santa Fe, se inició en Newell’s y supo surfear críticas, llegar a lo más alto y regar de gloria al pueblo. Él es Lionel. El otro Lionel.

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